Decir por quién votar para el Congreso de la República puede resultar un ejercicio vulgar y presuntuoso, además de un favor gratuito para quien puede terminar no comportándose a la altura debida en una institución desprestigiada y poco útil para una democracia como la nuestra donde 102 senadores y 166 representantes a la Cámara no garantizan la representatividad del pueblo colombiano y la lucha por la satisfacción de sus necesidades sino todo lo contrario.
No es estimulante escoger a conciencia a un ciudadano que nos represente en el máximo órgano del poder Legislativo cuando vemos que el conjunto se comporta como una camarilla interesada en los logros personales, en la jugosa dieta parlamentaria —incluyendo el premio futuro de la gorda pensión—, en el control de cuotas burocráticas en los diversos estamentos estatales o en boberías como imponer condecoraciones u ofrecer homenajes inmerecidos a otros políticos.
Lo ideal sería poder distinguir a los corruptos y poder saber quién es inteligente y honesto, útil a la democracia. Lamentablemente, la trayectoria no puede comprobar ni lo uno ni lo otro, apenas muestra lo bien conectado que es un candidato. De otra parte, la ausencia de propuestas es absoluta y los partidos lejos están de actuar como bancadas ofreciendo desde ahora propuestas partidistas viables. Igualmente, la publicidad política se está limitando al discurso emotivo de siempre, a promulgar el ‘cambio’ o a vender a algunos —de manera oportunista— como aliados del presidente Uribe.
Por eso es más fácil y más sano identificar por quiénes no se debería votar para que como ciudadanos no contribuyamos aún más a la perversión del sistema, tratando, en muchos casos, de solucionar las cosas castigando a la clase política o enviándoles mensajes con prácticas equivocadas que han resultado, a la postre, un flaco favor a la democracia.
En primer lugar, abstengámonos de votar por futbolistas, actrices, reinas de belleza, locutores, humoristas, emboladores y similares. Estos personajes sólo buscan capitalizar su fama y reconocimiento —o solucionar su vida— a través de una curul en el Congreso porque es la mejor manera de seguir ganando mucho dinero sin hacer nada. Pasan de los realities de televisión a la política y no podemos avalar con el voto que esto sea un verdadero circo. La gente de la farándula que ha llegado a nuestras instituciones políticas son la prueba fehaciente de que nada tienen que estar haciendo ahí, su aporte es nulo.
En segundo lugar, nadie en absoluto debe votar por delfines. El poder político no se hereda, eso es un atentado contra la democracia y un irrespeto a toda la sociedad. En unos casos, son los hijos de oscuros caciques que quieren seguir desfalcando al Estado a través de aquellos. En otros, son los hijos de grandes líderes que sin construir una carrera propia se apuntalan en su apellido para sobresalir. Este un país indecente donde las oportunidades están negadas al pueblo porque toda la torta se la reparten hereditariamente los dueños del poder. Un político decente, por muy presidente que haya sido su papá, tiene que hacer su propia carrera empezando por lo bajo, como concejal de un pequeño pueblo, secretario de un juzgado o empleado medio de una entidad pública. Es muy mal síntoma el que estos advenedizos quieran saltar de los pupitres de Harvard a los del Capitolio sin mojarse los zapatos. Nada bueno saldrá de ellos así.
Otro tipo de candidatos por los que debemos abstenernos de votar son los pertenecientes a partidos de índole u origen religioso, bien sea de orientación católica o de cualquier otra tendencia. Las cosas de Dios, los asuntos espirituales, dejémoselos a las iglesias. La política, empero, es un asunto terrenal que debe ser manejado por laicos, el Estado debe ser secular. En el pasado, la injerencia de la religión en la política ha sido fuente de violencia. Actualmente, los partidos de tendencia religiosa abusan de sus fieles exacerbando su fanatismo con fines económicos y electoreros, ocultan en el culto religioso su sed de poder y sus fines no deben ser muy santos que digamos. Además, su presencia en el Congreso ha sido tan nula como la de los futbolistas, no vale la pena que estén allí.
Tampoco son merecedores de nuestros votos los políticos que ensucian las ciudades llenándolas de vallas y pasacalles que luego no retiran. En general, quienes abusan de la publicidad a través de cualquier medio demuestran que tienen mucha plata y pocas ideas. Las intenciones de quienes se anuncian como un detergente generalmente son dañinas. El colmo es la estrategia del Equipo Colombia de Luís Alfredo Ramos en Bogotá, usando niñas con las tetas al aire para repartir volantes en los semáforos. Será porque son políticos de cabaret o prostíbulo. Eso no es digno de la actividad política, cada cosa en su lugar. Son políticos ‘bon-ice’ que no merecen ni un voto.
Otro grupo que no debe recibir votos es el de los promeseros, eso identifica a los incapaces que quieren hacerse a su sueldito a toda costa, a cambio de lo que no está a su alcance. Ofrecen el canje, ofrecen empleo para todos los colombianos, educación gratuita, hospitales en cada esquina, subsidios para ancianos y hasta becas por no estudiar. Un congresista solo no puede aprobar nada de eso, si acaso fuera una propuesta de toda una bancada podría ser más factible. La demagogia o populismo es para engañar tontos pero nada de eso se cumple.
Quien lleve cuatro o cinco periodos en el Congreso no debería tener más votos para volver allí. Si su presencia ha sido benéfica —lo cual es de dudar— mil gracias por el servicio prestado a la Patria y hasta luego. Si no lo ha sido se le presta un servicio al país sacándolo de una buena vez.
Para finalizar este ejercicio que no es concluyente, el periódico El Tiempo aporta una larga lista de candidatos que están a favor de eliminar la extradición de colombianos. Estos tampoco merecen el voto porque la extradición no es un favor que le hacemos a los Estados Unidos sino un favor que nos hacemos nosotros mismos poniendo los delincuentes a resguardo de quien sí los puede subyugar. Y gratis. Igual da si es EE.UU., Francia o China. En la Colombia de hoy quien proponga la no extradición nada bueno se trae entre manos y no merece el voto de la gente honesta.
Después de estos ‘consejos’ ¿tiene claro por quién votar o se quedó sin candidatos por hacer caso a estas recomendaciones? Si así fuere, vote en blanco, votar en blanco no es un asunto tan estéril como se cree. ·
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 6 de marzo de 2006
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