De manera muy diferente a la visión que nos habían vendido algunos medios de comunicación, en Bagdad sucedió lo que de manera sensata se esperaba (igual a lo que se vivió en la Comuna 13 de Medellín en octubre pasado): las tropas gringas fueron recibidas con alborozo en las calles de la capital iraquí y, a diferencia de lo que aguardaban los mal llamados ‘pacifistas’, las imágenes que le dieron la vuelta al mundo fueron muy diferentes y constituyen una bofetada al rostro de los millares de anarquistas que desfilaron, llenos de hipocresía, no en contra de la guerra sino de los Estados Unidos, por lo que la escritora italiana Oriana Fallaci califica de pura envidia.

Soldados vitoreados que recibían besos y flores ponen de manifiesto el amor de los pueblos hacia algo que es tan apreciado como la vida y sin lo cual ésta pierde gran parte de su sentido esencial: la Libertad. La celebración de los iraquíes exiliados en los Estados Unidos llegó al extremo de lucir fotografías de un individuo mediocre como el presidente Bush y vitorear su nombre. Todo eso es prueba de que trátese de Arauca o San Vicente del Caguán, de Cuba o Venezuela, de Irak o Afganistán, de Corea del Norte o de Medellín, todo el mundo quiere paz, libertad y democracia, y son pocos los que están dispuestos a apoyar tiranías y proyectos liberticidas como los que intentan las guerrillas colombianas. Siempre que caigan dictaduras y terroristas los pueblos saldrán a las calles a expresarle su gratitud a quienes les tiendan las manos.

A pesar de las condenas de los antiamericanistas la imagen que pasará a la historia tras esta guerra será la del pueblo derribando las estatuas de Hussein porque las mentiras históricas terminan así. Por eso mismo sorprende que mientras caía el régimen de Bagdad, el todavía saludable régimen de Castro en Cuba se dedicaba a condenar a 78 opositores de su dictadura a cadenas mayores a los 25 años de prisión, incluyendo a los promotores del ‘proyecto Varela’ que el año pasado aprovecharon la visita de Jimmy Carter para exigir la reinstauración de la democracia en la Isla. Como si fuera poco le acaban de imponer pena de muerte a tres ciudadanos que ‘secuestraron’ una lancha —el 2 de abril— con el único propósito de llegar a Miami, huyendo de la tiranía de Castro. Por supuesto que ni Human Rights Watch ni Amnistía Internacional ni ninguna otra de las entidades que tanto hacen en favor de la guerrilla colombiana se ha pronunciado y es seguro que si Colombia sentenciara a muerte a los secuestradores del niño Vytis Karanauskas, de tres años, ya recuperado por los héroes del Gaula, se nos vendría el mundo encima.

Por otra parte, ya el Ejército de Venezuela combate hombro a hombro con la guerrilla colombiana como lo demuestran las denuncias presentadas por campesinos de la Gabarra (Norte de Santander) en el sentido de que la fuerza aérea de ese país bombardeó, la semana anterior, un campamento de paramilitares con los que las Farc estaban perdiendo terreno. En las últimas horas, el vicepresidente de Venezuela, José Vicente Rangel, se atrevió a tildar de paramilitar al mismísimo comandante del Ejército colombiano, el general Ospina, y si a ello se suman las denuncias hechas por el diputado brasileño Alberto Fraga, quien recientemente afirmó, durante una plenaria de la Cámara, que las Farc aportaron cinco millones de dólares a la financiación de la campaña que llevó a la presidencia a Luiz Inácio Lula da Silva —y que tenía las pruebas—, se hace evidente que en cualquier momento vamos a tener tropas extranjeras combatiendo en Colombia pero del lado de las Farc.

Para nuestra fortuna, el excelente Presidente que elegimos los colombianos supo alinearse del lado correcto al desatarse el conflicto en Irak, porque precisamente Estados Unidos, Gran Bretaña y España son los únicos países que han cooperado con Colombia para vencer el terrorismo y en la vida hay que tener claro quienes son los amigos. Lástima que, por ahora, nuestra región esté relegada a un segundo plano en la agenda pero podemos estar seguros de que la tiranía y el terror se derrumbarán, tarde o temprano, tanto en Colombia como en los países vecinos y las caras felices se verán por todas partes.

Posted by Saúl Hernández

Deja un comentario