El próximo domingo 10 de marzo se cumple la cita electoral para elegir senadores y representantes del Congreso de la República (102 senadores: 100 por circunscripción nacional y 2 por minorías étnicas; y cerca de 166 representantes a la Cámara), en medio de un ambiente enrarecido por el secuestro de varios congresistas por parte de las Farc, el apoyo y/o la censura de las Auc hacia ciertos candidatos y el asesinato de la parlamentaria Martha Catalina Daniels, figura muy cuestionada por prácticas corruptas y politiqueras, y esposa del gerente liquidador de Foncolpuertos, responsable de la corrupción que se presentó allí.
El abanico de candidatos es muy amplio pero deja mucho qué desear. Hay 322 listas para el Senado y 906 para la Cámara; cerca de 10 mil colombianos aspiran ser elegidos. Los programas de gobierno de la mayoría de candidatos da tristeza, se limitan a coger un caballito de batalla cualquiera, y articular una verborrea insulsa acerca de las leyes que van a impulsar para arreglar el problema de un plumazo. Los aspirantes a repetir curul —salvo contadas excepciones— no tienen sino majaderías qué exhibir en sus hojas de vida, como ponencias de leyes intrascendentes y absurdas: la del Peluquero, la del Tejo como deporte nacional, la de la pornografía infantil, etc.
Lamentablemente, el Congreso sigue siendo un botín de avivatos y verdaderos ladrones que van tras los contratos y la repartición del poder que se focaliza allí. La relación entre el Ejecutivo (Presidencia de la República) y el Congreso se prostituye con la entrega de fortines burocráticos (embajadas, ministerios, institutos descentralizados, etc.) y dinero (llámese auxilios parlamentarios o cupos indicativos) a cambio de apoyo irrestricto a las decisiones de Gobierno, no importando su inconveniencia para el país.
De otro lado, las personas que se suponen honestas por ser ajenas a la política —caso Gordo Benjumea, María Isabel Urrutia, Oscar Borda, Hugo Patiño—sólo tienen el interés de capitalizar su popularidad para devengar los jugosos sueldos de congresista y, principalmente, para adjudicarse las suculentas pensiones a que tienen derecho por participar en un sólo periodo legislativo. Estas personas, además, no tienen ni la más mínima preparación para desempeñarse de manera óptima como legisladores y le hacen un grave mal a la democracia al autonombrarse voceros de grupúsculos como los actores, humoristas o deportistas —por quienes aseguran que van a trabajar—, pues la Constitución establece que el interés de las mayorías debe primar, de ahí que los estamentos democráticos no deban llenarse de representaciones minoritarias pues todos somos iguales ante la Ley. La multiplicación de aspirantes entre gentes del común y de la farándula nacional se ve impulsada por el desprecio generalizado hacia la clase política tradicional. Aunque el paso de estas personas por corporaciones públicas ha sido decepcionante.
De los políticos tradicionales sólo unos pocos nombres se salvan por su ejemplar trayectoria política y por el desempeño incuestionable que han tenido en estas corporaciones cuando han participado de ellas, ajenos al manejo irregular de dineros, al turismo parlamentario, al ausentismo. Algunos han sido valientes al denunciar la corrupción dentro y fuera del Congreso y un buen número de ellos está dispuesto a hacerse un harakiri político para que el Congreso sea reformado a fondo junto con las demás instituciones políticas.
A riesgo de cometer la injusticia de olvidar algún nombre se pueden mencionar como dignos depositarios de nuestros votos a Antonio Navarro Wolff, Gustavo Petro, Hernando Carvalho, Juan Martín Caicedo, Germán Vargas Lleras, Enrique Gómez Hurtado, Rafael Pardo y Javier Cáceres Leal.
No obstante, el voto en blanco cobra especial relevancia este domingo en la aspiración nacional de reformar el Congreso. Hasta uno de los políticos más corruptos de Colombia, Fabio Valencia Cossio, lo advirtió el 7 de agosto de 1998, en el discurso de posesión del presidente Pastrana: «O cambiamos o nos cambian». Sólo un candidato presidencial —que para fortuna lidera las encuestas— se ha comprometido con la transformación del Congreso de la República, la que llevará a cabo con el concurso de los buenos políticos independientes y con el aval del pueblo en las elecciones del 26 de mayo.
Por eso las elecciones del domingo serán un ejercicio estéril, a los elegidos les será revocado el mandato para adelgazar el número de congresistas, reducir sus dietas, mejorar la mecánica electoral, impedirles el manejo de dineros, etc. Por eso, si no va a votar por los buenos candidatos, hágalo en blanco o no vote; el Congreso que se elija el domingo va a nacer muerto. ·
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