Fernando Londoño Hoyos

Esa feliz combinación de hechos, el Fiscal que pospone la crucial entrevista que le ofrecían, el Procurador que cambia de representante y de bando y que a la vez acosa al juez, y el juez que se deja acosar, cierra la oportunidad para practicar pruebas y deja a la Vallejo con su cuento intacto, produjo el deseado efecto de tapar, tapar y tapar. Porque de aquello de ampliar la instancia decretando una prueba de oficio, nada. Ante todo, la rapidez judicial. Después de 16 años de impunidad, llegó la hora de correr desaforadamente.

Lo mejor es que tantos afanes y tan extrañas combinaciones se producen en el preciso momento en que un testigo excepcional, silenciado durante años por su miedo, quería hablar de las conexiones entre la mafia y personajes tan notables como los ex presidentes López y Samper.

El Procurador salta en defensa de sus amigos y jefes, el juez se enreda y el Fiscal, cuya calculada displicencia empieza a fatigar la opinión, entra en acuerdo con quien se dice maneja los hilos de su despacho, el ex procurador Jaime Bernal Cuéllar, otro amigo de la casa. Así nunca sabremos por qué mataron a Luis Carlos Galán ni podremos enterarnos de las conexiones de la mafia y la política, esas que casi culminan en cierta negociación en Panamá, de la que no quisiéramos acordarnos tanto. Y nadie se inmuta, nadie protesta, nadie se inquieta. De una conjuración tan sórdida y evidente no nos quedan sino los resultados. Virginia Vallejo dirá sus amargas verdades en los Estados Unidos y acaso tenga el tiempo y el valor necesarios para escribir en un par de libros lo que calló tan largamente. Pero para entonces ya Santofimio estará absuelto y Samper y López dirán que se trata de los dichos de una loca o de una oportunista, porque lo único que cuenta en Colombia son las sentencias de los jueces.

De su lado, el Procurador mostrará su indignación contra la declarante, y dirá que debió ser procesada por cómplice. Y que todavía debiera serlo, renunciando a la prescripción que obra en su favor. Lo que ya es el colmo. El Procurador, que no renuncia a la prescripción que lo ampara de la más escandalosa falsedad que se recuerde en Colombia, la exige para Virginia Vallejo. Así son las cosas de la política por estos pagos. Se buscan analistas y se alquilan pantalones.

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