Se sabía que las Farc iban a aprovechar al máximo a los secuestrados, pero nadie calculó que se atrevieran a pedir un precio tan alto por liberar a solo dos de ellos -pues no tenían a Emmanuel-, y no me refiero a los 500 millones de dólares de los que se ha rumorado, sino a la muy arriesgada apuesta que hizo su aliado más conspicuo al pedir que se les conceda el estatus de beligerancia, algo tan descabellado que hasta varios de sus aliados -como Cristina y Correa- hicieron mutis por el foro.
Como es lógico, la propuesta de Chávez ha generado toda clase de temores, como los señalados por el senador Vargas Lleras. El mayor de ellos es el de un posible conflicto militar. No en vano, Chávez emprendió hace años una carrera armamentista sin precedentes en la región, con Colombia como objetivo. Sin embargo, cabe preguntarse si esta movida de ajedrez no es el reconocimiento tácito, por parte de las Farc, de su derrota militar y el cambio consiguiente al ‘plan B’.
En efecto, el desmovilizado de las Farc ‘Carlos Alberto Plóter’ le confesó a la revista Semana (24-08-2003, edición 1112) que prácticamente lo único que les importa a las Farc es el estatus de beligerancia, y al indagarle el porqué contestó: «Las Farc van por la toma del país. Pero si el plan estratégico no funciona, como dicen allá, ‘si no cuaja el plan A, toca darle al B’, se puede hacer un gobierno independiente en la región Oriental y Amazónica. Y pueden tener sus representaciones internacionales.»
Eso significa, ni más ni menos, que el ‘plan A’ no funcionó, que la guerrilla asume su incapacidad para tomarse el poder y reconoce que perdió la partida, pero no capitula y se reinserta a la sociedad -lo que implicaría dejar los lucrativos negocios del secuestro y la coca- porque advierte posibilidades de triunfo fundando una narcorrepública independiente, refugio de terroristas, avalada por Chávez y otros gobiernos de ese clan, por lo menos mientras pasa «el chaparrón de Uribe», como lo llama ‘Plóter’.
Pero como las Farc perdieron la guerra en un territorio que conocían como la palma de la mano y al que sus combatientes estaban mejor adaptados, es de suponer que el ‘plan B’ tampoco sería factible sin los Sukhoi venezolanos y los 100.000 fusiles de munición obsoleta -7.62, del mismo tipo del que usa la guerrilla- que el inefable Chávez adquirió para armar a sus milicias bolivarianas. Porque para que las Farc ejecuten un control territorial efectivo del Guaviare, por ejemplo, van a necesitar una gran ayuda si consideramos que el Ejército ya es señor de escenarios históricos de las Farc como La Julia y Marquetalia -donde hay presencia militar desde julio del 2006-, o que al frente 16 del ‘Negro Acacio’ lo redujeron en plena selva del Vichada.
Esa es una de las razones por las que las Farc insisten en el despeje de Florida y Pradera, que les daría un control territorial artificioso por 45 días, que harían estirar a perpetuidad en busca de un reconocimiento internacional que difícilmente vendrá, a menos que, efectivamente, liberen a todos los rehenes. Pero ahí está la gran paradoja: la guerrilla es nada sin los secuestrados y ya no tiene tanto poder como para secuestrar a más personalidades que generen gran presión internacional. Solo les quedaría la ayuda de Chávez y este no oculta sus intenciones: el famoso mapa sin límites definidos que usó para explicar la ‘Operación Emmanuel’ es más que un mensaje subliminal.
Yo no sé si Chávez sea gay o no -ni me importa-, pero su salud mental sí la pongo en duda. Y lo que este caballero hizo, aunque no hemos querido darnos por notificados, fue una declaración de guerra. Por eso, el presidente Uribe debe pedirle a la comunidad internacional que le exija a Hugo Chávez cesar su injerencia en Colombia, aun la ‘humanitaria’. Y confiemos en que la sensatez del pueblo venezolano se imponga sobre los desvaríos de Chávez y sean ellos mismos los que le cobren este desatino. ·
Publicado en el periódico El Tiempo, el 22 de enero de 2008
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