La administración de Sergio Fajardo ha demostrado un gran interés en resolver problemas atinentes al tráfico de automotores en la ciudad y, en general, en todo lo relacionado con la movilización de vehículos y peatones. En ese afán, se han cometido errores considerables que habrá que reversar en la próxima administración y se han descuidado grandes problemas que urgen solución y en los que se podría haber avanzado de manera significativa.

En primer lugar se ha querido mezclar cosas que son como el agua y el aceite sin medir las consecuencias y sin ser honestos con la ciudad. La cultura ciudadana no deriva de un obtuso concepto de espacio público en el que no queda muy claro para qué es, entonces, dicho espacio. Con mucha vehemencia se le está apostando a desestimular el uso de automóviles particulares sin tomar en cuenta el impacto de una medida de esa naturaleza.

Nadie ha cuantificado la repercusión económica que se deriva de entorpecer la gestión de los comerciantes de la Avenida 33 y la Zona Rosa al coartar el uso de vehículos particulares en esos sitios, donde la mayoría de clientes son propietarios de carro. No hay duda de que las aceras deben estar despejadas pero el parqueo ribereño es permitido en todo el mundo. El área entre la acera y la fachada pertenece al propietario del inmueble y si el espacio es suficiente no debería prohibirse estacionar vehículos ahí.

La medida condena negocios a la quiebra, le traslada el problema a las calles aledañas donde predominan las casas de habitación y favorece los parquímetros, negocio privado que toda la comunidad sueña con ver desaparecer algún día. Los vehículos particulares no son los mayores contaminadores de la ciudad, pagan altísimos impuestos y soportan miles de empleos que van desde los fabricantes de vehículos hasta los vigilantes de trapo rojo. El valor de una medida no se toma por su carácter estético sino por la relación costo-beneficio y esta es muy costosa en materia de empleo sólo para que algunos pocos peatones puedan caminar más ancho.

Además, habría que preguntarse sobre implicaciones éticas porque se está incentivando la utilización de centros comerciales con parqueaderos propios. La familia del Alcalde está construyendo proyectos en ese sentido y el Secretario de Tránsito también es constructor.

Mientras ellos están en esa insulsa pelea, el problema de la contaminación de la ciudad se agrava por la proliferación de chimeneas ambulantes en el transporte público. El Alcalde y el Concejo de la ciudad nos harían un gran favor a todos si expidieran una norma que exija el uso de gas vehicular a todo automotor nuevo que ingrese al servicio público. Es un error además admitir el uso del diesel en los buses articulados del Metroplús porque está demostrado que el diesel que se produce en Colombia es de mala calidad, con el doble de tóxicos que lo aceptado en las normas internacionales. Ni siquiera se tuvo en cuenta el análisis de alternativas movidas por electricidad como los trolebuses.

A diferencia de lo que creen algunos, trolebuses y tranvías —sobre todo estos últimos— son considerados en la actualidad como las mejores alternativas de transporte urbano por su fuente de energía limpia. Sistemas de troles operan en muchas ciudades de Latinoamérica, y modernos tranvías pululan en ciudades de Europa y Norteamérica. Muchos expertos opinan que ésta era la mejor opción para Bogotá y que el sistema Transmilenio fue una torpeza en varios aspectos,  empezando por el combustible diesel de la mayoría de sus vehículos.  Eso es lo que vamos a replicar aquí.

Otra cosa que se ha pasado por alto es la construcción de las cerca de 90 terminales de buses que requiere la ciudad para que las calles de los barrios dejen de ser parqueaderos y lavaderos de vehículos. Ese sí es un gran problema y un abuso del espacio público que el alcalde no quiere ver. Incluso, un porcentaje de la tarifa de transporte urbano está destinado a financiar la construcción de esas terminales, tema que sí genera empleo en vez de destruirlo.

Y como si no fuera suficiente, la evidencia de Santo Domingo demuestra lo importante que sería construir otra línea de Metrocable, esta vez hacia el occidente, con todos sus beneficios de transformación urbana. Es decir, en materia de transporte hay mucho de que ocuparse en vez de darle soluciones necias a problemas imaginarios: pelear con los carros como si fueran molinos de viento.  ·

Publicado en el periódico El Mundo, el 23 de enero de 2006

Posted by Saúl Hernández

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