Se canceló toda discusión acerca del desarrollo reduciéndola a invectivas contra el TLC.

Algunos críticos han señalado que en las negociaciones del TLC hay un desbalance de poderes: los que van a beneficiarse del tratado, y saben que les conviene, hacen mucho lobby para presionar a los negociadores y así avanzar en pro de sus intereses. Entretanto, el pueblo no tiene maneras de expresar su inconformidad por el perjuicio que le ocasionaría, por ejemplo, un rígido esquema de patentes en el tema de los medicamentos. Ese desbalance no es del todo cierto pues también hay sectores poderosos opuestos al tratado que presionan para impedir que sus intereses se afecten. Esos son los que le restan legitimidad a las críticas contra el TLC.

En días pasados hemos visto una pataleta irresponsable e inmadura en el caso de la televisión. Los gringos pidieron bajar el mínimo legal de producción nacional en los canales de televisión de 70 a 35 por ciento en horario triple A. Como ese no es un sector estratégico de la economía los negociadores decidieron que se podría acoger la petición de los norteamericanos. De inmediato se desató un escándalo ridículo en los frívolos noticieros de televisión: que tal medida va en detrimento de la cultura y que ocasionaría una tremenda profundización del desempleo.

La televisión colombiana no es cultura y está lejos de serlo; si acaso es un referente cercano y directo de nuestra idiosincrasia. De ahí que tenga una alta penetración (96% de los colombianos ven televisión), que sus noticieros tengan alta credibilidad como se señala en encuesta reciente y que la televisión internacional tenga muy poca acogida como se desprende del Estudio General de Medios. Tan sólo Discovery Channel y Fox Sports (donde transmiten las carreras de Montoya y torneos de fútbol con participación de  equipos colombianos), le hacen algún contrapeso a los canales nacionales.

Más aún, la televisión colombiana no es el culmen del empleo nacional. La fuerza laboral del país no está constituida por los 30 gatos que trabajan en televisión, incluyendo a Betty la fea y Pedro el escamoso. En 1998, la creación de los dos canales privados, RCN y Caracol, provocó un desempleo masivo en el sector, arruinando o disminuyendo a su mínima expresión productoras de televisión emblemáticas como RTI, Punch, JES, Promec, Cinevisión, Colombiana de Televisión, Cenpro, Prego, Datos y mensajes, Cromavisión y un largo etcétera, incluyendo a la estatal Inravisión que dejó de percibir ingresos del alquiler de sus estudios. En ese entonces, la televisión fue entregada a los dos pulpos económicos del país sin que nadie chistara, hubo desempleo, quiebras e historias truncadas pero en los canales privados no hubo alharaca de ninguna especie, ellos eran los beneficiados.

Claro que «el ladrón juzga por su condición» y habrá menos producción nacional de televisión si en la puja por el rating un canal acude a los enlatados gringos para competirle al otro. La ley señala el mínimo pero no el máximo y los canales podrían acordar mantener el estándar actual  pues el TLC no los obliga a cumplir una cuota de producción gringa. Lo que les preocupa es la tentación de recurrir a productos buenos y más baratos porque «la ocasión hace al ladrón». El escenario que pintan los enredadores en el sentido de que una productora gringa se encargue de uno de los decaídos canales  públicos es completamente irreal. Ellos tienen canales para toda Latinoamérica y tendrían que hacer una inversión costosa para pelearse un pedazo de torta al que ya tienen acceso: numerosas empresas colombianas pautan en los canales internacionales como Sony, Fox, MGM, TNT, etc.

Hace unos años, cuando llegaron bancos españoles al país, se creyó que con todo su poder terminarían controlando todo el sector. Sin embargo, hoy no es un secreto que no les ha ido nada bien y que sus logros son muy inferiores a lo esperado. Y eso que los colombianos en general no sienten mucho afecto por sus bancos como sí lo tienen por sus telenovelas.

Todas estas pataletas lo único que logran es desviar la atención de los temas verdaderamente importantes. Ejemplos: hay quienes señalan que México triplicó sus pobres desde que firmó el tratado con los EE.UU. y también triplicó los multimillonarios, concentrando más el ingreso. Otros señalan el grave peligro de que nuestros productos, aún sin arancel, no puedan competir con las manufacturas chinas en el mercado norteamericano. Y otros más, se preocupan con razón por el acceso a los medicamentos resultante del TLC. El primer problema es de estructura económica, el segundo de competitividad y el tercero de derechos de autor, salud y ética empresarial. Todos esos inconvenientes existen desde antes del TLC pero para muchos detractores es más fácil señalarlo como único verdugo y que los incautos crean que el asunto se reduce a una disputa entre Los Reyes y Los Simpsons. ·

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 5 de octubre de 2005)

Posted by Saúl Hernández

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