Colombia es de esos países que viven de tragedia en tragedia porque no se respetan ni las más mínimas normas de prevención de desastres.

Hace unos años se publicó  un libro titulado ‘El ambientalista escéptico’ en el que su autor, Bjorn Lomborg, echa por el piso  muchas de las tesis esgrimidas por ecologistas para culpar al desarrollo industrial del calentamiento global y sus efectos. También destapa varias ollas podridas de los partidos verdes europeos y de organizaciones como Green Peace que, ciertamente, en su forma de operar —con denuncias falsas y montajes— se parecen mucho a las ong instaladas en Colombia para defender los derechos humanos de la guerrilla.

Pues bien, desde hace algo así como un año pareciera que los desastres naturales en el mundo van en aumento. Cada par de años hay un terremoto devastador en países pobres de Asia, donde los que se caen son edificios sin normas antisísmicas. En diciembre ocurrió el tsunami en el Pacífico que  dejó  por lo menos 200 mil muertos, incluyendo miles de turistas; y la sobre exposición a los medios nos asombra con terribles incendios en España, Australia o California mientras las lluvias arrecian a un dedo de distancia en el mapa, inundando campos y ciudades.

La reciente temporada de huracanes ha sido particularmente cruenta. Los  peores efectos del Katrina, sin embargo, fueron de corte político y no humanitario. No faltaron los fanáticos religiosos y los antiimperialistas que se alegraron por un castigo ‘divino’ para los EE.UU. que no resultó tan catastrófico como se creyó en un comienzo. Hubo daños peores en Guatemala y otros países de Centroamérica que por ser pobres y subdesarrollados no mojan tanta prensa ni se quejan tanto.

Esta ola de desastres naturales ha llevado a muchos a asegurar que el cambio climático, producto de los daños al medio ambiente, ha tocado el límite. Sin embargo, el hombre lleva poco tiempo en la Tierra y apenas unas cuantas décadas de conocimiento científico. El símil es elocuente: si la historia de la Tierra equivaliese a una hora, la presencia del hombre representaría una centésima de segundo. No sabemos pues mayor cosa de ciclos naturales pero los científicos están seguros de que habrá más glaciaciones, más diluvios universales, que habrá un terremoto devastador en California en los próximos 50 años y que volcanes como el Etna estallarán tarde o temprano, no importa qué tanto contaminemos el planeta.

Hace 20 años, el volcán Nevado del Ruiz borró la población de Armero, matando a 25 mil colombianos. Se le advirtió a los pobladores que era perentorio evacuar  pero no quisieron, no tenían adónde hacer una mejor vida y no creyeron que pudiera ocurrir un desastre de tal magnitud. Hoy se vive algo similar con el volcán Galeras que amenaza a la ciudad de Pasto, con cerca de 500 mil habitantes. Podemos estar seguros de que ese volcán hará erupción aunque no sabemos cuándo ni con qué magnitud. Por ahora lo único que hacen en Pasto es rezar.

Colombia es de esos países que, en medio de la guerra, la corrupción y la ineficiencia del Estado, viven de tragedia en tragedia porque no se respetan ni las más mínimas normas de prevención de desastres, como no arrojar basuras a las corrientes de agua. Pero además porque los terrenos realmente aptos para vivir son cada vez menos ante el insólito crecimiento poblacional, al igual que en todo el mundo. Al  inicio de la era cristiana había 150 millones de personas en el planeta; para el  descubrimiento de América había unas 450 millones; en el año 1900, había 1600 millones de personas y en la década de 1960, ya había 3 mil. En 35 años nos multiplicamos por dos: al finalizar el milenio éramos 6 mil millones de depredadores humanos y la cuenta sigue…

El territorio habitable es muy limitado, hay que exceptuar las tierras altas y las pendientes, los cauces de agua, los bosques, las selvas, los glaciares, los desiertos… y compartir las tierras aptas con la agricultura, el pastoreo y actividades mineras e industriales. Por eso, no importa dónde haya un tsunami, terremoto, incendio, inundación, avalancha, erupción, etc.. Donde sea que algo ocurra habrá humanos, las víctimas serán miles y no faltarán los vaticinios apocalípticos. Por todo esto cabe preguntarse: ¿Está Colombia preparada para la próxima gran tragedia?

Posted by Saúl Hernández

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