No importa develar cuál es la causa de la revaluación, lo importante es volver a una tasa competitiva antes de que sea demasiado tarde.
Las personas del común no entendemos muy bien el tema del dólar, o tasa de cambio, tal vez porque los expertos suelen explicarlo con tecnicismos que escapan a la comprensión de los mortales. Sin embargo, intuyendo lo que nos depara la revaluación del peso, con base en hechos sucedidos en el pasado, es permitido suponer que las cosas no van por buen camino y ese importante factor de la economía podría destruir lo que hasta ahora se había recuperado tras la recesión de fines de los noventa.
Desde que se inició el gobierno del presidente Uribe diversas voces han insistido en la necesidad de devaluar el peso. El mismo presidente habló la noche del 26 de mayo de 2002, al dirigirse a la Nación como vencedor de los comicios, de la importancia de que el Banco de la República cambiara de cartilla. El Banco, de acuerdo con la Constitución del 1991, es independiente en sus decisiones y es el encargado, entre otras cosas, de señalar la tasa de cambio. Pero su independencia frente al Gobierno de turno no parece ser la misma ante parapoderes como el Fondo Monetario Internacional que, a rajatabla, recomienda la revaluación de la moneda para controlar la inflación, a costa de la industria.
Las recetas del Fondo han sido criticadas en todo el mundo y no pocas veces han demostrado ser desastrosas. China ha crecido por más de dos décadas a más del 10% anual con la estrategia de devaluar su moneda para ser competitivo y jamás ha aceptado una sola recomendación del Fondo. La crisis asiática de mediados de los noventa y la de Argentina comenzando este siglo son atribuidas a las erradas recomendaciones del FMI.
Pero en lenguaje sencillo ¿por qué es bueno devaluar y malo revaluar? Devaluar el peso es bueno para los exportadores —o sea, la industria— porque por cada dólar recibido obtienen más pesos y eso se convierte en mayores ganancias. Cuando se revalúa ocurre todo lo contrario, cada dólar al cambio provee menos pesos, de manera que una revaluación prolongada puede provocar una producción a pérdida que es insostenible en el mediano y largo plazo. Primero vienen los recortes de personal y luego el cierre del negocio.
De cierta forma es verdad que la revaluación también tiene su encanto porque favorece a los importadores, a los comerciantes y a las clases media y alta que acceden a bienes de consumo más baratos, como carros y electrodomésticos. Igualmente se favorecen quienes están endeudados en dólares, incluyendo al Gobierno, pues la deuda se abarata o rebaja como consecuencia de que se requieren menos pesos para comprar dólares para pagar deuda. Tal vez por eso el presidente Uribe pasó de estar muy preocupado por la revaluación y se dejó tentar por la posibilidad de presentar un presupuesto desfasado para 2005 que sería financiado con el endeudamiento barato pero peligroso que ofrece la revaluación.
Ahora, ya no importa saber cuál es el origen de la revaluación: si es por los tres mil millones de dólares en remesas que mandan a sus familias los colombianos que trabajan en el exterior; si es por la mejoría en el factor riesgo país que ha causado la mano firme de Uribe; si es por la baja de intereses en los Estados Unidos que hace más atractivo invertir en países como Colombia; o si es por el lavado de narcodólares que tienen inundado el país y, según versiones, se consiguen a poco más de mil pesos en los alrededores de Santa Fe de Ralito y por los lados del Caguán, Cartagena del Chairá o Miraflores (Guaviare).
Cuando Uribe llegó con el anuncio de la nueva cartilla, varios analistas advirtieron que si el Presidente no aplicaba sus ideas sobre una tasa de cambio competitiva, pasaría sin pena ni gloria como los demás. Endeudarse para pagar la ‘deuda social’ en menoscabo de un mayor crecimiento económico podría ser un suicidio político. Basta recordar el inusitado crecimiento de la deuda en el gobierno de Samper sin que ello haya disminuido la pobreza ni un ápice no sólo por la corrupción sino porque el dinero que no se usa para producir se pierde. Que el Presidente regrese a sus ideas de austeridad, disminución del gasto público, reforma a las pensiones y tasa de cambio competitiva antes de que sea demasiado tarde.