En momentos en que el país se veía sorprendido por una supuesta carta de Tirofijo a los militares en la que los convoca a negociar una salida pacífica al conflicto, los elogia e intenta enemistarlos con el presidente Uribe por su ‘desconsideración’ hacia el Ejército Nacional, ha surgido una polémica a raíz de la muerte trágica de Clara Rueda, periodista económica del diario El Tiempo. Ya en el pasado han ocurrido hechos similares cuando ciudadanos insensatos se han negado a detenerse en retenes policiales, militares, paramilitares y guerrilleros, queriendo ignorar el poder de las armas y de quienes las poseen. Sin embargo, este caso es distinto.
El comportamiento de la mencionada periodista y su novio, Rodrigo Mora Hernández, fue un comportamiento antisocial y de carácter delictivo: no contentos con estar embriagados y conducir un automóvil a alta velocidad con el peligro que ello implica para ellos y para terceras personas que circulan por la vía, se negaron a detenerse y a pagar en dos peajes, trataron de engañar a un bombero de una estación de gasolina pagándole con dos mitades de billetes que no correspondían entre sí y al no serles recibidos huyeron sin cancelar la cuenta de 19 mil pesos. Notificadas las autoridades, la pareja de ‘ilustres ciudadanos’ se negaron a detenerse en un retén policial, donde un patrullero disparó una escopeta con la mala fortuna de ocasionarle una herida mortal a la periodista.
Si bien la Policía aduce que el conductor del vehículo trató de arrollar al agente y que éste disparó en defensa propia hay que señalar con determinación que los únicos culpables de este incidente son la occisa y su novio, delincuentes en fuga que se resistieron al arresto de las autoridades. El caso deja en claro que la Policía no tiene la preparación ni el equipo adecuado para estas situaciones: en los Estados Unidos utilizan bandas de taches que tienden en la carretera al paso del vehículo para reventarle los neumáticos o los persiguen por horas hasta poder arrestarlos sin peligro. En Colombia las patrullas son escasas y es de dudar que puedan competir con un sofisticado vehículo marca Audi, conducido por un energúmeno alicorado.
Pero como es costumbre en este país, las cosas siempre se revientan por lo más delgado y ya se levantan voces en contra del accionar de las autoridades. Resulta que esta niña de estrato seis, con postgrados en la Universidad de Stanford, empleada del diario más importante del país, etc., y su novio, alto ejecutivo de una empresa textil, deberían saber comportarse en sociedad, deberían saber que una persona decente no se salta un peaje, deberían saber que una persona decente no trata de estafar a un empleado humilde de una gasolinería, que una persona decente no se niega a dejar en prenda un celular con el argumento de que la cuenta es muy bajita y mucho menos se larga sin pagar. Una persona decente no burla un retén policial ni trata de tirar el carro encima de un agente ni anda como un demonio por las carreteras, henchido de licor…
A los niños ricos les parece muy divertido correr en los carros de papi, saltarse peajes y largarse de todas partes sin pagar. No es un asunto nuevo, es un fenómeno detectado de tiempo atrás. Y cuando ocasionan un accidente la cárcel es de un weekend: con la chequera se paga la vida de cualquiera (caso Tigre Castillo). Si los colombianos nos hemos sentido esperanzados con los casos de aquellos niños pobres que encontraron dinero ajeno y a pesar del hambre lo devolvieron, debe provocar repugnancia el caso de una señorita privilegiada que no paga 20 mil de gasolina ni 5 mil de peaje. Es triste su muerte pero más triste su comportamiento, y más aun que quieran culpar a uno de esos hombres que a diario dan la vida por los colombianos. En las cárceles hay gente presa por robarse una gallina porque la ley «es para los de ruana», ¿cuántos años de cárcel va a pagar el que causó esta tragedia, el señor MORA HERNÁNDEZ?