Los integrantes del Polo Democrático Alternativo se molestan cuado se señalan ciertos devaneos suyos con las guerrillas y cuando se les critica por no ser muy claros ni muy reiterativos en la condena de la violencia terrorista. Ellos aseguran estar al margen de las actividades subversivas pero en no pocas oportunidades algunos de sus dirigentes nos hacen recordar los tiempos de la Unión Patriótica y el rancio Partido Comunista y hasta toca preguntarse cuántos de sus miembros hacen parte del Partido Comunista Clandestino de las Farc, cuyo proselitismo y propósitos no deben ser lo ‘democráticos’ que el Polo sugiere en su rimbombante nombre.
Suponiendo que, en efecto, el Polo y cada uno de sus integrantes se haya deslindado de la subversión armada hay un nuevo factor que les impide, de momento, erigirse como una opción democrática para Colombia y es nada más y nada menos que su cercanía con el señor Hugo Chávez. No nos vayamos por las ramas: Chávez no es un presidente democrático bajo ningún punto de vista y el Polo debe expresar de manera franca y abierta si está o no de acuerdo con los procederes del presidente venezolano y si eso es lo que ellos pretenden imponer para el futuro de Colombia.
Lamentablemente, la respuesta del Polo es predecible: ellos no sólo admiran a Chávez, sino que lo respaldan y quieren introducir su modelo aquí. De ser así —y todo indica que lo es—, habría que decir que el Polo no es democrático, y poner en duda la legalidad de su actividad política. Eso porque no es democrático aplaudir las acciones de un gobernante que se comporta como un dictador y que comete abusos que en Colombia no se le perdonarían a un mandatario.
No hace mucho, algunos dirigentes del Polo y la senadora ‘liberal’ Piedad Córdoba, admitieron no estar de acuerdo con el cierre de Radio Caracas Televisión decretado por Hugo Chávez, pero de todo lo demás llevan años de sepulcral silencio. En Colombia jamás sería visto como democrático un individuo que diera un golpe de Estado; mucho menos, por supuesto, tratándose de un militar que está obligado a la observancia de la ley y que ha jurado ofrendar su vida por el pueblo y por las instituciones.
Tampoco sería visto como democrático un individuo que escribiera una Constitución a su antojo y desvirtuara por completo los mecanismos de control y contrapesos propios de la democracia, convirtiendo de facto la estructura en un sistema de partido único en el que todos cumplen órdenes del Ejecutivo y rinden cuentas a él, donde la independencia de los poderes se ha cambiado por un hiperpresidencialismo de típica estirpe caribeña, modulado por el poder de una chequera descomunal. La Ley Habilitante es el extremo más patético de esta macrocefalia política y el Polo aplaude todo eso mientras aquí exigen el cumplimiento hasta de procedimientos de forma —meras leguleyadas— para hundir proyectos de ley propuestos por el Gobierno que ellos no consienten.
Otro aspecto que demuestra un escaso respeto por las conductas democráticas entre los admiradores de Chávez —el Polo, para ser exactos—, es el beneplácito con el que celebran su continuidad en el poder, la misma que han aplaudido con fervor en el caso de Cuba. Incluso, confían en la posibilidad de que otros de su misma catadura se atornillen para siempre en sus puestos, como en los casos de Evo Morales y Rafael Correa, quien está destruyendo la democracia del Ecuador en estos momentos. En cambio, no sólo se opusieron rabiosamente a la reelección del presidente Uribe sino que son capaces de incendiar el país si las amplias mayorías que lo respaldan deciden extender su mandato otra vez. Ese es el típico relativismo moral de la izquierda: les parece bien que Chávez se eternice de manera autoritaria —y, en general, aprueban todo lo que hace—, mientras que les parece un exabrupto cada hora que Uribe pasa en el Palacio de Nariño. La democracia tiene unas reglas y el Polo no puede exigir respeto sino es coherente en la observancia de las mismas. Y lo peor de todo es que ese ‘adalid’ que ellos siguen está tratando de intervenir descaradamente en nuestra democracia. La actitud del Polo no es leal ante un país que les ha abierto espacios y que apuesta por un mejor futuro trazado sobre normas claras. ·
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 12 de marzo de 2007Publicaciones relacionadas:
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