Y pasó lo que tenía que pasar. El presidente Pastrana, experto en reversazos, se patrasió con el Referendo. Eso se veía venir. En Colombia estamos acostumbrados a las frustraciones y al engaño, aunque esta vez creímos estar muy cerca de un verdadero cambio. Pero no fue por culpa —esta vez no— del Presidente, no. Esta vez el padre del entuerto fue otro, el que para muchos era ejemplo de sindéresis y respetabilidad: el doctor Horacio Serpa Uribe.

Y a quienes lo hemos admirado nos duele lo que hizo el Doctor. En una cátedra universitaria, el presidente de una de las organizaciones más importantes del país decía que en su empresa había muchos doctores pero ‘dones’ apenas eran dos o tres, incluyendo a su magnánimo fundador. Horacio es un ‘doctor’ pero hoy no se le puede llamar ‘don Horacio’ y jamás le diremos presidente porque el doctor Horacio se hizo el harakiri solito.

Y uno se pregunta ¿quién será el asesor del doctor Horacio? Cuando Serpa Uribe defendió a capa y espada a Ernesto Samper se pudo encomiar un sentido de la lealtad muy escaso en estos días, pero hoy qué se puede decir de él cuando prefiere rebajarse a la altura de Andrés, como un niño chiquito, para cobrarle al Presidente la pataleta de los famosos narcocasetes que pusieron a tambalear el gobierno de Samper, y la conformación de la ‘Alianza para el cambio’ con los liberales colaboracionistas, porque Serpa no perdona que lo hayan dejado haciendo oposición solo, como un bobo.

Y claro, alborotado el avispero con el Referendo, el Doctor no se podía quedar quieto. Él que se sabe todos los refranes, sabe que en carrera larga hay desquite y por eso se vino con ese cuento del ‘Referendo Social’, que no es otra cosa que una cortina de humo para seguir en las mismas. De esa manera traicionó a sus simpatizantes, pues prefirió salvar a sus compinches, a la pandilla de delincuentes que componen las corporaciones públicas, que darle al país un verdadero cambio en sus degradantes prácticas políticas.

Y, a la hora de las definiciones, cuando el país esperaba ver a sus líderes unidos, diciendo no más a la corrupción, Serpa siguió haciendo la vieja política y decidió armar la barahúnda. Él que se las sabe todas en política, él que es un viejo zorro, sabía muy bien adónde iba a parar toda esa dinámica que el presidente Pastrana inició, pecando de ignorante y confiado. La escasa gobernabilidad y la inestabilidad económica generadas, precisamente en la peor crisis de nuestra historia, obligaron a Pastrana a capitular, no necesariamente porque sea un ‘torcido’ como dice la senadora Ingrid Betancur sino, simplemente, porque no tiene poder político. No obstante, eso no lo exime de su responsabilidad: la clase política colombiana está firmando otro Frente Nacional para perpetuar sus cochinadas, para seguir robando, y Pastrana va a ser, ni más ni menos, que el símbolo del nuevo engaño.

La retórica política con la que se quiere ocultar el negociado habla de la generosidad del Presidente, de su apertura y tolerancia, de su voluntad para solucionar la crisis pero no pasa de ahí, de la palabrería con la que se viene gobernando a Colombia desde tiempos de Santander. Y como no hay líderes honestos que hagan un frente común para reformar la política al doctor Serpa le quedó muy fácil —como a Montoya en Indianápolis— liderar la camarilla liberal para desbaratar un Referendo tan importante para el país como nefasto para la vieja política.

Así se reafirma una vez más que los políticos no son capaces de hacer la reforma que Colombia necesita y sólo quedan dos caminos igual de malos: una dictadura o una verdadera guerra civil porque de lo que podemos estar seguros es de que este desgobierno no va a parar en nada bueno. Queda la esperanza, muy débil por cierto, de que el Frente Ciudadano por el Referendo Contra la Corrupción, pueda salvar el mecanismo con todas las propuestas inicialmente señaladas que son una verdadera herida de muerte para la vieja clase política.

Y al doctor Serpa, que nos lee, que piense cómo va a resarcirse con los colombianos porque su infidelidad es como la de quien ya no le es infiel a su esposa con la sirvienta sino con el jardinero y, así, es bien difícil decirle ‘Don Horacio’.

Posted by Saúl Hernández

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