La sobriedad y la mesura con las que Álvaro Uribe Vélez ‘celebró’ su elección como nuevo presidente de Colombia, para el periodo presidencial 2002-2006, son una muestra de su talante disciplinado y del cambio de estilo que se avecina en cuanto a la manera de gobernar a Colombia. Atrás quedaron los discursos altisonantes, las risas, las muecas de alegría y arrogancia, las manos en alto haciendo la ‘V’ de la victoria, como concientes de haber ganado un botín. Ser presidente de Colombia no es un triunfo y Álvaro Uribe Vélez lo sabe, no es algo que pueda celebrarse si se es refinado y el nuevo presidente lo es.

Las elecciones transcurrieron en la más completa calma que puede pedirse a un país sitiado por los violentos. Apenas unas cuantas poblaciones de los 1.090 municipios que tiene Colombia contaron con algún problema para que sus habitantes votaran. En menos de diez pequeños municipios las elecciones no se pudieron llevar a cabo o se suspendieron o no se escrutaron por el robo de las urnas por parte de guerrilleros de las Farc. Once millones y medio de colombianos fueron a las urnas a pesar de las reiteradas amenazas de la guerrilla y las supuestas advertencias de los paramilitares.

Hasta curiosidades impensables se presentaron. El candidato liberal Horacio Serpa ganó las elecciones en el Departamento de Córdoba, fortín de los grupos paramilitares que según sus propias denuncias apoyaban al hoy presidente electo. Uribe triunfó en toda Colombia, a excepción de varios departamentos de la Costa Atlántica, Santander (cuna de Serpa) y el Chocó, donde se registró la reciente masacre de Bojayá por parte de las Farc. En Antioquia, su departamento, Álvaro Uribe Vélez ganó abrumadoramente gracias a la brillante gestión que realizó como gobernador entre 1995 y 1997. También fue abrumadora su ventaja en Bogotá y en los departamentos del Valle y Caldas. Obtuvo, en total, una votación de 5 millones 900 mil votos en cifras redondas.

Aunque se ha dicho reiteradamente que su victoria fue amplia y contundente, con el 53 por ciento  de la votación en la primera vuelta, se ve apenas normal si se considera que como candidato, Álvaro Uribe Vélez llegó a superar el 60 por ciento  de intención de voto en las encuestas justo antes de que se emprendiera una campaña de difamación en contra suya. Al contrario de lo que muchos piensan el Partido Liberal está más vivo que nunca y dispuesto a seguir devorando el presupuesto nacional. Así lo demuestran los 3 millones 500 mil votos del doctor Serpa. Difícil será la tarea del señor presidente para reformar la política y, concretamente, el Congreso de la Republica, históricamente la institución más corrupta del país. Allí se repetirá la oposición antipatriótica que en su momento hizo el doctor Serpa ante el presidente Pastrana.

Desde ya los partidos vuelven a sus viejas andanzas. El Partido Conservador reclama su parte en la victoria de Uribe y pide la presidencia del Senado; los liberales serpistas se oponen a que el presidente electo sea el líder natural del partido, cosa que al mismo Uribe poco o nada le interesa. La clase política tradicional da muestras de no entender que el nuevo presidente no es de su estirpe, que no ha llegado por casualidad ni por turno, ni por sustracción de candidatos. En los últimos cien años, cuatro hombres (por lo menos, tal vez hay otros) se labraron un destino lleno de convicción de un mejor futuro para la patria: Rafael Uribe Uribe, asesinado en 1914; Jorge Eliécer Gaitán, asesinado en 1948; Luis Carlos Galán, asesinado en 1989; y el hoy electo presidente Álvaro Uribe Vélez, quien por poco se queda sin votar el domingo por razones de seguridad. Aún no se posesiona y de sus ideas y de la unidad que se dé en torno suyo depende el futuro de Colombia.

Que nadie se equivoque más en relación con sus propuestas, ni es Nerón ni va a incendiar a Colombia. No habrá ‘guerra total’ peor de la que ya se está viviendo, de la que se ha vivido en los últimos 18 años con 30 mil asesinatos en promedio anual. No habrá un millón de colombianos armados agudizando el conflicto como tan equivocadamente lo señalan los medios de prensa en el extranjero. La propuesta no es crear un ejército civil sino una red de información. Pero, si llegase a armarse un millón de civiles en Colombia será simple y llanamente porque tenemos derecho a defendernos y aún un Ejército con 200 mil hombres será insuficiente para llegar hasta el último rincón de la patria e impedir que los colombianos de bien sigan siendo masacrados.

El domingo triunfó en Colombia la democracia, a pesar de la abstención tradicional cercana al 50 por ciento. Apatía, indiferencia, ignorancia, incredulidad, hastío… muchas son las razones de la abstención, lo que es cierto es que no es nueva y sigue siendo un lunar de las contiendas electorales de Colombia. La Registraduría Nacional también triunfó con un rápido y confiable escrutinio que eliminó los fantasmas de la jornada irregular del 10 de marzo pasado. La Fuerza Pública ganó porque contuvo efectivamente las intenciones de los terroristas y garantizó el derecho al voto en el 99 por ciento  del territorio nacional.

Con el discurso del domingo, Uribe empezó bien su tarea de gobierno. Llamó a la reconciliación nacional, le pidió al Banco de la Republica que revise viejos axiomas que han impedido la recuperación del empleo, advirtió a los organismos multilaterales de crédito que Colombia ha sido cumplida para pagar la deuda externa pero no para pagar la deuda social que tiene con los pobres, es hora de pagar ésta. La ratificación de Luis Alberto Moreno como embajador en Washington es otra muestra de que este gobierno no va a repartir puestos por cuota burocrática. Hay un asomo de luz en el túnel, hay esperanza cuando un líder que sabe de memoria igual poesías que tratados de economía, dice en su hora cumbre:«No me las sé todas».

Posted by Saúl Hernández

Deja un comentario