La oposición colombiana debería aprender la lección que dio el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, al salir en defensa de su archienemigo, el ex presidente José María Aznar, ante la arremetida vocinglera del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y de su jefe y mentor, el presidente venezolano, Hugo Chávez.

Fue una lección de altos estudios en ciencias políticas. Quien acepta las reglas de la democracia está obligado a reconocer la decisión soberana del pueblo, a respetarla y a defenderla aun cuando disienta de manera profunda de las ideas que representa aquel otro que haya sido designado en el poder.

Aznar fue elegido legítima y constitucionalmente por el pueblo español y nadie que se llame demócrata puede permitir que cualquier Perico de los Palotes venga a poner en duda las instituciones de un país sin exigir, por lo menos, un mínimo de sindéresis. Porque Chávez, con sus señalamientos a Aznar, puso en duda a toda la democracia española: un presidente no confabula solo y sus decisiones tienen que estar atadas al ordenamiento legal. Por tanto, ni Zapatero ni el Rey podrían haber hecho menos que reaccionar con ese aplomo ante la desatinada intervención de un charlatán paranoico como Chávez.

Sin embargo, en nuestro medio muchos se sorprendieron por la supuesta hidalguía que enseñó Rodríguez Zapatero al salir en defensa de su antagonista pues no entendieron que él no defendió a Aznar sino a España, a su democracia, a su institución presidencial y, en esencia, a su pueblo.

Eso es lo que no han entendido aquí los opositores, vaya uno a saber si por ignorancia o, simplemente, porque lo suyo no es la democracia. Los que suelen viajar por Latinoamérica, Europa y ahora por los Estados Unidos -cuya bandera solían quemar a menudo-, con el fin de despotricar del gobierno colombiano, acusándolo de auxiliador del paramilitarismo, de violador de los derechos humanos, de ser un régimen mafioso, etc., y de desprestigiar y ofender al Presidente de la República, cometen el mismo deshonroso disparate de Chávez y le faltan el respeto a la nación colombiana, a nuestra democracia y a todos los colombianos (incluidos ellos mismos). Y, en el fondo, manifiestan un desprecio tal por las instituciones que podrían ser considerados como verdaderos infiltrados de la anacrónica subversión.

Personajes como Gustavo Petro, Carlos Gaviria, Wilson Borja, Piedad Córdoba, Jorge Enrique Robledo y otros, son una vergüenza para Colombia y si en realidad se creen demócratas deberían tomar nota del proceder de Zapatero y actuar en consecuencia. Claro que eso no es más que un deseo inalcanzable porque lo que han venido haciendo en estos últimos años es precisamente todo lo contrario, de manera hipócrita.

La oposición quiere desconocer el mandato legítimo que el pueblo colombiano le dio a Álvaro Uribe Vélez y ha venido desarrollando sistemáticamente una campaña de desprestigio para debilitar el poder del Presidente, aun lesionando los intereses de los colombianos. De cierta forma es comprensible el pulso ideológico de la izquierda -y sus pares internacionales- contra un gobierno que combate -con el apoyo de los colombianos- a esos ‘románticos’ que «matan para que la gente viva mejor» (como arguye Carlos Gaviria), pero la campaña que han hecho en Estados Unidos para evitar la firma del TLC es de lo más ruin y se volverá en contra de toda la izquierda porque ésta sólo tendrá oportunidad de llegar al poder en un escenario libre de subversión y con una economía dinámica, insertada en el mercado global.

A esos chafarotes que vociferan aquí y allá, y celebran los triunfos insultando al Presidente, hay que preguntarles, emulando a don Juan Carlos: ¡¿Por qué no se callan?!

Post scríptum: Qué bueno que Aníbal Gaviria no tuvo que acudir a excesos publicitarios para demostrar las virtudes de su administración y ser reconocido como el mejor gobernador de Colombia. ¡Enhorabuena!  ·

Publicado en el periódico El Mundo, el 19 de noviembre de 2007

Posted by Saúl Hernández

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