Dicen que la Unidad Nacional está teñida de un unanimismo aburridor y baboso del que hacen parte hasta los medios de comunicación. La prueba está en que el Gobierno redujo la pobreza «con un doble clic» —a decir del caricaturista Osuna—, y nadie chistó; solo hubo voces aisladas, como la del economista Amadeo Rodríguez, que dijo: «… no resulta verosímil que de un año a otro un millón cien mil personas hayan superado la condición de pobreza» (EL TIEMPO, 28/08/11).
Y, sin objeciones, el Gobierno tampoco se afanó mucho por explicar el cambio de metodología ni por enfatizar en que aquí siempre se ha usado un estándar más exigente. Ante semejante papayazo, el vicepresidente Angelino Garzón decidió que era el momento de tomar las banderas de la oposición para izarlas con el más populista de los temas: la pobreza.
Angelino ha tenido razón en algunas de sus ya frecuentes intervenciones, pero no la tiene en esta, que parece el lanzamiento de su campaña. Colombia es un país pobre, aunque desde niños se nos eche el cuento de nuestras incalculables riquezas. No es sino ver que los que pagan impuestos son un porcentaje ínfimo y los que ganan más de un millón y medio, aunque se tienen que enojar si los llaman ‘ricos’ —como pretende Juan Ricardo Ortega—, estadísticamente están «entre el cinco por ciento más afortunado del país», son como tuertos en tierra de ciegos.
Hacer un escándalo por fijar en 760.000 pesos mensuales el monto mínimo que requiere una familia de cuatro personas (190.000 por cabeza) para adquirir lo básico supone —a menos que haya una segunda intención— una gran ignorancia sobre lo pobres que somos; es como si no se supiera que con el mero sueldo mínimo (536.000 pesos) viven muchas familias de cuatro y de más personas, y que son numerosas también las que ‘viven’ con ingresos muy inferiores al mínimo. ¿No lo sabían acaso?
Las cifras que le dio Hernando José Gómez a Yamid Amat son demoledoras. El 12,5 por ciento de los colombianos, 5,5 millones de personas, está en la pobreza extrema y su ingreso es inferior a 330.000 pesos mensuales para una familia de cuatro. Es decir, 82.500 pesos mensuales por persona, 107.500 pesos menos que la cifra que tanto escandalizó al Vicepresidente.
El asunto es de tal calado que si el Gobierno quisiera sacar esas personas de la pobreza extrema con programas meramente asistencialistas (sin planes de inserción productiva) que completen ese faltante de 107.500 pesos, para situarlos por encima de la línea de pobreza, necesitaría siete billones de pesos al año. Claro que si nos atenemos a que el Procurador acaba de reajustar la cifra de lo que se pierde cada año por corrupción en nueve billones, habría que decir que plata sí hay, aunque esa dependencia solo disfrazaría la pobreza en vez de erradicarla.
Pero hay más: el 25 por ciento de los colombianos, unos 11,5 millones, están en el grado de pobreza. Son esas familias de cuatro cuyos ingresos están entre 330.000 y 760.000 pesos. Así, tenemos a 17 millones de personas que viven con menos de 190.000 pesos al mes. Ya quisiera Angelino tener la fórmula mágica para que en su hipotético gobierno esa muchedumbre logre superar el listón. Lo grave, Angelino, no es disminuir el estándar sino lo lejos que siguen estando tantos colombianos, y es en los más pobres donde hay que enfocarse: aquí se otorgan subsidios de vivienda a hogares con ingresos hasta de cuatro salarios mínimos para aplicarlos adquiriendo viviendas hasta de 72 millones de pesos (135 SMMLV). Pero ese grupo no está entre los más pobres, hasta podrían tanquear dos carros.
Angelino se está aprovechando de su cargo para una prematura campaña presidencial, apuntalado en esa acrobacia intelectual de que a él lo eligieron con nueve millones de votos. No, señor, los ‘vices’, más que poner votos a veces los quitan.
(Publicado en el periódico El Tiempo, el 27 de septiembre de 2011)
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