¿Qué pasaría si Hugo Chávez cumpliera con su amenaza de no venderle petróleo a los gringos o si estos no se lo compraran luego de incluir a Venezuela en la lista de países que apoyan el terrorismo? Chávez fue el primero en amenazar, a pesar de que, de acuerdo con un artículo del Washington Post, Venezuela sólo provee el 10 por ciento del petróleo que se consume en los E.U. y, peor aún, de que se trata de un crudo azufrado cuya refinación sólo se realiza en plantas especializadas ubicadas en el país del norte.
El pasado 19 de febrero, el barril de petróleo rompió la barrera de los 100 dólares luego de un anuncio del presidente de la Opep, Chakib Khelil, en el que descartó un incremento de la producción. Es decir, el precio de los combustibles es artificial, es manipulado mediante un esquema especulativo que en estos tiempos se parece mucho a un chantaje, no siendo Chávez el único que lo practica.
Desde que el petróleo empezó a encarecerse por el exagerado aumento de la demanda en China, no se ha querido aumentar la producción con el fin de jalonar el precio. Por tanto, el mercado se ha vuelto tan inestable que cualquier turbulencia política -en Irak, Turquía, Nigeria, Rusia o Venezuela- valoriza el crudo de tal forma que en diez años su precio se ha incrementado en alrededor de 1.000 por ciento: cuando Chávez llegó al poder, en 1999, el barril estaba en diez dólares y hoy está por encima de 111 sin que producirlo valga más que antes.
Entonces, lo primero que puede verse es que si Venezuela dejara de venderle petróleo a E.U., el precio se incrementaría inmediatamente por el nerviosismo de los mercados. La pregunta es si tal aumento podría llegar a los 200 dólares, como pronostica Chávez, y la respuesta es que, probablemente, el precio llegará hasta donde los mismos productores consideren que su propia economía no se va a ver afectada por una recesión mundial en la que el precio del petróleo sería doble y hasta triplemente inflacionario y recesivo: primero, por su precio intrínseco; segundo, por el aumento en el precio de los alimentos, jalonado por la cantidad de tierras que se están dedicando -y que se dedicarían in crescendo- a la producción de etanol como alternativa al carísimo crudo; y, tercero, por el aumento en los costos del transporte aéreo, marítimo, fluvial y terrestre de personas y mercancías.
Ahora, aparte del incremento mundial del costo del barril y las consecuencias inflacionarias y recesivas en todo el mundo, ¿quién se perjudicaría más entre Venezuela y Estados Unidos? Los gringos podrían acudir a sus grandes reservas de Alaska o a socios que gustosamente aumentarían su participación en el mercado norteamericano como Canadá, México y los estados árabes. En cambio, Venezuela no tiene a quien venderle su petróleo de la noche a la mañana no sólo por ser un crudo pesado, de mala calidad, sino porque el abastecimiento mundial de este producto se hace a largo plazo y todos los grandes consumidores tienen tratos firmados con anticipación que nadie puede cancelar sólo para congraciarse con el dictador de Venezuela. En tanto, China, el único país que podría absorber los más de 30 mil millones de dólares anuales que Venezuela le vende a E.U. en materia de hidrocarburos -el 90 por ciento de todas las ventas de Venezuela al exterior-, no sólo tendría que construir refinerías especializadas sino que ese cargamento sería objeto de un largo y costoso viaje dado que el presidente Chávez aún no tiene una llave de salida de su petróleo por el Pacífico, que sería idealmente en costas colombianas.
Precisamente, ¿cómo se vería afectado nuestro país en todo esto? Ya el periodista Mauricio Vargas se atrevió a apostar que Chávez no termina este año como Presidente de Venezuela (El Tiempo, 18/02/2008), y como van las cosas puede ganar esa apuesta. Ya algunos alzaron la voz para que E.U. no le compre más petróleo, lo que acabaría con el ‘socialismo del siglo XXI’ en un abrir y cerrar de ojos. Pero, para el mundo, el costo de una decisión de esa naturaleza podría ser catastrófico en términos económicos. La dependencia del petróleo hay que reducirla no sólo por motivos ambientales sino por razones de mercado: el precio no volverá a bajar en un escenario de agotamiento de las reservas mundiales. Alguien dirá que los precios altos van a estimular el posicionamiento de sustitutos más amigables con el medio ambiente, pero para los países pobres eso no sirve de consuelo.
Imaginar a Colombia con el galón de gasolina a 14 mil pesos, golpeado por la inflación generalizada a raíz de los altos precios de los alimentos y el transporte, y por una recesión interna ante la debacle de Venezuela y un bajonazo de la economía mundial, es dramático. Lo cierto de todo es que la política mundial está ‘petrolizada’ y los precios del crudo, ‘politizados’. Así, el petróleo terminará siendo un dolor de cabeza para todos.
Publicado en el periódico El Mundo, el 24 de marzo de 2008
Publicaciones relacionadas:
No es fácil explicarle a un extranjero quién es Antanas Mockus y por qué se perfila como el próximo presidente de Colombia. mayo 3, 2010
El 2006 se llevó a Pinochet, a Hussein y a Fidel, esté vivo o no. Pero si alguien llegó a presagiar mejores vientos surgidos de esas ausenc...enero 15, 2007
Todo el mundo se pregunta por qué baja el petróleo. Pero, sobre todo, por qué, si el precio internacional ha caído casi en un 40 por ciento,...diciembre 2, 2014