El incidente del aeropirata de las Farc no ha sido el más grave del proceso de paz; han sucedido cosas peores como el uso de la zona desmilitarizada para el albergue de secuestrados, su utilización como plataforma de lanzamiento de devastadores ataques a pueblos humildes y muchas más. Sin embargo, éste ha puesto a tambalear el proceso porque es la gota que rebosó la copa, de ahí que se levanten voces en contra de la zona desmilitarizada y del proceso mismo.

Carlos Lozada, vocero guerrillero, dijo que el proceso agoniza luego de anunciar, de manera oficial, que Arnubio Ramos no sería entregado a la justicia de la que escapó. Además, no dudaron las Farc en señalar que si el proceso termina sería sólo por falta de voluntad política del Gobierno y no por alguna infracción del grupo guerrillero hacia una zona que se despejó para hablar de paz y donde no pueden omitirse las faltas a la Ley.

Al escuchar a los voceros del grupo subversivo, no se entiende si sus declaraciones son fruto de la insolencia que los caracteriza o si acaso se debe a lo que la Chiva Cortés llamó hace poco falta de traductores o ausencia de un idioma común. No obstante, hay una idea coherente en las declaraciones de los subversivos: no tiene sentido que entreguen a uno de los suyos a un Estado que no sólo desconocen sino al cual combaten. Y tienen razón cuando dicen que si Ramos se escapó fue porque el Inpec es corrupto y facilitó su fuga, como también facilitó la de William Antonio Marín Cano, alias Hugo, jefe del frente 22 de las Farc y máximo secuestrador del país, que se fugó el sábado 16 de septiembre apenas un mes después de su captura.

El Inpec no sólo es símbolo de corrupción sino de la ineficacia del Ministerio de Justicia y del Gobierno de Pastrana, de la inoperancia del ministro Rómulo González quien, el día de su posesión, dijo que iba arreglar el problema carcelario ‘a como diera lugar’. Aun así, este funcionario ha sido un perfecto inútil para diligenciar la construcción de quince penitenciarías con los 380 mil millones de pesos destinados para ello desde hace casi dos años y que deben estar engordando las cuentas privadas de algunos funcionarios. A estas alturas debería tener listas siete cárceles y el resto en ejecución, pero sólo ha construido la de Valledupar y ni siguiera se han licitado las otras.

Pero eso no es todo: falta mucho para ver un Ministro de Justicia con pantalones que le dé fin de una vez por todas al desbarajuste de las cárceles colombianas adoptando medidas que den el orden requerido para recuperar el dominio de las prisiones. Alguien que elimine los privilegios de los presos ricos, que instituya el uniforme obligatorio, que implemente programas –académicos, laborales, deportivos y culturales– para rehabilitación de los reclusos, que desbarate las mafias internas, combata la corrupción de los guardianes y regularice las visitas, impidiendo además el contacto físico entre presos y visitantes que es la raíz de todos los males, males visibles que nunca han sido corregidos.

El sistema carcelario es uno de los factores más importantes para la estabilidad de un país, no se puede combatir la impunidad cuando se sabe que no habrá cárcel inviolable o desde la que no se pueda seguir delinquiendo, incluso por teléfono como lo vienen haciendo desde las prisiones colombianas. Tampoco se le pueden pedir resultados a las autoridades cuando no hay adonde meter tanto malandrín. El hacinamiento de los penales y las estaciones de policía es infame, al igual que las normas emitidas para descongestionar estos centros; la Ley se negocia porque el Ministro es incompetente.

Para sacar adelante el trance del aeropirata hay que escuchar las voces que han tratado el tema con más calma. El Presidente dijo que había que darle a la paz la misma paciencia que se le ha tenido a la guerra. Horacio Serpa propuso hacer el canje de presos de la guerrilla por los militares y policías secuestrados por una sola vez, y Antonio Navarro Wolff sugirió que Arnubio Ramos sea entregado a un país amigo hasta que terminen las conversaciones de paz como salida a este obstáculo.

Cosas diferentes reclaman otras voces. El Fiscal General de la Nación dice que es debido ir al Caguán a capturar a Ramos y la senadora Claudia Blum va más allá: pide una ‘persecución en caliente’, como si se tratara de ingresar a un país vecino tras un delincuente. Y es que, en realidad, el Caguán parece ser otro país, pero un país enemigo. Por eso Álvaro Uribe Vélez propone entregarle el control de la zona desmilitarizada a las Naciones Unidas para que una fuerza multinacional de paz garantice no sólo el cumplimiento de los acuerdos sino también que no sucedan hechos lamentables que puedan dar por terminado el proceso de paz.

Aunque los colombianos estamos cansados de unos grupos subversivos que no representan a nadie y se atribuyen el derecho de darnos un país más ‘justo’, es necesario ahora que soportemos un poco más y hagamos un último intento por lograr la concordia, empezando por el cese al fuego. Estamos a tiempo de detener una confrontación total en la que no habrá vencedores porque todos saldremos derrotados. Incendiar es muy fácil, basta una chispa.

Posted by Saúl Hernández

Deja un comentario