leopoldolo“Venezuela va camino de una despiadada dictadura o hacia una guerra civil. Y a casi nadie parece importarle o darse por enterado. Los últimos hechos así lo confirman y las consecuencias para América Latina, pero, sobre todo, para nosotros los colombianos serán funestas.”

Estas sabias y proféticas palabras las escribió en este diario, el 22 de febrero del 2004, el columnista Juan Manuel Santos. Y ¿qué es lo que vemos hoy? Un país irremediablemente dividido entre los paniaguados del régimen y los que piensan que sin libertad no puede haber paz ni futuro, y se oponen férreamente a una “dictadura igualita a la cubana”.

Ahora la oposición es suficientemente grande como para poner a tambalear al chavismo, pero aún está lejos de derrocarlo sea mediante la agitación social, como en la primavera árabe, o por vías institucionales, como acaba de suceder en Ucrania. Lamentablemente, esto último no sería posible en Venezuela por tratarse de un régimen totalitario que controla todos los poderes del Estado, a lo que se suman una cruenta represión, divulgada por las redes sociales, y una descarada violación del derecho a la información. De manera que ese país se ha convertido en una olla de presión que está a punto de estallar, lo que podría desembocar en la guerra civil que previó el comentarista Santos.

Para Maduro no será fácil enderezar el camino. Los errores cometidos en el manejo económico son tantos y tan graves que el colapso se profundiza con el paso de las horas y el remedio exige la salida de esa dictadura y de su ideología. No es por la ignorancia supina de Chávez y Maduro, en temas económicos, por lo que el país ha caído en tan severa crisis, así como el problema de Bogotá no es que Petro sea un pésimo administrador. El problema es esa ideología que destruye la riqueza para convertir a los ciudadanos en zombis dependientes del Estado y sus élites.

Venezuela ha recibido un trillón de dólares de ingresos petroleros en la era chavista y –como acotaba el columnista Andrés Hoyos– no tiene ni leche en los supermercados. Con menos dinero, países como Dubái han convertido areneros en palacios de las mil y una noches, en tanto que el chavismo transformó sus petrodólares en cenizas, entregándole el país más rico de América al castrismo. Un país pequeño y empobrecido pasó a gobernar a otro más grande y rico, y por ahí empezó el desastre.

La riqueza venezolana se ha dilapidado sosteniendo a Cuba, patrocinando revoluciones y gobiernos afines en todo el continente, comprando apoyos de repúblicas bananeras ante organismos multilaterales y conformando su propia institucionalidad diplomática con engendros como Unasur, Celac y Alba. Además, adentro ha sido costoso crear una serie de estructuras de apoyo del pueblo raso, las fuerzas armadas y una clase más pudiente en ascenso como es la boliburguesía.

Pero, más que dilapidar y robar a manos llenas, el mayor error, característico de esa ideología, fue destruir el aparato productivo y marchitar la iniciativa privada. En el colapso total, necesitarán una potencia que los mantenga a cambio de su petróleo. ¿Será China? ¿Será Rusia?

El columnista Santos se quejaba de la indiferencia de las democracias continentales y preguntaba: “¿En qué queda la Carta de la OEA? ¿Dónde está la solidaridad democrática? (…) Semejante indiferencia, ceguera o imbecilidad puede resultar cómplice de una catástrofe política y social de enormes magnitudes. Las primeras víctimas serán los propios venezolanos. Las segundas, sus vecinos: nosotros los colombianos”.

Y tenía razón. El futuro del continente se juega en las calles de Venezuela. Quedaremos en deuda con ese bravo pueblo por su resistencia heroica.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 25 de febrero de 2014)

Posted by Saúl Hernández

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