En un mundo globalizado las decisiones que afectan la economía de un país también se toman afuera.

Un claro ejemplo de madurez política y social es el que puede rescatarse de la decisión franca de Chile para abrir su economía al mundo. No deja de ser paradójico que un país dirigido por la izquierda no sólo tenga un tratado de libre comercio con los Estados Unidos sino que ahora lo haya firmado con China y, el mismo día (el 18 de noviembre), anuncie su decisión de negociar un TLC con Japón e iniciar estudios de factibilidad para establecer sendos tratados con Malasia y Tailandia.

Todo eso explica, en parte, por qué Chile ostenta los mejores indicadores económicos y sociales de Latinoamérica. Provoca envidia de la buena que el grueso de los chilenos considere que la apertura comercial es uno de los principales logros del presidente Ricardo Lagos y que tal estrategia asegure la continuidad de la izquierda en ese país —y de la apertura comercial misma— con el seguro triunfo de Michelle Bachelet en las elecciones que se avecinan.

En contraste, el  50 por ciento de los colombianos se declara en abierta oposición a que el presidente Álvaro Uribe firme el TLC que se negocia con EE.UU. cuando hace dos meses la oposición era del 37 por ciento. La favorabilidad del presidente ha descendido 7 puntos en las encuestas, indudablemente en señal de rechazo a dicho tratado.  Pero lo más triste y diabólicamente ridículo es que ha sido el tema de la cuota de pantalla —la defensa de vulgares telenovelas y realities como banderas de la cultura nacional— lo que más desgaste le ha producido al tema entre los colombianos.

Es completamente lógico y entendible que el sistema de economías de mercado tenga enemigos y genere dudas en un país con índice de pobreza superior al 50 por ciento, por lo que muchos temen que el tratado pueda empobrecer a más personas. No obstante, en un mundo globalizado las decisiones que afectan la economía de un país también se toman afuera. Por ejemplo, la Unión Europea nos acaba de imponer un arancel de ingreso de 179 euros por cada tonelada de banano, lo que dejaría sin trabajo a doce mil personas.

Otro ejemplo está en la amenaza del presidente Chávez de retirarse del mercado andino si Colombia, Ecuador y Perú firman el TLC con EE.UU. El chantaje debe tomarse en serio porque Chávez cumple sus amenazas y, fírmese o no, el vecino no tardará en tomar represalias contra los países que no se alineen con él. Este año Colombia venderá 2.200 millones de dólares a Venezuela y comprará productos por 1.100 millones. De perder ese mercado habrá miles de desempleados más y aunque los expertos vaticinan que eso no va a ocurrir porque nos necesitamos mutuamente, con una producción diaria de  tres millones y medio de barriles de petróleo a 70 dólares, a Venezuela no le hará mella lo que dejemos de comprarle y ellos conseguirán nuevos mercados entre sus cachorros del sur, donde le deben petrodólares por montones; Kirchner acaba de pedirle a don Hugo que le compre otros tres mil millones de dólares en bonos de deuda pública.

El cuento aquel de que los medicamentos subirán de precio por culpa del TLC es una verdad a medias. La verdad entera es que los productores de medicamentos lograrán que la Organización Mundial de Comercio endurezca la protección a la producción intelectual (patentes) y se retarde la aparición de medicamentos genéricos en nuestros países. De la misma manera se llegará a imponer fuertes sanciones a los países que no controlen la piratería de discos, libros y software.

Decisiones ya tomadas que nos perjudican es que otros 13 países tengan su TLC con EE.UU. (México, Canadá,  Chile, R. Dominicana, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador,  Israel, Jordania, Singapur y Australia) y que algunos más tengan preferencias unilaterales para comerciar con los gringos. Lo que nos perjudica es que todos ellos son nuestra competencia directa en muchos renglones productivos.

Aquello de que el TLC con los gringos es pelea de tigre con burro amarrado, es una figura imprecisa: hace rato que somos un burro amarrado al que lo rondan muchos tigres; y a pesar de que un buen  TLC no nos convertirá en una fiera  sí nos servirá por lo menos para cortar la soga, como Chile. Hay que cortar la soga y jugarse el futuro con decisiones propias en vez de esperar sentados a que alguien nos haga el favor de enderezarnos el destino.

Publicado en el periódico El Tiempo, el 28 de noviembre de 2005 (http://www.eltiempo.com/).

Posted by Saúl Hernández

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