Se engaña, y engaña a los demás, quien crea que las filtraciones de WikiLeaks son producto de espionaje, que fue como nos las vendieron, cuando la mayoría de ellas son simples reportes de los cuerpos diplomáticos estadounidenses, plagados de observaciones subjetivas que no constituyen necesariamente una verdad. Es más, muchas de esas ‘revelaciones’ eran un secreto a gritos, sobre todo por el trabajo serio de muchos periodistas y medios que destaparon toda clase de escándalos y arbitrariedades, pero que ahora venden su lustre por darle trato sensacionalista a tanto refrito.

Por ejemplo, no era ningún secreto el desenfreno de Berlusconi, el autoritarismo de Putin o la impulsividad de Sarkozy. Tampoco es una novedad considerar -una opinión difícil de contradecir, por cierto- que «Zapatero es un izquierdista trasnochado», ni decenas de conjeturas contenidas en esos cables, a las que ya habíamos llegado sin tener información privilegiada. ¿Acaso no sabíamos todos, en su momento, que el interés de Sarkozy por Íngrid Betancourt estaba incrementando su valor? ¿O que Chávez «está loco» -según el diplomático francés Jean-David Lévitte- y que está convirtiendo uno de los países más ricos de Latinoamérica en «otro Zimbabue»?

Claro que algunas de las filtraciones sí han ampliado nuestro conocimiento y confirmado muchas sospechas: ahora sabemos que el ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim, reconoció en el 2009 la presencia de las Farc en Venezuela, y argumentó que reconocerlo públicamente dizque impediría la mediación de Lula. ¡No! Lo que demuestra es que Lula no es neutral y que su moral es muy cuestionable, como ya se sabía. Es lo que Moisés Naím llama «el silencio cómplice de Lula».

Igualmente, se confirmó que Cuba sigue siendo un paraíso para las guerrillas colombianas, a pesar de que el sátrapa cubano supuestamente les había cerrado las puertas a organizaciones revolucionarias.

Tal vez, en el cuarto de millón de documentos, haya todavía algunos que nos sorprendan de verdad y que de verdad hagan quedar mal a los gringos, pero esto no es lo que muchos esperaban porque no es fruto de labores de espionaje, sino del trabajo corriente de diplomáticos y políticos. Es información que requiere discreción y confidencialidad, pero no es información clasificada ni se ha recogido con procedimientos irregulares. Aunque, claro, las brujas no existen pero que las hay las hay.

Deberíamos entender de una buena vez que todos los países tienen negociaciones con otros países, cuyos términos se manejan en secreto y que todos hacen espionaje en la medida de sus capacidades y ambiciones. Y, a nivel interno, que todos los gobiernos ejercen tareas de inteligencia que implican investigar a ciudadanos nacionales o extranjeros de los que se sospeche que adelantan actividades que ponen en peligro al Estado. De reconocer eso -que todos hacen lo mismo- hay que partir para dejar de lado tantos juicios maniqueos. Por eso, es ridículo que los rusos hablen de «falta de ética» y «cinismo» cuando ellos son buenos cocineros de embutidos. Bismarck decía que las leyes, como las salchichas, «era mejor no ver cómo se hacían». Lo que hizo Assange fue destapar la olla para que viéramos ese cocinado. Muchos pueden sentir asco, pero hay que tener presente que el plato que hacen las extremas ni siquiera es comestible.

POR CIERTO. Hace un año, WikiLeaks puso en duda el origen antropogénico del cambio climático al revelar 10.000 correos electrónicos en los que se evidenciaba que algunos científicos manipularon los resultados de sus estudios. Y qué conveniente el ‘cambio climático’ para ocultar la falta de previsión para hacer frente a desastres invernales y encubrir la responsabilidad (o irresponsabilidad) compartida de autoridades y ciudadanos en la tragedia que estamos viviendo.

(El Tiempo, diciembre 7 de 2010)

Posted by Saúl Hernández

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