Para Freud, un acto fallido es aquella acción que contradice la intención consciente y voluntaria de un sujeto, como cuando el marido llama a la mujer por el nombre de la amante. En la crisis entre Colombia y Venezuela –que no es solo diplomática–, hemos visto muchos actos fallidos pero todos ellos muy conscientes. Veamos algunos.

Entre los analistas opositores al gobierno colombiano pululan los que ven un fracaso absoluto en la gira de Álvaro Uribe por Suramérica. El ex guerrillero León Valencia acude a un amañado argumento según el cual hay una profunda desconfianza hacia Colombia en la región a raíz del bombardeo a ‘Raúl Reyes’, y concluye que la solución sería “Desistir del acuerdo o buscar un consenso en la región sobre el contenido de la cooperación militar entre Estados Unidos y Colombia” (El Tiempo, 07-08-09). Es decir, con la intención de que se solucionen los roces con otros países hay que dejar quietecita a la cúpula fariana y someternos a lo que decida el bloque de países que comanda Hugo Chávez, quien auspicia el terrorismo de las Farc.

En la otra orilla hay quienes piensan –gobiernistas casi todos– que los roces entre países no deberían afectar las relaciones comerciales, sobre todo a sabiendas de que Venezuela es el segundo mercado más importante para Colombia, con ventas superiores a los 6.000 millones de dólares al año. Como quien dice, debemos aguantarnos las humillaciones, las ofensas, las amenazas, las intromisiones y la complicidad de gobiernos extranjeros con criminales locales para que la economía no se resienta. Eso recuerda una frase que se le atribuye a Lenin, según la cual los capitalistas son capaces de venderles a los comunistas la soga con la que los ahorcarán.

Alguien dijo que esta crisis le tocaba a Colombia la billetera pero a Venezuela el estómago, frase efectista pero torpe porque la falta de dinero golpea más temprano que tarde el estómago. Vemos que, muy culipronta, Cristina Kirchner corrió a firmar contratos con Venezuela para sustituir importaciones colombianas de automóviles, carne, textiles, etc., demostrando que la solidaridad latinoamericana que alguna vez le reclamara Daniel Samper a Uribe –para que no firmara el TLC con los gringos– no existe. Chávez nos aplica un boicot muy parecido al de Estados Unidos con Cuba con el fin de desestabilizarnos, y aquí creemos que somos muy cuerdos, maduros y responsables por mantener la venta de gas a Venezuela, de electricidad a Ecuador y de miles de productos manufacturados a ambos países cuando, aceleradamente, deberíamos estar recortando esas exportaciones y buscando nuevos mercados con carácter de urgencia, antes de quedar en la calle.

Yendo más lejos, fueron actos fallidos los despliegues de diplomacia paralela de antipersonajes de la oposición, muchos de ellos fervientes admiradores de Hugo Chávez y otros, por decir lo menos, idiotas útiles de la subversión. El insufrible ex presidente Samper; el colectivo autodenominado ‘Colombianos por la paz’ –encabezado por la senadora Piedad Córdoba–; los senadores del Polo Democrático y hasta el Gobernador de Santander, Horacio Serpa, escudero de Samper y quien ha perdido dos elecciones con Uribe.

Los apátridas que han desfilado por los pasillos de Miraflores, son una minoría de gentes perversas que no representan a nadie y sólo despiertan repudio entre el grueso de la población. Con su gesto de lealtad hacia Chávez no sólo pretendían congraciarse con él sino darle la categoría de líder continental que tanto ambiciona. Igualmente, intentaban presentar una profunda división en el establecimiento colombiano al desconocer olímpicamente el mandato constitucional de que las relaciones internacionales son del resorte exclusivo del Presidente de la República. En esto no hay que llamarse a engaños con el cuento de “sumar voluntades y esfuerzos en pos de la concordia y el entendimiento”.

Estos hipócritas, que pasaron de quemar banderas gringas a despotricar del gobierno colombiano en los pasillos de Washington –con el beneplácito de los Demócratas–, y que repudian la presencia de gringos en bases militares colombianas, incurrieron en el lapsus de siempre: dándoselas de mediadores, se alinean con los enemigos de la democracia colombiana porque, simple y llanamente, están de acuerdo con aniquilarla. ·

Publicado en el periódico El Mundo, el 17 de agosto de 2009

Posted by Saúl Hernández