La inestabilidad política en la que ha caído Colombia en los últimos días, muy especialmente, se ha convertido en un mal más grave que los verdaderos problemas por cuanto ha desnudado la impotencia del gobierno de Pastrana para aplicar correctivos tanto a las situaciones coyunturales como a las estructurales, y le resta capacidad de liderazgo y cierta legitimidad para tomar decisiones necesarias para sacar al país del abismo. De hecho, como parece enfermo, al Gobierno lo contradice todo el mundo y mientras más lucha en el fango, más se hunde.
Haciendo un breve repaso saltan a la vista muchas situaciones que se han confabulado para empeorar el clima de desgobierno en el que vivimos. La situación carcelaria, con la treintena de muertos en la cárcel Modelo hace escasos 18 días, es un ejemplo. El ministro de Justicia, Rómulo Caicedo, había dicho al posesionarse que iba a solucionar la situación carcelaria «a como dé lugar». Sin embargo, hoy las cárceles siguen fuera de control, las gobiernan los mismos criminales que las habitan y hasta delinquen desde ellas.
En el campo económico, el 25 de abril se anunció que el desempleo nacional llega al 20.2 por ciento. La cifra es alegre porque, sin duda, la realidad es peor. El ministro de Hacienda, don Juan Camilo, lleva dos años hablando de reactivación económica y empleo pero tomando medidas estériles y absurdas. Los mismos promotores de la apertura económica ya han reconocido su fracaso e inconveniencia. Sin un control de las importaciones no habrá empleo y eso lo sabe el Ministro.
En materia de orden público, justo cuando el ELN se comprometió a no bloquear más la autopista Medellín – Bogotá, a no dinamitar torres y a permitir la reparación de las ya derribadas, el 9 de mayo se inició un bloqueo de vías en el Magdalena Medio para impedir que el Gobierno otorgue el despeje de varios municipios para conversar con los elenos.
A un acto de paz se le responde con una estrategia de guerra que la misma guerrilla venía utilizando como es el bloqueo. Pero no es la población la que bloquea, habría que ser muy ingenuo para creer eso; es el paramilitarismo el que se interpone entre la política gubernamental del despeje reteniendo (o secuestrando) numerosos viajeros que han quedado atrapados en la vía por casi una semana.
Como si fuera poco, el 10 de mayo se interceptaron tres buques en aguas colombianas, en la alta Guajira, con cerca de tres toneladas de contrabando. Maicao se sublevó. No son propiamente indigentes que se rebuscan para comer, allá lo que hay es una verdadera mafia del contrabando con décadas de arraigo que ganan cantidades exorbitantes de dinero y se pelean el mercado entre las facciones —árabes, turcos, paisas y guajiros— de mayor poder.
Ellos dejan sin trabajo a miles de colombianos y son desleales ante el país: no pagan impuestos y ese no puede ser un privilegio de nadie. Ante el motín y el saqueo, y la parálisis del tren que saca el carbón del Cerrejón hasta bahía Portete, al gobierno no le queda más que transar y conceder más dispensas a estos delincuentes: dizque entrar textiles para el consumo de Maicao y la reexportación a Venezuela, cuando todos sabemos que esos textiles van a terminar en las calles de las ciudades generando más desempleo.
Para terminar de corroborar que este gobierno es más inestable que una gelatina, ayer domingo Horacio Serpa y un numeroso grupo de congresistas liberales se tomaron la plaza de Palmira y comenzaron a hacer campaña. Precisamente el doctor Serpa que se las sabe todas en el juego de la política, ni corto ni perezoso pero sí muy revanchista, se acordó de los esfuerzos del doctor Pastrana para derrocar al señor Samper y ahora se dispone a aplicarle la misma medicina. Y como el Gobierno está tan débil, incapaz de defenderse, le tocó entregar la cabeza del ministro del Interior, Néstor Humberto Martínez, y traer a Humberto de la Calle Lombana a hablar pasito y a ofrecer en bandeja de plata el Referendo, en el que los colombianos teníamos puestas tantas esperanzas, con tal de salvar a un presidente débil que se atrevió a sacudirle la tarima a los señores de la política y ahora le toca evitar su propia caída. Al fin y al cabo, como dice Nicolás Maquiavelo, «ellos tienen sus preeminencias y el rey no puede quitárselas sin peligrar él mismo».
No queda duda de que la caja de Pandora la abrieron en Colombia hace muchos años, pero hace días botaron el candado en la Casa de Nariño porque todas se juntaron y el viagra para la impotencia del Estado, para la anemia del Gobierno, no está inventada. Hoy más que nunca el río está revuelto y los pescadores, violentos y corruptos, nos han echado el anzuelo.
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