Cuando los colombianos creímos que el presidente Andrés Pastrana se había amarrado los pantalones y estaba dispuesto a cancelar la zona de despeje nos llevamos otra sorpresa: cedió de nuevo por tan poco que a pesar de haber una fecha límite para definir si hay o no hay cese del fuego y hostilidades y de que la comunidad internacional se vinculó más activamente con el proceso, quedamos en las mismas: más dilaciones, más cinismo, más barbarie.
El Proceso de Paz ha sido una experiencia negativa, ni los más optimistas se comen el cuento de que tener una mesa de diálogos es, de por sí, un logro. Las Farc han demostrado hasta la saciedad la más nula voluntad de paz y un vulgar desprecio por el ofrecimiento del Estado entero y la Sociedad de llegar a una paz negociada. El 7 de enero de 1999, Marulanda dejó su silla vacía por “razones de seguridad” inexplicables en una zona controlada por él. Ese mismo día se vivió una escena premonitoria: guerrilleros acuchillando una bandera de Colombia inmensa que era azotada por el viento. Otro símbolo inquietante ha sido el de los fusiles de los negociadores sobre la mesa de diálogo a manera de pisapapeles.
La palabra también ha sido más que elocuente. En medio de los diálogos el Mono Jojoy fue enfático en afirmar que la guerra no se terminaría nunca, que cuando su revolución triunfe vendrá la guerra contra los gringos. Más recientemente Simón Trinidad le dijo a un medio español que las Farc no busca la paz sino el poder total. De palabra deshonran el proceso y el deseo de los colombianos y luego se muestran ofendidos si el Presidente los llama terroristas, si los militares les dicen bandoleros o si los medios los tratan de asesinos.
Los símbolos y el discurso son refrendados por los hechos, la realidad ha sido contundente: ni un solo acto de paz en tres años. La liberación de soldados fue un trueque por terroristas presos, primó el secuestro y la destrucción de pueblos, la masacre de policías en franca desventaja numérica y los ‘daños colaterales’ contra la población civil. Ni siquiera el niño Andrés Felipe pudo ver a su padre antes de morir.
En materia de acuerdos no hubo nada; es más, el llamado acuerdo de San Francisco de la Sombra es la propuesta más oscura que ha podido firmar el Estado colombiano por cuanto intenta posibilitar una Asamblea Constituyente en la que la mitad de los miembros serían guerrilleros de las Farc. Ni el asesino Pablo Escobar pretendió tanto en 1991 y con sólo algunos constituyentes comprados y otros amenazados logró que se prohibiera la extradición de colombianos y que se hicieran viables los decretos de colaboración con la justicia y rebaja de penas. Si los terroristas conforman la mitad de una Constituyente pronto tendremos estatuas de Lenin y el Che remplazando las de Bolívar y un estado terrorista totalitario a la manera del talibán.
Ya es definitivo que triunfó la tesis de los mal llamados ‘guerreristas’, aquellos que han sido criticados por su objetividad y sensatez, por aceptar que la ilusión y la verdad no marchan de la mano, que el deber ser de la paz no dependen del Estado y la Sociedad Civil sino de unos grupos terroristas que no están dispuestos a ceder y, por el contrario, han decidido arrasar con quien se interponga en sus propósitos.
Ya no debemos hacer más caso a los guerrilleros disfrazados con piel de oveja que se rasgan las vestiduras solicitando que se evite la confrontación; es decir, creando confusión entre la opinión pública para que el Ejército legalmente constituido no ejecute las acciones para las que fue creado, para que no defienda a los colombianos con el argumento de que quienes piden la guerra no mandan a sus hijos al frente de batalla ni se quedan en el país para esperar a recoger las cenizas.
La guerrilla, hoy, es el enemigo común de todos, pobres y ricos por igual y habrá que hacerles entender por la fuerza que no les hemos pedido su revolución ni su modelo comunista importado y que podemos transformar a Colombia por las buenas, construyendo y trabajando con reglas claras e instituciones firmes, y como con terroristas no se negocia hay que reforzar nuestro Ejército y abrirle los brazos a la ayuda internacional venga de donde venga porque ya estamos mamados de un presidente bobalicón que muestra el reloj pero se deja ver todo debajo de la falda. ·
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