Colombia renunció al Mundial de 1986 por incompetencia e ineptitud.

Colombia es el único país del mundo que ha renunciado a organizar un campeonato mundial de fútbol, cosa incomprensible en tanto que las demás naciones se pelean encarnizadamente por organizar eventos de esa naturaleza. Claro que para un país pobre y lleno de problemas estas cosas son superfluas pero esa dimisión es síntoma de algo que podría denominarse ‘síndrome de incapacidad colectiva’, donde se esconde un complejo de inferioridad que nos abruma.

Nuestro país no renunció a ese Mundial por exigencias desmedidas de la FIFA, como se argumentó, sino por incompetencia e ineptitud. Las condiciones fueron iguales a las que se le imponían a cualquier país organizador y el Gobierno pudo negociar demandas irracionales. En esa época, el fútbol discurría en un ambiente menos ostentoso que hoy y la relación costo-beneficio era razonable. Si la FIFA ejerció alguna presión fue porque a tres años del evento faltaba todo, las palabras de Joao Havelange bien lo resumen: “Colombia tuvo doce años para organizar el Mundial y no pudo”.

Países pobres han hecho mundiales: en 1962, Chile realizó la Copa Mundo sobreponiéndose a un terremoto devastador. En 1970, México organizó su primera Copa Mundo —apenas dos años después de haber celebrado los Juegos Olímpicos—, y en 1986 realizó el Mundial que rechazó Colombia, unos meses después de sufrir también un terremoto. En 1982, la atrasada España post franquista respondió con lujo de detalles y si no fuera por las sombras de la dictadura militar, Argentina 78 sería otro buen ejemplo de tenacidad.

La disculpa que el gobierno de Belisario Betancur esgrimió para renunciar a ‘Colombia 86’, es sensata en apariencia pero encubridora de la patología: se dijo que los recursos necesarios para la organización de ese evento quedarían mejor invertidos en hospitales, carreteras, escuelas y viviendas para los más pobres. Nada de eso se ejecutó.

La imaginación popular ha terminado por agradecer la decisión de Belisario ante la sospecha de que nos pudo haber librado de un ridículo gigantesco. Un Mundial a la colombiana habría sido grotesco, estrambótico y estrafalario; un verdadero caos con estadios a medio terminar, problemas de boletería, dificultades de transporte, insuficiencia hotelera y toda clase de inconvenientes organizativos. De fondo, habría sido un gran foco de corrupción que todavía estaríamos pagando pero el prevenir el desastre no equivale a solucionar el problema sino a a enterrar la cabeza. Nada se remedió con eso porque ni se invirtieron esos dineros ni se ha hecho nada para mejorar la sombra de incompetencia que nos cubre y que se refleja en las frías estadísticas que indican el atraso del país en los aspectos más diversos: obras públicas, educación, tecnología, analfabetismo, dominio del idioma inglés, etc.

Colombia es incompetente porque aquí campea la corrupción, porque la  burocracia y la tramitomanía obstaculizan todo, porque somos perezosos y mediocres, porque no reconocemos que la responsabilidad por nuestro futuro no es endosable a los gobiernos de turno ni a las potencias extranjeras, porque tenemos un problema de baja autoestima enquistado en nuestra cultura.

Si los colombianos queremos salir adelante es hora de cambiar lo que está mal en nuestra idiosincrasia, es hora de cambiar todas esas cosas indeseables que son como un lastre y nos impiden tomar las riendas de nuestro devenir. Hay que acabar la ‘cultura’ de la propina y la mordida, la de la impuntualidad, la de la viveza y la picardía, la de las palancas y las roscas, la de ‘hecha la ley hecha la trampa’, la de la fotocopia, el pirateo y el ‘copy and paste’, la de dejar todo para mañana…

No fue el gol de Maradona lo que nos perdimos al renunciar a ‘Colombia 86’, perdimos el tren del futuro, un tren que partió hace rato y al que sólo puede accederse con un esfuerzo colectivo, porque ese es un Mundial que ningún ‘Maradona’ se puede ganar solo. ·

El Tiempo, 13 de junio de 2006

Posted by Saúl Hernández

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