Ya antes de los lamentables hechos del fin de semana, el bloqueo a la marcha de Horacio Serpa Uribe hacia el Caguán y el asesinato de la folclorista Consuelo Araújo Noguera, el próximo cumplimiento del plazo de la Zona de Distensión y la propuesta de paz de la comisión de notables estaban causando revuelo. Precisamente para echar un salvavidas al cadáver que va río abajo —el cadáver del proceso— unos ‘notables’ lanzaron una propuesta que en apariencia, refleja el sentir de todos los colombianos: Cese de fuego bilateral entre las Farc y el Estado por seis meses, cesación de los secuestros y las extorsiones, asamblea nacional constituyente para dejar en firme los cambios sociales, económicos y políticos que la subversión exige para desmovilizarse y, finalmente, la dejación de las armas.
Con cierta ingenuidad, Ingrid Betancur dijo que “¿cómo no puede estar uno de acuerdo?”. Sin embargo, no hay muchas razones para ver esa propuesta con optimismo y sí muchas para el recelo. En primer lugar la propuesta no viene propiamente de ‘notables’, por algo sería que se retiró de ésta Ana Mercedes Gómez, directora de El Colombiano y persona distinguida por la seriedad y coherencia de sus planteamientos. Los llamados notables son Carlos Lozano Guillén, director del semanario comunista Voz, un profesor de nombre Alberto Pinzón y el ex magistrado Vladimiro Naranjo, todos de franca orientación izquierdista y pro guerrillera.
Pero eso no es lo malo, lo malo es que la propuesta no difiere en mucho de otras que le han sido presentadas a la guerrilla, desde diversos sectores, en los últimos tres años y que las Farc ha desechado con toda clase de argucias. Ahora que el plazo de la Zona va a vencerse y cuando no hay muchas razones para prorrogarla —excepto en la mente perturbada del presidente Pastrana—, las propuestas sí les parecen viables y le quieren hacer creer al país que en tres meses escasos se van a elegir unos constituyentes que van a sesionar seis meses para que Colombia esté arreglada antes del 7 de agosto.
Pastrana debe estar soñando con una gloriosa reelección a la luz de la nueva constitución (engendro) que resulte de esa asamblea donde además quieren tener participación igualitaria como si acaso representaran al 50 por ciento de la población colombiana, e instigando esta carta política con el fusil en la mano, algo mucho peor que lo de 1991 cuando los extraditables presionaron con bombas, amenazas y secuestros para impedir que se aprobara la extradición. En la asamblea que pretende las Farc se insinúa la instauración de un estado totalitario donde desaparecen muchos de los derechos civiles, donde se reestructuraría el concepto de ‘propiedad’ con todas sus implicaciones y se podría incurrir en un choque de intereses con el mundo globalizado llegando a parecernos más a Cuba o Afganistán que a modelos más cercanos y deseables como Chile o México.
Sin embargo, el ejercicio de pensar a Colombia después de negociar con las Farc, dándoles todas las ventajas y el control de la reestructuración del Estado es inútil, pese al anhelo de silenciar los fusiles de las organizaciones terroristas. En primer lugar porque la guerrilla no tiene apoyo ciudadano ni lo tendrá coartando las libertades de un pueblo indisciplinado e individualista, ni encerrándose en modelos anacrónicos que ya fenecieron con estrepitoso fracaso; y en segundo lugar porque el país debe haber madurado lo suficiente como para creer en el repentino interés de cesar el fuego y los secuestros y el reclutamiento de menores y el chantaje 002.
Es que precisamente huele a chantaje lanzar esa propuesta diez días antes de cumplirse el plazo de la Zona de Distensión, un chantaje muy bien pensado por las Farc en su estrategia de dilatar los acontecimientos, de ganar tiempo para fortalecerse militarmente mientras se amarran de pies y manos sus enemigos. Eso opina Noemí Sanín que ha pasado desde tiempos de Belisario con el agravante —según Sanín— de que ahora no se sabe de dónde disparan y así muy fácil para que las Farc tire la piedra y esconda la mano.
En la propuesta se establece que los frentes de las Farc permanecerían en sus zonas de influencia mientras las Fuerzas Armadas irían a los cuarteles o a combatir a los grupos paramilitares y eso demuestra una clara ventaja militar para la guerrilla que el país no puede ni debe conceder pues tales frentes, durante la constituyente, penderían como espadas de Damocles sobre las cabezas inermes del pueblo, como factores de coacción para imponer sus exigencias, y eso sería nada más y nada menos que entregarle el país a un grupo terrorista en bandeja de plata.
Ahora, el bloqueo a la marcha de Serpa al Caguán fue una verdadera majadería que probablemente no iba a ir más allá de lo anecdótico, no se parece, ni de lejos, a verdaderas atrocidades que se han cometido en esa zona. Aún así representa la violación de la palabra de las Farc —una vez más—, al faltar a la promesa de mantener la Zona abierta al libre tránsito de los colombianos, aunque por propia cuenta y riesgo. Por eso desde el sábado lo que comenzó a tomar fuerza en la mente de los colombianos es la pregunta de ¿para qué la prórroga? ¿Para qué la Zona de Distensión si ésta en tres años no ha arrojado ningún resultado positivo?
El asesinato de Consuelo Araújo Noguera no es un crimen cualquiera. La guerrilla secuestró y asesinó a una de las más importantes líderes cívicas y culturales de la Costa Atlántica, ex ministra del actual Gobierno y esposa del Procurador General de la Nación, Edgardo Maya Villazón. Independientemente de sus cualidades personales, no mataron a cualquiera; y mirando la persona, definitivamente no era cualquiera. Después de este despropósito no puede haber más proceso de paz, ni Zona, ni prórroga.
Si agregamos los incidentes del confeso guerrillero de las Farc, Diego Fernando Serna Alzate, quien iba a atentar contra el candidato Álvaro Uribe Vélez y que el 4 de mayo pasado, actuando como escolta del presidente venezolano Hugo Chávez, tenía la misión de asesinar al presidente Andrés Pastrana en una visita al Museo Nacional, es evidente que el ambiente está enrarecido.
No nos digamos mentiras: en el Gobierno de Pastrana no ha existido proceso de paz alguno, Pastrana pasó de la bondad a la tontería y el país terminó perdiendo en un proceso que se hizo para que todos ganáramos. Los defensores de la guerrilla andan diciendo que si se acaba el proceso habrá una guerra total pero nada hay peor que morir amarrado, ya es hora de que el país enfrente a la subversión en el terreno de guerra que ellos siempre han propuesto. Colombia entera ganará. ·
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