Un  asesino no debería tener ni un minuto de rebaja de pena, eso es para el que se roba una gallina o una libra de panela.

A Porfirio Ramírez, el discapacitado que secuestró un avión con dos granadas, un juez lo liberó argumentando que la Fiscalía no había entregado las pruebas respectivas, aún cuando fue capturado en flagrancia y el país entero fue testigo de su acto a través de los medios. Otro juez liberó a un individuo que asesinó a una prostituta de 16 años en un motel de Bogotá, ahorcándola entre sus macizas piernas, por supuesta enajenación mental. Igual decisión podría tomarse en el caso de una mujer de 23 años que asesinó a golpes a una anciana de 80 que estaba bajo su cuidado. La joven mujer alega locura transitoria.

En una sociedad cuyos valores se han deformado a tal extremo que los niños son víctimas cotidianas de homicidio, violación y secuestro, es ‘normal’ que las vidas de una puta y una anciana no valgan nada, por eso no debería causar sorpresa que un asesino quede suelto para seguir matando con el argumento falaz de que sufre perturbaciones mentales; pero cuando el que queda libre es nada más y nada menos que Humberto Muñoz Castro, el asesino del futbolista Andrés Escobar, pues por lo menos hay que sorprenderse.

El caso del crimen de Andrés es representativo del grave estado de la justicia en Colombia porque a diferencia de otros casos sonados, en este sí se pudo determinar la culpabilidad pero eso no ayudó a evitar que quedara impune. A pesar de ser un suceso de amplio conocimiento y difusión, los hermanos Gallón Henao salieron indemnes aun cuando el tribunal pudo establecer con claridad que Muñoz Castro disparó contra Escobar en medio de un alegato, y sin saber quién era, sólo para congraciarse con sus patrones. Porque, de hecho, para eso es que algunos tienen escoltas, para que se ensucien las manos por ellos.

De ahí en adelante, lo que actuó fue el arsenal de impudicias del Código Penal: Muñoz Castro, condenando inicialmente a 43 años de prisión, termina pagando 11 e, incluso, cuando recibe la boleta de libertad está disfrutando en la calle de tres días de permiso extramuros. ¿Cómo es posible esta aberración? A mediados de 2001 entraron a regir los nuevos códigos Penal y de Procedimiento Penal, los que el Congreso reformó atenuando las penas con el argumento de que los largos castigos establecidos no eran cumplidos efectivamente por los penados, que era mejor tener penas cortas pero efectivas.

Para colmo, la medida se aplicó con retroactividad porque favorecía a los delincuentes, cuando es al revés jamás se aplica en perjuicio. Así, la condena del asesino bajó a 26 años. A eso le incluyeron rebaja por la visita de Juan Pablo II en el lejano 1986, por lo que es de desear que jamás un Papa vuelva a pisar tierra colombiana. Además le descontaron la tercera parte por el embeleco de un supuesto trabajo, que puede ser el de barrer un corredor,  o de estudiar cuando no se sabe ni leer. Para acabar el adefesio, se da libertad a cualquiera tras tres quintos de pena cumplida, para lo cual un juez certifica la buena conducta hasta del demonio, eso no se le niega a nadie.

Sin embargo, los jueces aducen que ellos no tienen culpa alguna en este entuerto, que ellos se limitan a aplicar las leyes que fabrican en el Congreso y lo que es evidente es que esas  leyes parecen expedidas por maleantes y no por legisladores. Bueno, no es un secreto que el Congreso se ha caracterizado por tener los más grandes cacos del país. Lo único cierto de todo es que un asesino no debería tener ni un minuto de rebaja de pena, eso es para el que se roba una gallina o una libra de panela.

No faltan, sin embargo, sofistas como el ex fiscal Alfonso Gómez  Méndez  con el cuento de que para qué indignarse con lo de Andrés si a los paramilitares se les va a perdonar crímenes de lesa humanidad y de eso nadie se queja. Sería bueno que el ex fiscal explicara por qué la justicia puede liberar a los asesinos de ciudadanos comunes como una anciana, una putica y un deportista mientras el Estado está siendo obligado a indemnizar a los dolientes de asesinatos cometidos por paramilitares con sumas millonarias,  hacer monumentos y pedir perdón como en los casos de La Rochela, Mapiripán o del ex comisionado de paz Jesús Antonio Bejarano. Todo eso dizque porque no hay justicia para los de Izquierda. Gran mentira, es que no la hay para nadie.

Posted by Saúl Hernández

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