Ahora la polémica es que Uribe no debate.

Es apenas lógico que el debate presidencial en Colombia se reduzca a lo mecánico. Acaban de pasar las elecciones legislativas y las propuestas brillaron por su ausencia, sólo se habló de los números en las listas, de que fulano fue expulsado de un partido y admitido en otro y cosas por el estilo. Ahora, el único tema polémico es el hecho de que el presidente Uribe no quiere asistir a debates con sus contrincantes, en pos de la reelección.

Todas las opiniones esgrimidas sobre el asunto tienen algo de razón: que Uribe no quiere someterse a una gavilla que basa todo discurso en critica mordaz a su gestión y no tienen nada de propuestas; que los debates son unos circos montados por los medios de comunicación para subir el rating y vender más revistas y periódicos; que en la campaña de Uribe se respira arrogancia porque creen que su candidato es infalible; que un presidente no tiene nada que debatir con candidatos que no tienen ni el uno por ciento de apoyo en las encuestas, etcétera.

Lo más cierto de todo  es que se trata de una decisión incomprensible porque si hay un candidato de verbo envolvente, de memoria prodigiosa, de dialéctica contundente y conocedor de cada detalle, ese es el presidente Uribe.

Esta claro que el presidente Uribe ha malacostumbrado a los medios por su excesiva disposición a las cámaras y los micrófonos,  a la exposición mediática. Basta recordar que durante la campaña por el referendo, Uribe apareció hasta en el reality de televisión ‘El Gran Hermano’ de un canal privado y hace poco más de un mes, en otro canal privado, se sometió a una maratón de siete horas continuas, de once de la noche a seis de la mañana, explicando las bondades y defectos del TLC en vivo y en directo. Los largos consejos comunales de los sábados, trasmitidos en vivo y al mejor estilo de un debate donde hasta el más humilde asistente puede intervenir, son otra muestra de su excesiva exposición a los medios. Luego, parecería obvio que el Presidente de la República estaría más que dispuesto a someterse a debate con cualquier candidato, contra todos juntos de ser necesario, y por eso ha sorprendido a todo el país su reticencia para hacerlo.

En gracia de discusión  hay que admitir varias  cosas. Los debates sí tienen la finalidad de aumentar el rating, no son un favor que se le hace a la democracia porque sí, y no hay razón válida para que un presidente en ejercicio se someta al pequeño circo que quiera montar cada medio. Sería más altruista que los grandes medios conformen un pool para realizar dos o tres debates en horarios Triple A con los principales candidatos, incluido el Presidente, pero no con todos.

Ese es otro aspecto a considerar. Hay que recordar que el referendo de 2003 se hundió por no superar el umbral. En la reciente votación para el Congreso, bajo la nueva ley electoral, varios partidos se quedaron sin representación y perdieron la personería jurídica por el mismo tema del umbral, y si este mecanismo es tan importante en nuestra democracia, los candidatos de esos partidos no deberían seguir en la contienda o, por lo menos, no deberían estar en un debate creyéndose con especial derecho de atacar con argucias a un candidato en particular —el Presidente— que por razones de dignidad tendría que morderse la lengua. Esos candidatos, como si fuera poco no pasar el umbral,  no tienen ni el uno por ciento de respaldo en las encuestas. De manera que en los debates con el Presidente no deben participar candidatos como Antanas Mockus, Álvaro Leyva (el candidato de las Farc), Enrique Parejo y mucho menos esos desconocidos que se lanzan porque el ambiguo concepto de pluralidad se los permite. En las actuales circunstancias sólo dos candidatos están en posición de debatir con el Presidente: el liberal Horacio Serpa y el comunista Carlos Gaviria. Los demás no tienen velas en el entierro.

Finalmente, hay que decir que el debate entre candidatos no es indispensable pero sí permite hacer útiles comparaciones. Hace cuatro años, Uribe volvió ropa de trabajo a sus contradictores y hoy, con realizaciones para mostrar, no hay nada que haga pensar que las cosas sean distintas. De hecho, los debates programados sin Uribe van a demostrar dos cosas: que telenovela sin galán no tiene rating y que los candidatos en disputa no tienen nada qué decir y nada qué ofrecerle al país, salvo confusas ideas contra el TLC, críticas muy simplistas contra la política de seguridad del Gobierno y el manido estribillo de la pobreza, que no le queda bien esgrimirlo a unos plutócratas que toda la vida han comido muy bien, del bolsillo del pueblo.  ·

Publicado en el periódico El Panamá América, de ciudad de Panamá, el 10 de mayo de 2006 (http://www.pa-digital.com.pa/).

Posted by Saúl Hernández

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