Ese cuento de la igualdad es como pedirle a Maradona que se quite su pierna zurda y la mano de Dios para jugar un picadito en el barrio.
Ahora que la Corte Constitucional aprobó la reelección inmediata de presidentes, el tropiezo a superar será una astuta ‘ley de garantías’ fundamentada en la insistencia de que el omnímodo y omnipotente presidente-candidato tiene a su haber las chequeras del Estado para favorecer sus aspiraciones y que, por tal motivo, brilla por su ausencia esa ‘igualdad’ de todos los ciudadanos colombianos que tan poéticamente ofrece la Constitución de 1991.
De contera se reclama ‘igualdad de oportunidades’ para reelegir gobernadores y alcaldes, no sólo a sus propios puestos sino para que puedan aspirar a otros más altos, como pasar de alcalde de Bogotá a Presidente de la República, lo cual no es reelegirse sino cambiar de puesto saltándose las tales inhabilidades e incompatibilidades que debería tener alguien que quiere acostarse hoy de alcalde y amanecer mañana con la banda de presidente.
Lo más curioso es que a los enemigos de la reelección el argumento de la ‘igualdad’ les parecía vano si de la presidencial se trataba. Colombia es un país reeleccionista por excelencia, se reeligen concejales, diputados, representantes a la Cámara y senadores de la República; se reeligió el melifluo procurador general, Edgardo Maya Villazón, enemigo número uno de la reelección del presidente Uribe; y se reeligen alcaldes y gobernadores, aunque no de manera consecutiva, con resultados normales para una democracia como la nuestra.
Si de lo que se trata ahora es de hacer tábula rasa para que se respire igualdad por todas partes, sería imperioso comenzar por limitar la duración del mandato de los elegidos por voto popular. Para el Ejecutivo serán ocho años, que sea igual para alcaldes y gobernadores. En el Legislativo podrían estar un poco más, 16 años parece suficiente y más de 20 es un despropósito. La última vez que se habló del asunto se mencionó el caso del senador caldense Víctor Renán Barco, con cerca de 40 años en el Congreso, como ejemplo de dedicación, abnegación y entrega. Pura carreta, su vasta experiencia de nada le ha servido al país. Claro que para hacer mal uso de una curul congresional no hay que fregarse la vida metido entre papeles de proyectos de ley: a Ariolfo Ortiz le bastaron 90 días y a Pedro Vicente Gutiérrez, once meses, para alcanzar pensión de congresistas superior a los 14 millones de pesos mensuales sin que nadie medianamente informado sepa quiénes son.
Pero, volviendo al tema de la igualdad, qué de ésta puede haber cuando un diputado del Amazonas compite contra los poderosos senadores en ejercicio que quieren perpetuarse hasta el fin de los tiempos. No tiene el mismo acceso a los medios del que tiene cualquier senador; está lejos de equiparar sus posibilidades financieras para hacer publicidad, correrías políticas y comprar votos; y si de paso pertenece a un partido alternativo, ni sueñe, aunque la Constitución diga que son igualiticos.
Como dice el lema de la antiquísima Universidad de Salamanca, «Lo que natura no da, Salamanca no presta». Si Álvaro Uribe Vélez ganó las elecciones por 5 millones 862 mil votos es, precisamente, porque no es igual a un señor muy respetable llamado Rodolfo Rincón Sossa que sacó 6 mil. Ese cuento de la igualdad es como pedirle a Maradona que se quite su pierna zurda y la mano de Dios para jugar un picadito en el barrio.
Si acaso, podría lograrse algún grado de igualdad apelando a un ‘cambio extremo’ como en la televisión, pero en este caso los 4 mil millones de la ley Petro se quedarían corticos para lograr milagros como que Horacio Serpa se parezca a Uribe. No es tanto por lo del bigote y eso sino que para que Horacio piense como Uribe hay que moler, amasar y volver a asar… Pero al pan mohoso no hay receta que le devuelva el frescor de la mañana.
Esto de la igualdad es la estrategia política más cantinflesca de los últimos tiempos en Colombia, el mismo cuento de que Montoya es campeón de Fórmula Uno si le dan el mismo coche a todos. Pura pataleta de niño chiquito.
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 7 de noviembre de 2005 (www.elmundo.com).
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