Dice el filósofo Marco Palacio, ex rector de la Universidad Nacional, que en nuestro país al presidente le toca regatear con los poderes legislativo y judicial, con los medios de comunicación y la opinión pública (El Colombiano, septiembre 29 de 2002). Es así como vemos ahora que al Referendo toca darle un tratamiento especial para que no se convierta en otro intento fallido. El presidente Uribe Vélez se ve obligado, incluso, a ceder a sus principios para proponer la prolongación del mandato de los alcaldes y gobernadores por un año, cosa que en su campaña presidencial había negado ante la Federación Nacional de Alcaldes. También le han colgado al Referendo la penalización del consumo de drogas, ideas ambas con el fin de convocar el gran número de electores que requiere este mecanismo que aún no se ha estrenado.
En el Referendo debe participar el 25 por ciento del censo electoral, estimado éste en 24 millones de electores. Es decir, deben votarlo 6 millones; y la aprobación está dada por la mitad más uno de los votos, o sea un mínimo de 3 millones de votos más uno. Ese es el primer enemigo que enfrenta el Referendo: no es un candidato de carne y hueso con clientelas amarradas; todo lo contrario, serán las clientelas de los políticos corruptos —que aún son mayoría en el Congreso— quienes se encarguen de votarlo negativamente para enterrarlo.
Otro enemigo del Referendo es la multiplicidad de temas y la gran cantidad de preguntas. Ya el Gobierno había abierto la brecha con el tema de eliminar el servicio militar obligatorio, el cual fue desechado. Se percibe en el equipo del Presidente un gran interés por incluir temas que convoquen a los electores para evitar la defunción del proyecto, y es paradójico porque el tema que más convoca, como es la revocatoria del Congreso, ni siquiera puede tratarse porque ese mismo estamento es el que por ley debe aprobar el texto del Referendo, he ahí un imposible.
Hoy existen alrededor de veinte preguntas y el Congreso quiere anexar más para que el lastre lo hunda. Ya se habla de poner a consideración de los electores la fumigación de cultivos ilícitos, bajar el IVA del 16 al 9 por ciento, reducir el impuesto de renta, reglamentar la acción de Tutela, cerrar la Corte Constitucional, etc. Esto no tiene otro fin que sepultar un Referendo que contiene buenas medidas de reforma a las costumbres políticas y contra la corrupción administrativa. Pero, dado el analfabetismo e ignorancia de la mayoría de la población colombiana, la cantidad de preguntas y su redacción van a provocar el colapso. Hay quienes dicen que las preguntas están «macabramente» redactadas para conducir la respuesta obligando a un sí rotundo, pero su falta de claridad y concisión hacen pensar, en cambio, que habrá confusión en muchos electores que no van a entender el sentido de las preguntas y cuál es la respuesta que le conviene al país. Eso sin hablar de la apatía general que tan desconcertante cuestionario va a provocar entre la opinión pública haciendo que miles de personas no voten.
Si bien el articulado del Referendo no es tan bueno como esperaban algunos expertos tampoco es tan malo como dicen sus detractores. Con él se logrará una reforma política muy práctica, abarcando aspectos que han generado controversia en el pasado y que la opinión pública ha exigido corregir. Aún no se sabe claramente qué tanto se reducirá el Congreso pero se implementarán fuertes castigos: perderán su investidura por la inasistencia a diez reuniones plenarias o de comisión en un mismo período de sesiones; por la violación del régimen de financiación y publicidad de campañas electorales; por la negociación de votos; por participar en prácticas de trashumancia electoral; por intervenir indebidamente en el manejo, dirección o utilización de recursos del presupuesto; por gestionar nombramientos de servidores públicos o selección de contratistas y por no declarar el conflicto de intereses al participar en el trámite o aprobación de proyectos de ley que beneficien a aportantes de sus campañas.
El voto nominal, o sea público y no secreto, será un control franco para saber en qué anda cada congresista; impedirá meter micos y aprobar leyes inapropiadas para el país. No habrá suplencias, se acaban los carruseles; sólo habrá remplazos definitivos por muerte, incapacidad absoluta para el ejercicio del cargo o renuncia justificada. Además se prohíben los auxilios parlamentarios, no importa cómo se llamen. Habrá muerte política para cualquier persona condenada por corrupción y no podrán, los congresistas, participar en la administración de dineros del Congreso de la República.
Los temas que han quedado por fuera, que eran esperados por muchos analistas para lograr una reforma más profunda, son, entre otros, la desaparición de las asambleas departamentales, la reducción de los concejos municipales y la eliminación de salarios de los concejales —entidades ambas, inútiles y costosas—, las listas únicas de partido en las elecciones para corporaciones públicas, el fortalecimiento de las normas de creación y supervivencia de partidos, y la cifra repartidora que elimine los elegidos por cociente y residuo.
Un tema que el Presidente necesita incluir es el de la congelación del gasto público por dos años. Es una necesidad fiscal que tiene por objeto alejar un poco la posibilidad de caer en una crisis como la de Argentina, cosa muy factible. Los politiqueros, encabezados por Horacio Serpa Uribe, se hacen los de la oreja mocha y no oyen razones vitales para el país porque no les conviene el congelamiento, ellos viven de lo que pellizcan del presupuesto, de las transferencias y las regalías que van a las regiones. Hoy ha dicho el procurador, Edgardo Maya Villazón, que en el departamento de Arauca, en los últimos diez años, se robaron 2 billones de pesos; y no es una excepción, así es en toda Colombia.
El Referendo no puede hundirse, es una herramienta que de ser bien usada puede ser muy útil para Colombia; ¿qué tal incluir el tema de la pena de muerte para delitos execrables? El domingo, en Bogotá, un hombre mató a su esposa, a su suegra, a sus dos hijos y a una sobrina. Así como el Congreso merece ser revocado, para ese monstruo la pena no puede ser otra.