Una andanada de criticas y enemigos se ha levantado por estos días  en contra del Referendo sin mayores bases sólidas ni objetivas. El contubernio es de los mismos que quisieron mover cielo y tierra para evitar el triunfo de Uribe.

Grave complot se ha levantado ya contra el referendo del presidente Uribe, alimentado por políticos corruptos y la izquierda colaboracionista de las guerrillas. Pretenden pescar en río revuelto quienes llaman a la abstención en un país abstencionista por naturaleza y políticamente apático. En las elecciones comunes, el abstencionismo no tiene valor matemático práctico alguno, tan sólo genera alguna duda moral acerca de la legitimidad de un funcionario elegido en las urnas con muy pocos votos. En el Referendo, en cambio, por norma constitucional que debería regir para cualquier tipo de votación, es necesario que el 25 por ciento  de los electores potenciales vayan a las urnas.

Eso supone, en nuestro país, que alrededor de 6 millones de personas deben votar sí o no para que el efecto del Referendo sea válido. Por lo general, en Colombia hay una abstención promedio del 55 por ciento, o sea que votan unas 11 millones de personas sin distingos de filiación política. Lo anterior haría pensar que el futuro del Referendo está garantizado con un porcentaje de participación superior al 25 por ciento  requerido; sin embargo, está amenazado por varias razones (podrían ser más): nunca antes se ha usado y, por tanto, la gente no está acostumbrada; no tiene dolientes, no hay un político que dé almuerzos o rife televisores a quienes voten por él; es largo y tiene temas sin relación alguna; contiene preguntas de carácter económico que siempre generan rechazo; y se retiró el principal gancho: la revocatoria del Congreso.

Estos tropiezos bastarían para preocuparse por la incertidumbre de que la sociedad colombiana lo vote en masa y lo apruebe pero, como si fuera poco, los mismos enemigos del candidato Uribe, se han unido en contra del Referendo por el mero placer de propiciarle una derrota. Las estrategias que vienen empleando para torpedear la consulta son rastreras y los argumentos que esgrimen son infantiles. Llamar al abstencionismo es antidemocrático; lo ideal sería, para quienes no están de acuerdo, hacer un llamado para votar negativamente pero lo único que buscan es estropear un proceso democrático que pedían a gritos muchos de los que hoy se oponen.

La oposición del Gobierno hace cálculo político al pedir abstención porque saben que es un obstáculo mayúsculo pero también pretenden debilitarlo mediante otras argucias como las de estimar que los funcionarios públicos no pueden hacer campaña por el Referendo o la de pedir que se elimine la última pregunta para que no se pueda votar en bloque. Si bien es cierto que el Referendo mezcla temas políticos con económicos —y hasta tiene dos ruedas sueltas en lo que tiene que ver con el consumo de drogas y la prórroga del mandato de los alcaldes— un sí general se puede interpretar como un espaldarazo íntegro y legítimo al programa de gobierno del Presidente, el que se había aceptado ya el 26 de mayo y, por tanto, no hay razón para que sea de otra manera. Quitar esa pregunta equivaldría a que cientos de miles de colombianos decidan no amargarse la vida yendo a votar un tarjetón complejo, muy susceptible de equivocaciones y, por tanto, de anulación.

Propuestas como las del senador Rafael Pardo Rueda rápidamente son anuladas por la oposición con los argumentos rastreros de la clase política corrupta, tal vez por aquello de que «el ladrón juzga por su condición». Dice el senador que se podría ampliar la votación a tres días y la oposición reniega por improcedente, alegan que pueda haber manipulaciones y toda clase de componendas y que es imposible garantizar el orden público por tres días y paralizar el país tanto tiempo. De lo primero habría que decir que el Referendo está en marcha porque se duda de la probidad de ellos y no la del Gobierno —si las elecciones del 11 de marzo hubieran durado tres días Piedad Córdoba sería presidenta—. Lo otro podría ser una manifestación de madurez que Colombia está en mora de dar viviendo elecciones en días laborales, simplemente es como ir a fútbol los miércoles.

También propuso el senador Pardo enviar un tarjetón por correo a cada elector, tarea minuciosa, costosa y difícil de cumplir oportunamente. Pero se podrían repartir en universidades, iglesias, empresas y hasta en almacenes porque la democracia es de todos. Ello con el fin de que los votantes se familiaricen con el tarjetón, puedan estudiar minuciosamente su contenido y lo voten a conciencia. Los opositores aducen que llegar con el tarjetón marcado revive las prácticas clientelistas del pasado cuando los caciques le entregaban el sufragio armado a los electores comprados; les dolería que Uribe les diera otra estocada con una triquiñuela antaño efectiva.

Los opositores pretenden impedir también que el tarjetón de muestra se emplee como una ayuda en la urna con el pretexto de que es en el momento de sufragar cuando el elector toma conciencia y elige lo que desea, no importa si se demora media hora impidiendo que otros voten. ¿Acaso se ha visto que para votar por el Senado uno tenga que repasar mentalmente la hoja de vida y las propuestas de cada uno de los más de cien candidatos? Lo que quieren los críticos, movidos por la mezquindad y quién sabe qué intereses ocultos, es hacer abortar una buena propuesta a la que no han podido desvalorizar con argumentos sólidos. Ya Uribe se sacó a su peor enemigo —Horacio Serpa— con una manoletina magistral: lo comisionó en la OEA; Noemí Sanín ha dicho que Lucho Garzón se calla si le dan otra embajada; y los demás también quieren puestos y contratos, por eso critican tanto, porque si el Referendo se aprueba se les van a complicar sus sucias carreras políticas.

Posted by Saúl Hernández

Deja un comentario