Unos dicen que el café no merece salvación porque ya no representa mayor cosa en nuestra economía, ‘apenas’ medio punto del PIB. Otros aducen que a los cafeteros no se les debe brindar ayuda porque “el 10 por ciento de las fincas, las más grandecitas, producen el 70 por ciento del café, y reciben esta proporción de los subsidios” (Jorge Orlando Melo, El Tiempo, 27/02/2013). Es decir, echarles una mano, según los críticos, sería escribir un nuevo capítulo de ayudas para ricos tipo Agro Ingreso Seguro, caso por el que hay varios funcionarios del anterior gobierno en la cárcel.

Sin embargo, lo que todos soslayan es que de este cultivo viven unas 560 mil familias, más de dos millones de colombianos, que constituyen casi el 5% de los habitantes del país. Y que las grandes fincas cafeteras son un importante generador de empleo agropecuario bien remunerado.

Igualmente, se nos olvida que en repetidas ocasiones nos hemos quejado de que los países ricos subsidian el agro, no el de subsistencia sino verdaderas agroindustrias. De que en Suiza, por ejemplo, cada vaca recibe un subsidio mayor al ingreso de cualquier familia campesina nuestra. Entonces, sorprende que ahora, cuando el sector más importante del agro colombiano requiere una ayuda —que, además, merece—, se le trate con mezquindad.

En 2012, la carga de café cayó de 913 mil a 504 mil pesos, una disminución del 45% que nadie puede soportar. ¿Acaso los ‘ricos’ están obligados a mantener los puestos de trabajo de un negocio a pérdida? ¿Y los pobres, que derivan su sustento de las fincas ‘chiquitas’ —el 90% de las fincas cafeteras—, deberían cambiar sus cultivos de café por coca o desplazarse a las ciudades, a engrosar los cinturones de miseria?

Los cafeteros merecen la ayuda porque diferentes gobiernos les robaron sus ahorros de épocas de bonanza para hacer carreteras, hospitales y escuelas, así como para mantener una legión de burócratas. Además, porque la actual coyuntura cambiaria ha sido causada por la equivocada política de impulso a la minería, que crea pocos puestos de trabajo pero nos inunda de dólares. La revaluación del peso tiene enferma a nuestra economía y ya veremos a otros sectores contagiados.

Lógicamente, también hay que tener en cuenta el impacto social. Según el diario Portafolio (05/03/2013), Ecopetrol emplea a 36.000 personas en Colombia, por lo que de ella derivan su sustento directo no más de 200.000 colombianos. Y a pesar de que apenas constituyen el 10% de los que viven del café, a ningún gobierno se le ocurriría dejar caer el ingreso de la petrolera aun si el precio internacional de los combustibles se redujera a niveles críticos. Es seguro que el precio interno se mantendría a niveles actuales porque de ahí se derivan pingües ingresos para el Estado.

¿Cuánto dinero se les debe a los cafeteros? Nadie lo sabe. Siempre se ha dicho, por ejemplo, que el Estado colombiano le adeuda 40 billones al Seguro Social, y por eso le toca pagar las pensiones con cargo al Presupuesto Nacional. No se trata de un favor. Todo ello es prueba de que nuestra clase política siempre echa mano de las vacas más productivas hasta que les seca las ubres; instrumentaliza lo que le sirve para hacer politiquería y después le da la espalda.

Esto no puede suceder con el café. La caficultura tiene futuro y es de las pocas historias de éxito que hemos tenido en el país. Por eso es una de las pocas cosas buenas por las que nos identifican en el mundo: necesitamos muchos ‘Juan Valdez’ y pocos ‘Timochenkos’ y ‘Pablo Escobares’. De alguna parte (¿del 4 x 1.000, de las regalías del petróleo?) hay que sacar para subsidiar el precio de sustentación del café y darle un revolcón al gremio para recuperar la productividad y la calidad. No puede ser que en Colombia tomemos café importado de Vietnam y Perú y que hayamos caído al sexto lugar entre los productores del grano (Portafolio, 29/08/2012).

No es gratuito que mientras hasta pequeños países como Honduras nos superan en producción, los hijos de los cafeteros ya no quieran trabajar las fincas. La crisis es honda y habrá que trabajar mucho para que vuelva a llover café.

Excipit: En Antioquia, el paro fue totalmente pacífico y no se interrumpió el tráfico vehicular. En otros departamentos, lamentablemente, hubo niveles de violencia inaceptables. Permitir la infiltración de extremistas les quita autoridad moral a las organizaciones sociales. (Publicado en Periódico Debate, el 11 de marzo de 2013)

Posted by Saúl Hernández

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