Simón Gavira Muñoz (El Espectador)
Como banquero aprendí a ser malpensado en temas de contabilidad. Cualquiera que inicie la difícil tarea de hacer una reforma tributaria debería tener esto en cuenta. Las compañías no pagan impuestos por «queridas» y naturalmente van hasta el límite de la legalidad para reducir su carga tributaria.
La propuesta de reforma tributaria del gobierno busca que cualquier inversión en activos fijos sea deducible el primer año. Uno entendería una deducción a la inversión en maquinaria o tecnología (figura exótica en el contexto mundial y en la gran mayoría de casos temporal) pero por qué vamos a deducir la compra de un edificio o de un carro usado.
Ninguna de estas inversiones genera ni más empleo, ni más crecimiento, ni más recaudo para el país. La verdad es una exención que estimula activamente la creatividad contable. Una persona hábil podría reducir de manera significativa su tarifa efectiva de impuestos. En otras palabras, el gobierno quedaría a la merced de la viveza de los colombianos, que sabemos no es poca. Sin duda el Estado pierde esa batalla.
Entre menos impuestos mejor para la economía. Sin embargo no estamos sobrados desde el punto de vista fiscal con un déficit central de 4.8% del PIB. Sería más prudente hacer una reducción de tarifa de renta para gravar entre el 28-30% que mantener el privilegio de depreciación acelerada de activos fijos. Esto podría impulsar la inversión y el crecimiento del país pero no tendría un impacto tan nefasto sobre la estabilidad fiscal. Pensemos bien lo que vamos a hacer:
a) ¿Vamos a gravar la canasta familiar al 10% y le vamos a devolver ese IVA a los estratos 1 y 2 a través de un banco que no existe y con un Sisben desactualizado?
b) ¿Vamos a eliminar las cuentas AFC? Recordemos que 70% de las adquisiciones de viviendas en Colombia se hacen a través de este mecanismo
c) ¿Vamos a eliminar los incentivos al ahorro de pensiones? En 2005 alcanzamos un tasa de ahorro de 17.6% del PIB (China ahorra 44%)
d) ¿Vamos a mantener el 4 x 1000? Un impuesto anti-técnico que estimula la desbancarización y la evasión de impuestos.
Si vamos a exigirle a la clase media tantos sacrificios, la reforma tributaria debería tener algo más que mostrar. Necesitamos una verdadera reforma estructural con más piso y fondo, donde seamos más ambiciosos, simplifiquemos mucho más, y eliminemos más exenciones a grupos privilegiados lo que nos permitiría tener una reducción de tarifas más profunda. Sin estos elementos, la reforma no sería estructural, sería una propuesta inocua, incapaz de romper el círculo vicioso de déficit, bajo crecimiento y reformas tributarias, sería una reforma sin dientes, una reforma tributaria inocente.