En los primeros meses del nuevo año deberá definirse una de las más inteligentes y audaces propuestas del gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, como es lo referente a la venta de la Fábrica de Licores de Antioquia. En ese sentido, el Gobernador y su equipo de trabajo tendrán que definir tres aspectos claves: el precio, la forma de venta y el plan de destinación de los recursos.
Aún hay, por supuesto, muchas voces que se oponen a ese negocio. Entre ellas están los antineoliberales, estatizadores a ultranza, y, por supuesto, los políticos que por décadas han ‘bebido’ de ese fortín clientelista y burocrático que arroja generosos excedentes. Se calcula que la FLA, para 2007, aportaría 296 mil millones de pesos al Departamento sólo por ingresos operacionales —sin contar impuestos—, lo que equivale al 16 por ciento de los ingresos de Antioquia.
Sin embargo, como dicen los amigos de la venta, no sólo quedarían los ingresos por impuestos sino el monto mismo del valor del negocio, que debe ser una cifra muy importante. En buena hora, el Gobernador ha entendido varias cosas que, además, se ha atrevido a proclamar a riesgo de excomunión. Sin duda alguna es inmoral que un Estado venda aguardiente para financiar la salud y la educación. Si algo le ha hecho daño a la salud de los colombianos y a su crecimiento intelectual y cultural, es el exagerado consumo de licor, que está catalogado como una droga ‘blanda’. Si algún economista hiciera el ejercicio de calcular la pérdidas económicas que el país ha sufrido en el último siglo por causa de la embriaguez nos llevaríamos una inmensa sorpresa: las muertes atribuibles al licor por riña, por intoxicación y alcoholismo, por accidentes automovilísticos y de otro tipo, superan de lejos el número de muertos de la violencia política. A eso debemos añadir los heridos y sus secuelas, la violencia intrafamiliar y la manera como el alcohol ha arruinado las vidas de decenas de miles de colombianos.
Bien dice Joseph Stiglitz que una economía de mercado no puede ser una sociedad de mercado, que el Estado no es eficiente en la producción comercial y su ocupación debe enfocarse en asuntos donde el lucro no es deseable como la justicia, la salud y la educación, y dejar a los privados lo demás. Si la FLA es rentable por ahora —aunque no necesariamente eficiente— es porque la gestión pública en Antioquia ha sido más transparente que en otras regiones en las que licoreras y beneficencias han desaparecido o van en vías de hacerlo y nada garantiza que eso siga siendo así. Pero, además, es rentable porque la producción de licores es prerrogativa del Estado, privilegio que tiende a desaparecer con los avances de la globalización, no sólo por TLCs con E.U. u otros países sino porque así lo quiere establecer la OMC, dando fin a los monopolios estatales de licores.
Entre otras cosas no hay que hacer encuestas ni estudios de mercado para enterarse de que las prácticas de consumo de licores están cambiando a pasos agigantados. El aguardiente Antioqueño es líder a nivel nacional, pero en Medellín ya se consume más ron que aguardiente y el consumo de vinos —que hace pocos años se limitaba al brindis en las fiestas y a la goterita de los sacerdotes en las misas— se convirtió en un gran negocio, así como el de tragos finos importados. De ahí que el Gobernador no esté muy errado al afirmar que el buen momento de la empresa no parece redituable en el futuro, cualquier avezado negociante diría que es el momento de vender.
El mejor ejemplo es Suecia: a pesar de ser un país desarrollado que no urge de grandes recursos para acometer planes de crecimiento, el Gobierno proyecta vender su famosa marca de vodka Absolut por más de 5 mil millones de dólares. Difícil saber para qué necesitará Suecia ese dinero pero a Antioquia sí le haría mucho bien tener un capital que le permita apalancar un mejor futuro, unos recursos que administrados con sabiduría y decencia en acueductos, infraestructura vial, desarrollo tecnológico o educación nos ayuden a alcanzar un nivel de vida satisfactorio. Lástima sí la soberbia de unas EPM que no necesitan capital pero ni rajan ni prestan el hacha. ¿Qué dirán los desconectados?
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín el 31 de diciembre de 2006 (http://www.elmundo.com)