Santos_abrazo

Los colombianos hemos seguido con embelesamiento futbolero el entretenido rifirrafe fronterizo entre Maduro y Santos, mientras las Farc se aprestan a anotar en nuestra cancha el gol que les dará el título después de haber estado perdiendo por amplio marcador.

Muchos ingenuos creen que las Farc no pueden llegar al poder porque no tienen votos. Se basan en que todas las encuestas muestran un gran desprecio por esa guerrilla, alcanzando tan solo un 3 o 4% de aceptación. Pero olvidan que los peligros del populismo están a la orden del día y los ingredientes para la receta abundan en nuestro país.

Empecemos por mencionar que el abstencionismo electoral es bastante alto aunque no difiere en mucho del de otros países de la región. Sin embargo, es un grave problema que mina los cimientos de nuestra democracia. De un lado, el fenómeno facilita el acceso de los corruptos a los cargos de elección popular porque a menos votantes, menos votos hay que comprar. Y, de otro lado, evidencia una masa de inconformes que puede ser capitalizada en cualquier momento, dado el alto desprestigio de la clase política.

En efecto, todas las encuestas demuestran que hay un descontento enorme con la clase dirigente. Casi no hay partido que se salve, en tanto que la rama judicial y las altas cortes tienen un rechazo aún mayor que el Congreso y los partidos políticos. Es decir, estamos en una peligrosa encrucijada en la que nadie cree en nada, y en esa situación desesperada de abulia y descrédito no es difícil ni imposible que las masas olviden el récord de violencia de las Farc y lleguen a creer que estos criminales pueden ser una verdadera alternativa de solución a sus problemas.

Esto, claro, no llega solo. La cuestión viene envuelta en un discurso promesero y engañoso que se aferra a todos los tópicos posibles y señala culpables para enardecer los ánimos del pueblo. Las promesas incluyen subsidios sin límites (para vivienda, educación, servicios públicos, salud, recreación, transporte, alimentación y mil ocurrencias más), empleos por montones con todas las gabelas imaginables y generosos aumentos salariales que no se sabe de dónde van a salir. Y que todo eso conduzca a la debacle económica como en Grecia o Venezuela, es lo de menos.

Lo peor es que la tarea del populismo en Colombia está muy adelantada. La avanzada del comunismo es de vieja data y ha penetrado con mucha fuerza las universidades, los sindicatos, la rama judicial, las organizaciones populares y hasta la Iglesia Católica… ¡quién creyera!

A todas estas, Santos ha demostrado hasta la saciedad que está dispuesto a hacer todas las concesiones que el terrorismo exija, abriéndole la puerta a este caballo de Troya que va a destruir nuestra democracia. Prometió una y otra vez un referendo para que los colombianos avalaran o rechazaran lo que se cocina en La Habana. Una promesa de labios para afuera porque el Presidente no iba a exponer su único legado ante un país que rechaza ampliamente cosas como la no entrega de armas, la participación en política de estos asesinos, la libertad para los que actualmente están presos y, ante todo, el hecho de que no paguen cárcel.

Sin sonrojarse, el señor Santos declaró hace un par de semanas que “nunca se había montado” en el tal referendo y hace poco manifestó que un referendo o una constituyente serían un “suicidio”. No aclaró que los ‘muertos’ serían él y su fementido proceso de paz.

Y es tal su obcecación que está dispuesto a darle un golpe de Estado a la Constitución, a las instituciones y al constituyente primario, que somos todos los colombianos, con tal de que las Farc le firmen un papel a cambio de unas reformas a la medida de sus exigencias. Para eso pretenden montar un engendro como la comisión especial legislativa (alias ‘congresito’) que usurpará las funciones del Congreso y hasta entronizará terroristas en el papel de legisladores, una verdadera aberración.

El golpe de gracia vendrá a cargo de las facultades especiales que el mermelado poder legislativo le piensa conferir al dictador Santos. Una copia de las ‘leyes habilitantes’ con que Chávez y Maduro acabaron con Venezuela, mecanismos propios de las autocracias que dejan en claro que esto no es un acuerdo de paz sino una refundación de la Patria que va a mudarla de república democrática a dictadura comunista. ¿Despertaremos antes de caer en esa pesadilla?

(Publicado en el periódico El Mundo, el 14 de septiembre de 2015)

Posted by Saúl Hernández

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