cepedaCuando se votó de manera negativa, en el Senado, la proposición de hacerle un debate al expresidente Uribe por supuestos nexos con el paramilitarismo, surgió una explicación que no tenía pies ni cabeza: que la misma bancada santista —la Unidad Nacional— era la que lo había salvado, y que habría existido un supuesto guiño de Santos para evitarle la encerrona a su antecesor. No lo creímos.

De hecho, los otrora uribistas Armando Benedetti y Roy Barreras se dieron golpes de pecho por la falta de disciplina de esa bancada —que solo se adoctrina cuando el Gobierno le unta mermelada— y solo les faltó unirse al senador citante, el inefable Iván Cepeda, el hijo de la columna terrorista Manuel Cepeda Vargas, en su lloriqueo de que el Senado le provocaba vergüenza, excepto por los 30 que votaron a favor de la lapidación pública del expresidente.

Esa intervención del adicto Benedetti (porque los adictos nunca se curan, controlan la adicción), dejó en evidencia que la voluntad de Santos era y es la de arrasar con el expresidente Uribe y su partido, el Centro Democrático. Obviamente, el tahúr de Palacio dejó que otros tomaran la iniciativa en la medida de sus obsesiones. Así, Cepeda y Claudia Nayibe López pidieron trasladar a la Corte Suprema las investigaciones que hubiera sobre el senador Uribe en la Comisión de Acusaciones, y prácticamente demandaron un cambio en la jurisprudencia, un atropello del Estado de Derecho, para que el alto tribunal haga lo que quiera con su archienemigo político.

En una columna anterior (Palabra de Santos, El Tiempo, 15/07/2014), consigné lo siguiente: “¿Por qué hay tanta incredulidad sobre la posesión de Álvaro Uribe Vélez como senador de la República si está claro que sus actuaciones como Presidente se mantienen bajo el mismo fuero? ¿Será que la Corte Suprema pretende cambiar la jurisprudencia con la misma facilidad con la que lo viene haciendo el Consejo de Estado por estos días? Y, de ser así, ¿se trataría de una venganza o de un mandado?”.

Con lo anterior se da por entendido que ya sabíamos que el expresidente sería objeto de persecución por su presencia en el Congreso, como lo ha sido en todas las actividades que ha desempeñado desde que dejó la Presidencia. Recordemos que primero se dedicó a dar clases en universidades extranjeras y de inmediato sus enemigos comenzaron a enviar cartas de protesta, luego organizaron mítines de izquierda donde iba a dar conferencias, y hasta instalaron un potente artefacto explosivo en un teatro de Buenos Aires donde se iba a presentar.

Sin duda, el debate en el Senado es parte de esa persecución en venganza hacia quien diezmó a las Farc, y es dable sospechar que la orden proviene de quienes nos están cogobernando desde La Habana. Claro que hay una pregunta más que cabe hacerse: si lo que están buscando, en el fondo, es hacer renunciar a Uribe a su curul, pues si la Corte cambia la jurisprudencia y se proclama habilitada para investigar al senador Uribe aún por hechos acaecidos en su Gobierno, con la renuncia de Uribe al Senado las cosas volverían a su cauce y la Suprema no podría investigarlo, quedando de nuevo bajo la órbita de la Comisión de Acusaciones. ¿Es eso lo que buscan?

Ahora tendremos en una comisión el debate que se negó en la plenaria, y que se negó, por amplia diferencia, para no abrir la Caja de Pandora que la Ley Quinta ha tenido atrancada para evitar debates entre senadores. En adelante tendrán que sufrirlos y son muchos los que tienen rabo de paja. Incluso, sobre el tema del paramilitarismo tendríamos que ir más atrás y recordar que ningún presidente movió un dedo para combatirlo desde la aparición del MAS hasta la llegada de Uribe. Y, además, que fue César Gaviria quien creó las Convivir, con la firma de su Ministro de Defensa, Rafael Pardo Rueda.

Cada medio siglo, cuando los fuerzas del destino se confabulan para reunir en un mismo empaque la inteligencia, la voluntad, la fuerza, la épica, las ideas, el carisma y muchos otros atributos, surgen figuras de la talla de Álvaro Uribe Vélez. Y así como su presencia es garantía de liderazgo, su ausencia denota cierta orfandad. Por eso, muchos, en ambas orillas, creen que sin él, la oposición quedará acéfala, carecerá de peso y Colombia caerá sin remedio en las garras del populismo de izquierda.

De momento, todo indica que los enemigos se inclinan más por la eliminación moral que por la física, conscientes de que convertirlo en un mártir sería volverlo invencible; sería hacer de él un Cid Campeador, portaestandarte y depositario inmortal de una doctrina. Un nuevo Gaitán. Por eso han optado por apabullarlo, haciéndolo blanco de francotiradores de injurias a ver hasta dónde aguanta. Ese es el juego contra él y contra su partido político. Puro sicariato moral… y judicial.

(Publicado en Periódico Debate, el 11 de agosto de 2014)

Posted by Saúl Hernández

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