Aparte de la situación de orden público y la misma recesión económica, el actual gobierno afronta un grave problema financiero que no ha sido aplacado con medidas inteligentes. Por el contrario, el presidente Pastrana está empecinado en tomar decisiones disparatadas que sólo contribuyen a incrementar los problemas del país. Yerra Pastrana al gobernar con un libreto escrito por el Fondo Monetario Internacional como, si acaso, su inteligente ministro Juan Camilo no conociera los perjuicios que desde ya están causando sus tozudas decisiones.
El Estado colombiano está quebrado, tiene un faltante de 12 millones de millones de pesos, alrededor de 6 mil millones de dólares, una cifra realmente escalofriante que representa más del 25 por ciento del presupuesto anual de la Nación. Eso acrecienta el peligro de que el Estado no tenga, dentro de poco, con qué pagar sus obligaciones; por ejemplo, las pensiones de los servidores públicos, el sueldo de los maestros o la misma deuda externa.
El Gobierno le apuesta a la salida de las privatizaciones para paliar el déficit fiscal aunque entre todas las empresas que tiene en venta no pueda recaudar ni la mitad del mismo. Ya le había preguntado Manuel Marulanda a Juan Camilo Restrepo qué va a hacer el gobierno cuando no tenga nada para vender, aunque el viejo Tirofijo carece de autoridad moral para indagar esas cuestiones. Sin embargo, la misma pregunta se hace Armando Montenegro, presidente de Anif, quien era criticado en otras épocas cuando, como director de Planeación Nacional, no mostraba mucho interés en lo social. Lo que pasa es que privatizar es una salida tan mala que en todos los sectores se han prendido las alarmas.
Uno de los factores que permiten catalogar las privatizaciones como un mal negocio es, precisamente, el hecho de que son un muy mal negocio. Las empresas que el Gobierno quiere privatizar no van a venderse por lo que valen ni por una cifra que justifique la pérdida de esos activos, se van a negociar a precios de martillo o de mercado de las pulgas.
El ejemplo de Isa e Isagen es representativo y es aterrador. Basta con mirar cifras de Isa que cualquier cristiano puede consultar en su página de Internet. Sus activos suman 3 billones 243 mil 551 millones de pesos (1500 millones de dólares mal contados), y se sabe con certeza que nadie va a pagar más de 500 millones de dólares por ella. En 1999, Isa obtuvo utilidades operacionales de 227 mil 908 millones de pesos (alrededor de 100 millones de dólares). Eso significa que el comprador puede librar la inversión en 5 años y hasta en menos si desmejora el nivel de inversiones y expansión.
Se nota un afán tan sospechoso por feriar estas productivas empresas que hasta los funcionarios de este Gobierno salen a los medios a decir pendejadas y barbaridades como el Ministro de Minas y Energía, Carlos Caballero Argaez, cuando dijo, el 14 de junio, que si no se privatiza Isagen podría haber graves racionamientos en los próximos años porque se requiere una expansión energética que Colombia no está en capacidad de hacer pero una multinacional extranjera sí.
Resulta que Isagen apenas produce el 14 por ciento de la energía del país y, sin intervención foránea, la Nación acaba de entregar Urrá II, las Empresas Públicas de Medellín están terminando Porce II y el gobierno de Antioquia está empeñado en sacar adelante el proyecto Ituango – Pescadero que proveería más energía que Guatapé o El Guavio. El informe anual de Isagen de 1999, asegura que el país tiene «exceso en la capacidad de generación», entonces ¿por qué al Ministro y al Gobierno les acosa justificar a toda costa las privatizaciones? ¿Está el Ministro detrás de la comisión como en su momento lo estuvo Valenzuela con Enron?
El hueco fiscal no se va a tapar vendiendo la ‘dote’ así como los pobres no salen de la olla empeñando la plancha, esas son soluciones temporales de consecuencias impredecibles. El saneamiento de las finanzas estatales exige la refinanciación de la deuda externa cuyos compromisos de pago arrastran con el 40 por ciento del presupuesto nacional y no deja un margen favorable de inversión. Lo otro sería adelgazar el Estado y no sólo ser muy pulcros en el manejo de los recursos sino verdaderamente moderados en el gasto público, no como el pudoroso Juan Camilo que en el último año se ha gastado, en su Ministerio, 10 mil millones de pesos en gastos suntuarios. Así no hay bolsillo que aguante.
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