afarias-afernandezUna de las cosas más difíciles de entender en el escándalo de Agro Ingreso Seguro es que dos personas inteligentes, competentes y comprometidas hayan hecho un manejo tan torpe de la situación. Cuando era de esperarse que el ex ministro Arias y el ministro Fernández hubieran recibido las denuncias de la revista Cambio con propósito de enmienda, ambos se dedicaron a negar durante 15 eternos días que existiera alguna irregularidad.

Fueron 15 días en los que estuve pensando en eso que Armando Benedetti llama el «uniuribismo», o sea creer en el presidente Uribe, pero no en los funcionarios que lo rodean. Porque una cosa es la necesidad inocultable de apoyar la producción agrícola y pecuaria y otra, muy distinta, es desconocer que ambos, acaso por jóvenes, ignoraron olímpicamente que cuando hay dineros públicos de por medio hay que desconfiar de todos y de todo.

Por ejemplo, es descabellado confiar ciegamente en el IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura), a pesar de que esta entidad no es un doliente político que pueda responder por los resultados. Además, es inadmisible la notoria falta de controles, cuando bastaría un funcionario de tercera categoría, con un poquito de mística (y de malicia), para detectar los fraccionamientos de tierras, las reinas transformadas en granjeras, los subsidios duplicados, las asignaciones en familia y hasta supuestos casos de créditos agrícolas baratos tomados para pagar créditos caros. Bien dice el refrán que cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta.

Es una vergüenza para el Gobierno que unos ‘simples’ periodistas hayan develado tantas irregularidades que el ministro Fernández, con los datos en la mano, no pudo o no quiso ver. Anomalías que saltaban a simple vista. Y es muy grave que el Ministro haya salido a mezclar peras con manzanas (regalos con créditos), a argumentar las buenas intenciones de la Miss Colombia que iba a generar 120 empleos, a negar que entre los beneficiarios había contribuyentes de las campañas presidenciales del actual Mandatario y a afirmar que todos los favorecidos son personas pulcras para que después apareciera un narco extraditado con dos subsidios.

Por su parte, Andrés Felipe Arias se pasó de bocón, proclamando que se retiraría de la política si el programa no era transparente. Aceptemos que los funcionarios no metieron las manos, pero sí las patas, y que exageran quienes creen que estos subsidios corresponden al pago de favores políticos. Sin embargo, es claro que alguien tiene que pagar los platos rotos, huele a cable quemado y no tiene sentido atornillarse a un tizón ardiendo.

Pero, a pesar de lo que algunos opinan, estos subsidios ni pueden suspenderse ni deben ser la única alternativa de apoyo al campo. El agro colombiano requiere muchos esfuerzos para ser competitivo y hasta para mantener la soberanía alimentaria. Hay que afinar el instrumento para hacerlo más eficiente, pero también más equitativo. El abuso de algunos no puede condenar a todos a una ruina segura.

Publicado en el periódico El Tiempo, el 13 de octubre de 2009

Posted by Saúl Hernández