La semana anterior, en San Vicente del Caguán, una delegación internacional le recordó a la guerrilla de las Farc que no puede seguir violando los Derechos Humanos ni el Derecho Internacional Humanitario,  que a pesar del lobby que han desarrollado por años en Europa y de la aquiescencia de ONG como Human Rights Watch y otras que se han vuelto defensoras de oficio de estos criminales, ya el mundo no les come carreta y que el rechazo de la sociedad civil de todos los sectores de la nación —la permanente solicitud del No Más— deja sin piso la idea de ser ejércitos que luchan para liberar al pueblo de una opresión y los configura como unos delincuentes que se anclaron en el pasado y aún pretenden reivindicar el ataque a Marquetalia y las gallinas que le robaron a Tirofijo.

No obstante, ese rechazo mundial no va ayudarnos a salir del conflicto porque aquí no se dialoga con personas obsecuentes; al contrario, la reacción de las Farc no pudo ser más cerril y contumaz, similar a la ira de un adolescente cuando se ve descubierto por otro ante sus superiores. La actitud de los subversivos demuestra una grave inmadurez personal y grupal de su parte, una marrullería  y una sagacidad indígenas que rayan con el descaro y la insolencia; lamentablemente, no se puede razonar con quien carece de gallardía para cumplir compromisos, aceptar sus faltas y dimensionar la realidad, por eso los Diálogos de Paz, hoy, no tienen ningún sentido.

El área de despeje y los 20 meses de negociación, sólo dejan una guerrilla fortalecida militarmente y un país mancillado por las ignominias, aunque también un fuerte desprestigio político de las Farc. Dicen los abuelos que más fácil cae un mentiroso que un cojo y la guerrilla cayó en lo referente a los secuestros de menores. Como si faltaran evidencias para demostrar que las Farc tenían en su poder a Luisa Fernanda Cano en Urrao, la Fiscalía General de la Nación demostró que los niños Andrés Felipe Navas, de tres años, y Clara Oliva Pantoja, de nueve, están en la zona de distensión. Eso no podrán negarlo olímpicamente porque el rastreo de las comunicaciones es de absoluta exactitud, cosa que a fe podría certificar el mismo Pablo Escobar —si viviera—, ubicado por  ‘radiogoniometría’ mientras hablaba por teléfono con su hijo.

La nueva artimaña de Raúl Reyes, que pone cara de sacerdote de pueblo para asegurar que si hay bandidos con secuestrados en la zona ellos mismos colaborarán para meterlos en cintura, es extravagante y chocarrera. Para no hacer tan evidente lo que es tan obvio van a retener a los niños por unos días más y luego van a montar un show con chivo expiatorio incluido al cual achacarle los secuestros o van a aceptar que un comandante de frente lo hizo a motu proprio y le dirán al país que ha sido condenado a la muy grave pena de aprender a leer y escribir.

En el diario El Tiempo de ayer, un empresario que pidió reserva de su nombre narró lo que fue su cautiverio en la zona de distensión y sus encuentros con decenas de secuestrados mientras los movilizaban de un lado para otro en torno del río Duda que atraviesa casi toda el área. Él sabe de 12 personas asesinadas allí y tiene una lista de 200 más  que fueron secuestradas y retenidas en esa región. La denuncia hecha por los obispos de Granada y  Villavicencio, Héctor López y Alfonso Cabezas, en el sentido de que allí hay un «campo de concentración de secuestrados» es una aseveración concluyente.

¿Cómo no creer entonces las demás denuncias? Que asesinaron a 30 gnósticos por creerlos paramilitares, que reclutan a los menores de la zona, que se apropiaron de las fincas de la región, que  usan la zona de distensión para replegarse después de atacar pueblos aledaños, que tienen allí 10 mil hectáreas sembradas de coca, etc., etc., etc. ¿Cómo no darle la razón al general (r) Harold Bedoya, cuando dice que en el Caguán opera una república narcoterrorista?

Dicen que si no recibieron una comisión de la ONU menos van a permitir una delegación del clero, dice Simón Trinidad que allí no van a implementar un programa de sustitución de cultivos porque el área es para dialogar y no para la lucha contra el narcotráfico, dice Iván Ríos que todo es una campaña de desprestigio en contra de la insurgencia y del proceso de paz, dicen muchas cosas. Se burlan del país y aún así hay quienes impugnan el Plan Colombia que porque es para atizar la guerra; bien dice Maquiavelo que las guerras son inevitables. El país clama a la guerrilla que recapacite y nos dé bondadosos gestos de paz antes de llegar al punto de no retorno que nos lance a una guerra civil. Todavía estamos a tiempo.

Posted by Saúl Hernández

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