Sin embargo, no creo que sea útil la actitud de los familiares de los secuestrados, no creo que sus opiniones y actuaciones sean las adecuadas. Lo que digo es que es entendible que, en su desesperación, sus reclamos estén dirigidos solo al Gobierno y no a la guerrilla, lo cual supone también un reconocimiento institucional, aun cuando tan acerbos reparos lo puedan deslegitimar. Tanta impotencia engendra el ‘síndrome de Estocolmo’ en los familiares, que hasta parece que estimaran a los captores de sus hijos, esposos y padres. Y los familiares piden, acosan, ruegan, exigen, porque los retenidos sólo les interesan a ellos y a nadie más, como bien se lo dijo, cara a cara, al ‘Mono Jojoy’ el ya fallecido mayor Julián Ernesto Guevara.

Lamentablemente, las recientes pruebas de supervivencia y el anuncio de acercamientos en Florida y Pradera estimulan falsas expectativas entre los familiares de los secuestrados y parte de la opinión pública. No hay que hacerse ilusiones ni llamarse a engaños porque, realmente, a las Farc no les interesa el canje a menos que les reporte un inmenso beneficio militar o político, que también se ve muy difícil de materializar.

Y no les interesa por varias razones. Al terminarse el despeje en el Caguán, al ser incluidas en la lista de grupos terroristas tanto en E.U. como en Europa, al tener que ponerse a la defensiva tras el ascenso de Uribe al poder, al cerrárseles espacios de interlocución en el extranjero y aun dentro del país, el único tema que ha jugado en favor suyo ha sido el del canje humanitario, porque todos -no sólo los familiares-, medios de comunicación, líderes de opinión, ex presidentes, Iglesia y políticos de toda laya le han echado el agua sucia al establecimiento, con lo que han subido las acciones de los secuestrados.

Y peor ha sido el efecto en el extranjero. El solo secuestro de Íngrid Betancourt les ha reportado a las Farc más beneficios que todos sus embajadores en Europa, sus emisoras y sus páginas de Internet juntos.

Es inaudito que un país serio como Francia haya tenido intentonas de íntima cercanía con un grupo terrorista, cuajando escándalos en el Alto Gobierno francés dignos de una novela de espionaje.

En todos los conflictos, como en el árabe-israelí, los secuestrados, prisioneros de guerra o como se quieran denominar, se intercambian sin mucho ruido ni muchas largas, acaso porque los judíos -que luego arremeten con implacables represalias- no tienen un coro de ONG y ‘compañeros de ruta’ maniatándolos. En Colombia no hemos superado la traumática idea de permutar ciudadanos de bien por delincuentes condenados con todas las garantías de ley, que sin duda alguna volverán a sus andadas: a matar, a secuestrar, a poner bombas… Y la guerrilla de las Farc sabe que para que la oigan, para que los entrevisten, para que Estados extranjeros los consideren, van a necesitar otra Íngrid, otros militares y policías, otros políticos que después de muchos años produzcan mucho ruido.

Todos queremos que ahora sí se consiga la libertad de los secuestrados, pero eso es pensar con el deseo. Sin ellos, a las Farc no les quedaría más futuro que agonizar en el ostracismo de la selva o sentarse a hacer la paz, cosa que aún no está a la vuelta de la esquina.

Publicado en el periódico El Tiempo, el 10 de octubre de 2006 (www.eltiempo.com).

Posted by Saúl Hernández

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