No debe extrañar a nadie que las Farc hayan rechazado la propuesta de tres países europeos para facilitar el encuentro de los voceros de la guerrilla y el establecimiento colombiano con el fin de negociar la liberación de 63 secuestrados. No debe extrañar ni siquiera que a una propuesta tan cercana a sus propias exigencias y planeada con milimetría para generar avances y no retrocesos hayan contestado con argumentos tan pobres, casi infantiles, que se resumen en la amenaza de que mientras Álvaro Uribe sea presidente no habrá canje ni diálogo alguno.
Durante el gobierno de Andrés Pastrana, las Farc tuvieron casi cuatro años completos de plaza pública al tiempo que seguían extorsionando, secuestrando, asesinando, traficando y arrasando regiones enteras. La gigantesca área de distensión cedida por Pastrana les significó convertirse en un centro de atención política en el que se mantenían periodistas nacionales y extranjeros con sus cámaras y equipos satelitales, y a donde llegaban frecuentemente personalidades de la política y los negocios, tanto de aquí como de afuera.
Con la llegada de Uribe al poder, las Farc se fueron replegando en la selva y las altas montañas y la vida se les tornó más compleja. Un importante ideólogo de esa guerrilla que se acogió a los planes de reincorporación social, conocido con el alias de ‘Plóter’, afirmó que de tener combates esporádicos en tiempos de Pastrana pasaron a tener refriegas con el Ejército a diario y hasta se vieron obligados a hacer las necesidades corporales con el fusil en la mano y montado, sin seguro. La diferencia es notable. Los cabecillas de las Farc deben sentir nostalgia por esos tiempos de vanidosa exhibición y ver con envidia la atención que convoca el subcomandante Marcos, sin disparar un tiro, conocido ahora como el ‘Delegado Cero’, y de paseo por todo México como cualquier harlista burgués.
La realidad política de las Farc se transformó tanto de un gobierno a otro que de las extensas entrevistas que daban acerca de lo humano y lo divino, destempladas con los equívocos propios del lenguaje marxista, pasaron a sólo ser atendidas por un tema: el ‘canje humanitario’. Eso se convirtió en su única alternativa de hacer proselitismo político incluso a través de las pruebas de supervivencia. Gracias a esos secuestrados, la guerrilla tiene voceros gratuitos: la iglesia, los familiares de los secuestrados, los políticos de medio pelo y de pelo entero que buscan pescar en río revuelto y muchas entidades, gobiernos y personas que, bien intencionadas en su mayoría, se han dejado manipular de las Farc y han creído en humanitarismos de última hora.
Al decir que con Uribe no habrá canje, la guerrilla se apunta al caballo cojo porque los colombianos no van a caer en un chantaje a cambio de nada. El mensaje de la guerrilla es ‘no voten por Uribe’ y el premio sería la devolución de tres gringos y un alemán, 37 militares y policías —algunos hasta con ocho años de secuestro— y 22 políticos. Esa espada de Damocles, sin embargo, ha sido carcomida por la costumbre: las Farc han asesinado a muchos extranjeros, sólo en diciembre dieron de baja cerca de 40 militares y policías, y no pocos políticos cayeron por el accionar de sus fusiles en el 2005. Si bien Ingrid Betancourt cautivó a los franceses con sus ínfulas de Juana de Arco, aquí la cosa es bien distinta, no muchos meterían por ella las manos en el fuego…
Fuego es precisamente lo que ofrecen las Farc, los cinco mil secuestrados con fines extorsivos que reporta la fundación País Libre no entran en el juego y los guerrilleros que queden libres, unos 500, nos van a seguir dando en la cabeza. Esa es la alternativa que las Farc le ofrecen al pueblo colombiano, “no vote por Uribe y reciba un mazazo gratis”. En el fondo, sería muy útil que la guerrilla tuviera escenarios de expresión política para que tengan una alternativa de expresión distinta a echar bala. Acaso vayan entendiendo que Colombia no es tierra fértil para sus delirios y se sometan a un acuerdo político muchos muertos antes de los que hoy se avistan. ·
Publicado en el periódico El Tiempo, el 4 de enero de 2006
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