El Cauca es uno de los departamentos más pobres y atrasados del país. Es casi una sociedad premoderna de tipo feudal con una fuerte presencia de población indígena que mantiene múltiples conflictos: con los dueños de la tierra, con la población campesina, con las negritudes y hasta con el Estado. Igualmente, tiene un largo historial de actividad guerrillera; fue la casa del M-19 —donde se sentía inexpugnable— y hoy es considerado como la casa de las Farc, pues allá tienen tres de los frentes guerrilleros más activos del país y de los que menos han sido golpeados por la Fuerza Pública gracias a las condiciones favorables del entorno.

Para las guerrillas, el Cauca es un enclave natural que facilita el emplazamiento de la retaguardia para desatar desde allí sus oleadas de terror. Su geografía es de altas y escarpadas montañas cubiertas de niebla, y su ubicación es de alto valor geoestratégico: es un corredor que cruza de sur a norte por todo el occidente del país, entre el Valle, Nariño y Ecuador, y de este a oeste, uniendo los Llanos Orientales y el centro del país con el Océano Pacífico.

Pero eso no es todo, como si fuera poco, el Cauca es el epicentro de las drogas en Colombia. Abundan los cultivos de coca, marihuana y algo de amapola, los laboratorios y los embarcaderos de sustancias ilícitas que son transportadas hacia México en lanchas rápidas o en los ya tristemente célebres submarinos de la mafia. El narcotráfico ha pervertido a todas las gentes de la región: indígenas y campesinos siembran, recogen y procesan el producto mientras que los pescadores arriesgan sus vidas pilotando las embarcaciones a cambio de sumas que, por un solo viaje, son superiores a lo que ganarían en toda su vida.

Entretanto, el respiro que les ha dado el gobierno de Santos a las Farc ha sido suficiente para que recuperen fuerzas. El Ejército está acobardado por la ausencia del fuero, confundido por los anuncios de legalización de las drogas y desprovisto del aliento de un verdadero comandante en jefe. El Comando Conjunto del Pacífico fue suprimido al comienzo del actual gobierno al igual que los soldados de mi pueblo, la red de cooperantes y otras estrategias exitosas.

No es casualidad, entonces, que las Farc se sientan otra vez en capacidad de darse un pulso de poder con el Estado por el control de un departamento cocalero —una narcorrepubliqueta— del tamaño de Bélgica. Lo que buscan las Farc es caguanizar al Cauca, forzar su desmilitarización para sacar drogas a sus anchas, ingresar armas, reclutar combatientes y entrenarlos, mantener secuestrados y lanzar ataques feroces contra otros departamentos y, a partir de ahí, ir retomando otras zonas de donde había sido expulsada, repitiendo la misma estrategia. Ya hay marchas indígenas en Putumayo y fue dinamitado un importante puente en cercanías a San Vicente del Caguán.

Por otro lado, no es la primera vez que la subversión coopta pueblos ancestrales atizando el discurso indigenista que reclama reivindicaciones por la tierra, principalmente. Por eso no es nada aventurado señalar que no solo hay infiltración guerrillera en algunas organizaciones indígenas sino que, en este caso en particular, le están haciendo un mandado a las Farc. Todos sabemos que la guerrilla no va a permitir que la destierren con unos bastones de mando, en tanto que la humillación infringida al Ejército, por parte de algunos indígenas, tenía objetivos perversos que no se cumplieron gracias al estoicismo de los soldados.

Quisiéramos creer en la hipótesis de que las Farc necesitan alterar el orden público de esa región para sacar 30 toneladas de cocaína que están represadas porque eso significaría que se trata de un asunto coyuntural y que la extracción de los narcóticos funcionará como una válvula de escape, disminuyendo la presión. Sin embargo, ante la debilidad manifiesta del gobierno de Santos, es claro que se trata de una estrategia de mayor calado que echa por tierra las supuestas intenciones de paz del movimiento subversivo y demuestra la intención de profundizar las acciones de guerra aprovechando el respiro que el Gobierno les permitió. Es peligroso jugar con candela y si la mecha está en el Cauca, peor.

(Publicado en el periódico El Mundo, el 23 de julio de 2012)

Posted by Saúl Hernández

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