Si antes nos había causado, a los colombianos, desconsuelo y rabia el hecho de que la ong danesa ‘Rebelión’ le enviara ocho mil dólares a las Farc, resultantes de la venta de camisetas que hacían alusión al grupo subversivo, hoy nos sentimos verdaderamente indignados al conocer algunas anotaciones del diario de Tanja Nijmeijer, alias ‘Eillen’, una joven holandesa con estudios universitarios que se internó en la selva de nuestro país para enrolarse con los terroristas de las Farc, convencida de que estos delincuentes son luchadores del pueblo que buscan libertad y justicia.
Hace tiempos los colombianos nos sentimos solos en nuestro afán de derrotar a estos asesinos, pues muchos europeos -y la izquierda, en general- consideran válida la lucha revolucionaria en países tercermundistas y el uso de cualquier método violento a pesar de que no aceptarían ninguna salida similar en sus países de origen, donde rigen estrictos estatutos antiterroristas y legislaciones severas que tipifican conductas delictivas hasta en menores de edad. Por eso terminan apoyando los más confusos ideales, pero en países ajenos.
Al mismo tiempo, hay nostalgia por las ideas románticas y utópicas del mayo del 68, y bastantes interesados en revivir su espíritu por medio de estas revoluciones ‘justicieras’. Basta que haya pobreza y diferencias sociales para que decenas de desadaptados -en conflicto con la ‘figura de autoridad’- estén dispuestos a comprar camisetas, a presionar a sus gobiernos o a maltratar a quienes consideren culpables de las injusticias de ultramar: hemos visto en la televisión a decenas de jóvenes abucheando al Presidente de Colombia en sus salidas al extranjero, pero también hemos visto cómo huyen despavoridos cuando Uribe, con su estilo frentero, los invita al diálogo. Se van porque no saben si el asunto es Colombia o Guatemala, para ellos la protesta no es más que una escala antes de ir a llenarse de drogas en una fiesta.
De hecho, la juventud de los países industrializados desconoce que su adicción es el combustible del conflicto colombiano. Nadie tiene derecho a mirarnos por encima del hombro mientras se aplauda con hipocresía mal disimulada la desfachatez de la modelo inglesa Kate Moss y de las empresas que la siguen contratando -con mejor sueldo- después de descubrirse su afición por la cocaína. No pueden hablarnos de moral los gringos mientras sus medios de comunicación alaben descaradamente y propongan como patrones de su juventud a toxicómanas como Lindsay Lohan o Paris Hilton, que son quienes le dan poder a los capos ‘Rasguño’, ‘Chupeta’, Mancuso, ‘Don Berna’ y a las Farc y el Eln.
En su diario, la holandesa de las Farc deja entrever que vino a Colombia por afán de vivir una aventura distinta a la que pudiera tener en su Holanda natal, «una experiencia muy interesante, la cual nadie me podrá quitar», según anota. Tanja no es más que una joven inmadura (29 años) que al verse despreciada en su medio se vino a buscar un cambio en su ‘miserable’ vida, en la que teniéndolo todo no tenía nada. Es evidente su obsesión por el sexo, y las aberraciones de este tipo al interior de la organización, donde los comandantes compran favores sexuales con gaseosa, galletas y cigarrillos, según se desprende de sus confesiones.
Bajo la lupa ingenua de la holandesa, las Farc parecen un lupanar plagado de sida y venéreas, donde «una mujer con pechos grandes y cara bonita puede desestabilizar un mando» o provocar una pelea entre comandantes. La dibuja como una organización de gente ignorante, carente de intelectuales (¡ella se cree una intelectual!), plagada de hipocresía y privilegios entre los altos mandos. Sin autocrítica.
La holandesa dice: «Yo no sé (para) dónde va este proyecto. ¿Cómo será cuando lleguemos al poder? ¿Las mujeres de los comandantes en Ferraris Testarossa, con implantes de senos, comiendo caviar? Así parece. La mujer de un comandante, de suerte, tendrá ropa interior con encaje de seda, y si no, los termina echando en la basura. Esto me enferma».
Al igual que ella, los 18 jóvenes europeos que hacen parte de las Farc -según afirma la politóloga holandesa Ludwine Zimpolle- deben saber ya que no hay ideales sino intereses; por tanto, deberían tener la cortesía de quedarse en Europa y hacer sus revoluciones allá. ·
Publicado en el periódico El Mundo, el 10 de septiembre de 2007
Publicado en Venezuela Analítica (http://www.analitica.com).
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