Es muy grave que Fecode se oponga a la posibilidad de que profesionales mejor preparados (de diversas carreras) vayan al magisterio.

Los resultados de las más recientes pruebas del Icfes contienen un dato revelador que se constituye en una referencia muy eficaz para evaluar la calidad de la educación que reciben los jóvenes: de 240 instituciones de todo el país que tienen nivel ‘muy superior’, sólo ocho son de carácter público o estatal, un resultado muy pobre que contrasta con la intransigencia de Fecode para aceptar mecanismos que permitan mejorar la calidad de la educación básica y media en los planteles oficiales.

De tiempo atrás se viene insistiendo en la necesidad de evaluar a los maestros. Aquellos tiempos en que los profesores de escuela eran las gentes más cultas del barrio o del pueblo —junto al médico y al párroco—, son historia. Desde hace largo rato, los nombramientos de maestros son pura politiquería y sus ascensos en el escalafón no corresponden con su preparación sino con el interés mezquino de arañar un mejor sueldo y una jugosa pensión futura a cambio de un trabajo no tan extenuante como ellos lo pintan, gracias a que sus jornadas laborales son  inferiores a las ocho horas de rigor y al disfrute de las larguísimas vacaciones escolares de un país que estudia poco.

La teta del magisterio está amarrada por la Ley 115 de 1994, que monopoliza el rol de maestro como algo exclusivo de los bachilleres normalistas, los técnicos y tecnólogos en educación, y los profesionales graduados en Educación, una carrera que tiene muchas falencias. Estos docentes no son de alta calidad ni conocen al dedillo las asignaturas que dictan, apenas repiten como loros lo que preparan de los textos y a menudo lo que repiten son errores. Ellos saben muy bien que si se dejan evaluar no quedan bien parados.

En contraste, los colegios privados de nivel superior en adelante suelen ser rigurosos en la selección de sus maestros. En los de alto nivel es común, hace años, contratar profesionales de carreras como Historia, Filosofía, Psicología, Ingenierías, Física y Matemáticas, Artes, Comunicación Social, etc., como profesores de diversas asignaturas y de actividades de extensión académica. Los colegios bilingües traen extranjeros nativos del idioma que desean enseñar en vez de un señor que estudió ‘Educación’ en una universidad de medio pelo.

Los mejores colegios del país, por lo general, son de estrato alto y de las ciudades más grandes. La educación de los pueblos y de los estratos bajos, toda oficial, es la de más deficientes resultados. Es cierto que el ambiente influye, que  tiene más oportunidades de interacción y crecimiento el hijo de un ingeniero que el de un albañil, pero por eso mismo es más grave que el sindicato de profesores (Fecode) se siga oponiendo a las evaluaciones y ahora también a la posibilidad de que profesionales mejor preparados (de diversas carreras) vayan al magisterio oficial en beneficio de la gente más pobre; la brecha entre clases no sólo se mide en términos monetarios sino en el tema educativo y por ese lado es aún mayor.

Para la muestra, los magros resultados de la descentralización académica de la Universidad de Antioquia a cuyo examen se presentaron 7.500 jóvenes de las regiones del departamento y sólo lo ganaron 850. De otra parte, el último informe de la Unesco señala que la baja calidad de la educación incide en la deserción escolar y, en Colombia, ese índice es escandaloso: 6 de cada 10 niños terminan primaria y 4 de cada 10 terminan secundaria; es decir, sólo 2 de cada 10, de los que inicialmente ingresaron a la educación elemental, podrían ingresar a la educación superior. Pero el informe agrega que la mayoría de éstos carece de competencias cognitivas básicas, en ciencias, matemáticas y lenguaje.

El argumento de los sindicalistas para oponerse a esta propuesta es el de una presunta carencia de habilidades pedagógicas por parte de los profesionales de otras áreas pero ¿cuándo  se ha visto que una universidad busque un normalista o un educador para dictar clases de Termodinámica, Anatomía o Derecho Constitucional?

Esta, sin duda, es una medida que favorece la educación de los más pobres y derriba el mito de la privatización educativa que tanto enarbolan los profesores oficiales en sus protestas, profesores mediocres que se comportan como una mafia que a la larga será más desastrosa para el país que cualquier cartel de las drogas. Son el Cartel del Tablero y la Tiza.

Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 20 de diciembre de 2004 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández

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