Viendo un bellísimo documental sobre el Ferrocarril de Antioquia —El hacedor de imanes, del comunicador Fabián Berrío (disponible en http://vimeo.com/41704277)—, me sorprendió un apunte que además de deplorable es una prueba de que tenemos marcada en nuestra idiosincrasia esa apatía, esa negligencia, ese desinterés que gobierna todo en nuestro medio. Resulta que hacia 1885, la construcción del Ferrocarril de Antioquia (entre Puerto Berrío y Medellín) avanzaba a un ritmo de 4,8 kilómetros por año en tanto que, en EE. UU., el Ferrocarril del Pacífico se construía a razón de una milla diaria. Es decir, allá construían en tres días lo que aquí nos tardábamos un año.

Claro, podemos recurrir a un arsenal de razones para justificar semejante abismo, en eso somos campeones: que a los gringos los movía la fiebre del oro, que negociaban las tierras con sus dueños, los indios, a punta de Winchester, que tenían abundante mano de obra de inmigrantes chinos, sumisos y mal pagados, que trabajaban en condiciones horribles…

Pero lo grave es que este mismo patrón se repite una y otra vez en cualquier comparación —odiosa como todas— entre una obra hecha en Colombia y una similar en otra parte. Por ejemplo, el año anterior entró en operación un sistema de buses tipo Transmilenio (BRT, de Bus Rapid Transit) en Buenos Aires (Argentina), ciudad que cuenta con metro desde 1913. Esa troncal de BRT, de 12,5 kilómetros, fue construida en ocho meses mientras que el Metroplús de Medellín, casualmente de igual longitud, se demoró más de seis años, casi diez veces lo que tardaron los argentinos. No voy a entrar a comparar el costo de uno y otro porque, créanme, nos podríamos llevar el chasco de que el de aquí costó mucho más sin haber diferencias que lo justifiquen.

Y todo, aquí, es así. La construcción del túnel Fernando Gómez Martínez (Medellín-Santafé de Antioquia) se llevó los mismos ocho años que el Eurotúnel, a pesar de que este tiene 50 kilómetros y aquel, apenas 4,6. Cabe rescatar que, en este caso, el nuestro valió huevo si comparamos precios. Pero la misma parsimonia la encontramos en la planeación y construcción de puertos, aeropuertos y carreteras, así como en la puesta en marcha de la olvidada navegación fluvial o de los añorados ferrocarriles, cuyos vestigios —como se ve en el documental— están en la ruina.

Por eso es una quimera la promesa del presidente Santos de construir las Autopistas de la Montaña —o «de la Prosperidad», como las llaman ahora— en seis años. Un verdadero cañazo tratándose de la obra de mayor envergadura jamás construida en el país, a menos que sea adelgazada hasta el punto de no parecerse en nada al proyecto original: carreteras a una sola calzada, por lo que no podrían siquiera llamarse ‘autopistas’, y solo unos pocos de los 93 kilómetros de túneles inicialmente proyectados.

Es indignante sugerir que los contratistas son más eficientes que ISA, cuando es gracias a su idoneidad y a la de EPM, básicamente, que gozamos de altos estándares en materia de generación y transmisión de energía, que es en lo único que hemos estado al orden del día en Colombia. Y es absurdo que ISA sea competente para administrar autopistas en Chile y manejar la transmisión de energía del estado de São Paulo, en Brasil, pero no para contratar una obra en su propio feudo. Por eso, huele mal el dictamen de un tribunal tan controvertido por sus escándalos como el Consejo de Estado y peor aún el que el Gobierno lo acogiera, a pesar de no ser vinculante. ¿Será que pretenden asfaltar con mermelada?

Nuestra infraestructura avanza a paso de tortuga; si no se atraviesa la corrupción, nos frena la desidia de unos miopes. Y cuando las obras se contratan, se demoran eternidades: unos pocos obreros que almuerzan, dialogan y hacen siesta… ¡en esa modorra nos hemos pasado 200 años ya!

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 19 de junio de 2012)

El hacedor de imanes

Documental El Hacedor de Imanes from Telemedellí­n on Vimeo.

Posted by Saúl Hernández

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