El próximo miércoles 31 de enero, finaliza la prórroga que dio el Gobierno de Pastrana para mantener la zona de distensión. Hay quienes dicen que si se suprime el despeje y se cancelan los diálogos de paz, pasarán cinco años antes de que se tenga una nueva oportunidad de dialogar con las Farc, después de Dios sabe cuántos muertos, pero ha crecido como espuma, entre la opinión pública, el sentimiento de que no se puede dialogar con quienes nada ofrecen a cambio.
Para que el presidente Pastrana prorrogue de nuevo la zona de distensión sería necesario, primero que todo, tener activos unos diálogos de paz que están congelados desde mediados de diciembre, cuando las Farc exigió una lucha frontal del Estado contra los paramilitares. También sería lógico y sensato sopesar si los dos años de conversaciones arrojan resultados positivos, honradamente hablando, sin ese embeleco de que tener una mesa ya es un avance.
Pero ni lo uno ni lo otro. El Caguán ha incrementado todo lo que se quiso frenar civilizadamente partiendo de esa premisa aparente de que la guerrilla no puede tomarse el poder ni el Estado vencerla. En vez de menos hay más secuestros, más pueblos arrasados, más inocentes asesinados, más desplazados, más colombianos exiliados, más capitales fugados, más pobreza y más dolor. Luego, ¿cuáles diálogos?
En dos años de conversaciones no se ha pactado nada que valga la pena. Las llamadas audiencias públicas han sido un verdadero circo donde se ha hablado de lo divino y lo humano por boca de una jauría de mentecatos que, amén de cinco minutos de sandeces, han contribuido, como idiotas útiles, a legitimar la zona de despeje, al igual que el grueso paquete de industriales y políticos que han ido por la foto y el pasaporte antisecuestros para enseñar en las pescas milagrosas. De los extranjeros que han venido de safari, ni hablar.
La negociación ha tenido mucha vitrina pero pocos acuerdos, a duras penas se está hablando ahora de intercambio humanitario y pare de contar. Se especula con la paz igual que si fuera un bulto de papas. El Gobierno ha sido incapaz de llevar a la mesa los temas vitales de la guerra, y la guerrilla ha sido sorda al clamor nacional e internacional para que se acoja al Derecho Internacional Humanitario porque lo considera un ‘concepto burgués’ y en esas se la han pasado por la intransigencia de los subversivos y por la falta de audacia y entereza de un Gobierno bienintencionado pero desorientado e indeciso.
Pastrana va a extender el plazo de la zona de distensión hasta el 7 de agosto de 2002, día en que termina su mandato, porque acabar con esta obra de teatro sería su peor fracaso y, como sabemos, aquí se vive de la imagen y no de los resultados. Su insistencia lo dejará como el adalid de la paz y aspirando al Nobel, no importa cuánta gente muera ni qué demencia nueva se inventen estos enfermos para atribularnos.
Y dicen que la arremetida guerrillera sería tan brutal si se rompen las conversaciones que el Gobierno no va a asumir la responsabilidad de amanecer el jueves en plena guerra. Sólo queda entonces pedirle al señor Pastrana que otorgue la prórroga pero a cambio de algo, de un acuerdo para humanizar la guerra por lo menos. Lástima que tenga el tiempo en su contra porque mientras Tirofijo vive en la eternidad del campo, con su toallita al hombro, al Presidente sólo le quedan 48 horas para decidirse. La paz contra el reloj. ·
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