De todos es conocido que el nuestro, Colombia, es un país donde no se cumplen ni las disposiciones más simples. De hecho, no se cumplen tampoco las leyes que son piedra angular no tanto de nuestra mal llamada democracia sino, simplemente, de la vida misma. Sin embargo, hay cosas que los alcaldes debieran hacer cumplir sin ninguna dimisión porque están a su alcance y contribuyen con mejorar notablemente el nivel de vida de quienes los hemos elegido.
Una de esas cosas es impedir la mendicidad, cuestión prohibida por alguna de tantas leyes, códigos y decretos que no sirven para mucho. Mendigar es un negocio que mueve cientos de millones diariamente y que se ha vuelto una mafia porque las esquinas y calles de mayor movimiento, tienen «dueño» que las alquila a otros para pedir.
Igualmente, aunque parezca libreto de telenovela, muchos mendigos lo son de 7 a 5 y luego se van para sus barrios de estrato 2, 3 ó 4, y hasta de más, donde tienen su «casita» y una o dos más, arrendadas. Ah, y claro, los fines de semana se van a puebliar en su renolcito.
De otro lado están los verdaderos indigentes, que gastan las limosnas en basuco, alelí, sacol y otros vicios, no en comida ni medicinas. Y más grave que lo anterior es el negocio con los niños: los alquilan para que cualquiera se los lleve a pedir limosna en un semáforo.
Según diversos estudios, estas personas alcanzan ingresos entre 5 y 50 mil pesos diarios cada uno, de acuerdo con el grado de lástima que puedan despertar y el sector en el que se ubiquen. Ganan más los niños y los enfermos, y se gana más en el centro de las ciudades y en las vías que conducen a los mejores barrios.
La limosna se le volvió un impuesto más a los ciudadanos, que muchas veces la dan por miedo y no por caridad. A los alcaldes de nuestras ciudades les corresponde recoger a los indigentes y llevarlos a centros de rehabilitación, al igual que a los niños; que necesitan escuela y no calle… En fin, hay que acabar esa sinvergüencería de tantos vagos que se hacen ver como desvalidos para vivir como parásitos de esta sociedad boba que le come cuento a tanto vivo sin escrúpulos.
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