Con los recursos del petróleo, Chávez compró el apoyo de los pobres.
No se puede estar seguro del triunfo de Hugo Chávez sin un fraude en las urnas, pero éste es innecesario cuando hay recursos económicos en abundancia, como bien lo saben las viejas clases políticas de los países latinoamericanos, donde la pobreza abunda y los votos se venden a cambio de casi nada. Con el dinero del petróleo, votar por Chávez dejó de ser una decisión racional para volverse algo emotivo y terminó el coronel dándoles de probar —a las elites— de su propia medicina.
El presidente de Venezuela le dio a su estrategia electoral el nombre de ‘misiones’, pero es la misma táctica de dar adobes, tejas de zinc o bultos de cemento. Alimentar hordas de gentes, dar cupos educativos de dudosa calidad o brindar salud a través de la red de 15 mil médicos cubanos que le prestó Castro, incluyendo costosas cirugías en Cuba para la gente más pobre, genera mucho más que cientos de miles de votos, genera lealtad y devoción.
Pero, alguien dirá entonces, que Chávez es bueno porque se acuerda de los pobres. Pues no. Se acordó ahora para ganar las elecciones, no para redimir la pobreza y el sufrimiento de las mayorías. Además es maquiavélico valerse de unos para pisotear a otros y su populismo será momentáneo porque el petróleo que tiene —es el quinto productor mundial—, aún con su precio por las nubes —más de cuarenta dólares el barril— es insuficiente para revertir el 17 por ciento de desempleo y la delincuencia que se ha tomado a ese país. La antigua Unión Soviética y Cuba son buenos ejemplos de lo que pasa donde no hay inversión privada y mientras Chávez persista en sus posturas dictatoriales la economía seguirá en descenso.
En los resultados del referendo está expresado el poder del hambre, el abandono y el desespero. La ‘bomba de tiempo’ que todos esperan que explote sin hacer nada. Pero también se expresó la ruindad y la indecencia de un gobernante vulgar que manipula los pobres a su antojo y tiene dividido a su país en dos facciones irreconciliables. Y de ahí a convertir el odio de clases en violencia generalizada hay un solo paso después del cual habrá una nueva Cuba en el hemisferio, un país paupérrimo y sin libertades.
Ya Venezuela tiene sus Comandos Maisanta y los Círculos Bolivarianos, agentes políticos que están presentes en los barrios, en las empresas, en las universidades, reportando a quienes no le caminan a Chávez, generando miedo, como en Cuba. Entonces, el de Chávez es un poder manipulador omnímodo; promete redimir la pobreza de los que nada tienen y mantener la tranquilidad de los que tienen algo. Los unos tienen esperanza y los demás miedo; es la fórmula perfecta.
No importa que la oposición fuera desorganizada y acéfala, y que representara las clases corruptas que multiplicaron la pobreza en un país bañado de petróleo; no importa que Chávez se haya valido de su posición para favorecerse en los comicios nacionalizando extranjeros, modificando el lugar de votación de miles de opositores, implementando el voto electrónico con un software fácilmente manipulable, poniendo trabas y demoras con el ‘cazahuellas’ o teniendo de su parte a todas las autoridades electorales. Nada de eso importa cuando hay dinero para comprar las muy asequibles conciencias de los menos favorecidos.
A todas estas sería bueno saber cuál sería la reacción de los áulicos que Hugo Chávez tiene en Colombia, los mismos que viajaron a presenciar el referendo y aprender las tácticas en el campo de batalla: Navarro, Petro, Serpa, Piedad Córdoba, en el caso de que el presidente Uribe se valiera de las mismas argucias para perpetuarse en el poder. Le dan gracias a Dios, de rodillas, por los rotos en el bolsillo del Estado, y la necesidad de adoptar medidas impopulares que pueden tirar la reelección por la borda. De lo contrario, se rasgarían las vestiduras y lloverían las acusaciones de despotismo, autocracia, satrapía, bonapartismo, tiranía… A Chávez lo mantiene la pobreza y a Uribe, tomando medidas impopulares pero inaplazables, esa misma pobreza lo puede botar de la silla porque inestable es el afecto que producen los estómagos vacíos y la desesperanza de los pobres.
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 31 de agosto de 2004 (http://www.elmundo.com/).