Estamos a punto de terminar un año, un siglo y un milenio y, a decir verdad, Colombia no llega muy bien que digamos a esta fecha que siempre pareció tan lejana y extraordinaria y que ahora está a la vuelta de la esquina. Al igual que hace un siglo, vamos a cambiar de centuria en plena guerra. Hace 100 años perdimos a Panamá por causa de la guerra de los Mil Días, y hoy podríamos perder los Llanos, la Amazonía o a Colombia entera.

El nuevo milenio representa la mejor esperanza de un verdadero cambio, de dejar atrás un siglo azaroso para un país que no ha dejado de ser un adolescente ingenuo que saquean los de afuera y los de adentro, y donde se han ido acumulando todos los males en medio de la atmósfera de desgobierno más impresionante de todo el hemisferio occidental.

Con el nuevo milenio llega la hora de resolver nuestros conflictos antes que las soluciones lleguen de afuera, con la certeza de ser necesario volver a fundar un Estado, esta vez de verdad, que realmente cumpla con el objetivo de esa cosa que muchos consideran el mejor invento del milenio —por encima de la imprenta— y que aquí no conocemos: la democracia.

Porque el objetivo de un Estado es garantizar los derechos de sus asociados y exigir el cumplimiento de sus deberes siempre velando por el crecimiento armónico de sus miembros para asegurar la libertad, la igualdad y la justicia. Nada de eso se cumple en Colombia y por eso tenemos tantas y tan distintas violencias, y por eso hay que volver a fundar el Estado.

Porque la democracia no consiste en tener tres poderes, ni en tener elección popular. Eso es pura bisutería de feria. Democracia no es elegir un parlamento mediocre lleno de parlanchines baratos que no le aportan nada positivo a la Nación y que además desangran el presupuesto.

Democracia no es elegir al candidato que más plata gaste en publicidad, que más almuerzos regale o que mejores asesores tenga. No consiste en votar por el mejor parecido, ni por el de apellidos más lustrosos, ni en tener presidente porque sí.

No hay más democracia porque podamos elegir alcaldes y gobernadores, concejales y diputados, senadores y representantes, y un monigote que llamamos ‘presidente’, y que en realidad ostenta poco o ningún poder de decisión porque los otros poderes y los para-poderes están ahí para que el monigote de turno sea precisamente eso, un fantoche, una marioneta.

Democracia es abrirle camino a la libertad, la igualdad y la justicia sin importar el sistema político imperante. Democracia es abrirle camino a mecanismos que posibiliten la mayor libertad, los mayores derechos, la igualdad, el desarrollo armónico… ah, y también consiste en reformar, en derrumbar las viejas estructuras del poder que se han ido convirtiendo en obstáculos para que el Estado cumpla con sus obligaciones y los ciudadanos con las suyas.

El nuevo milenio trae la esperanza de la paz pero también la de la justicia social y el progreso para todos; la esperanza de dejar de ser un país de atlas de geografía para serlo de verdad, una nación, un pueblo cuyo orgullo e identidad no sea tan sólo la selección de fútbol, sino un país que se sienta unido por haber encontrado la salida de este laberinto indescifrable.

Posted by Saúl Hernández

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