Charlie-HebdoAndan heridas, por estos días, la libertad y la democracia. En Cuba, por ejemplo, apenas acaban de ser liberados 53 presos políticos a consecuencia de los coqueteos con Washington. Pero ha aumentado la represión y se han duplicado los balseros, como prueba de que las medidas del Tío Sam favorecen más al régimen que a la gente.

Por su parte, en la Cuba continental, Maduro confirmó que Leopoldo López es un preso político al tratar de canjearlo por un terrorista con los gringos, lo que puso de nuevo en evidencia la inexistente división de poderes –y del debido proceso– en la satrapía de las colas y los anaqueles vacíos, a los que se ha prohibido tomarles fotografías.

Y, a pesar de tantas evidencias en contra de ese modelo fracasado, en España crece como espuma la intención de voto por la ultraizquierda populista del partido Podemos, asesores –o aprendices– del chavismo, que por varios años tuvieron oficina y salario de Miraflores y cuyas propuestas son un calco del ruinoso recetario del socialismo del siglo XXI.

Igual cosa pasa en Grecia, donde se presume el ascenso del ultraizquierdismo ramplón de Syriza, que promete recuperar su economía con las mismos remedios que la hundieron, sin exigirle ningún sacrificio a una población acostumbrada ya a la complacencia.

No habían pasado sino unos días desde que la señora Merkel acusara a la formación Pegida de promover el odio hacia el islam, cuando los que verdaderamente odian –con armas en las manos– hicieron sonar su música en las calles de París. Y tienen razón los alemanes de Pegida, pues pedir a los inmigrantes que se amolden a su cultura y no al revés – “al pueblo que fueres, haced lo que vieres”– no es odio sino supervivencia, con una mínima muestra de respeto que permite convivir.

Los islamistas están obcecados con destruir a Occidente, y lo van a lograr si prevalece el buenismo y la ingenuidad de quienes apoyan un multiculturalismo a ultranza, sin condiciones. Europa ha tomado tímidos correctivos, como la prohibición del burka en Francia y de los minaretes en Suiza, pero hay países donde las concesiones al islam son insólitas: en Suecia se ha prohibido mencionar a Jesucristo en las escuelas, sobre todo en Navidad. Cuando los musulmanes sean mayoría, toda Europa se inclinará hacia La Meca cinco veces al día. ¿Ficción?

Michel Houellebecq, l’enfant terrible de la literatura francesa, lanzaba el miércoles su nueva novela, Sumisión (el mismo nombre del documental por el que fue asesinado por la yihad el director holandés Theo van Gogh, en el 2004), en la que un islamista gana la presidencia de Francia en el 2022 y el país se convierte gradualmente al islam. Paradójicamente, Houellebecq es portada de la última Charlie Hebdo, en la que se burlan de sus ‘predicciones’.

¿Que el islam no es violento? Que lo digan los chiíes, o Malala Yousafzai. El cristianismo tampoco lo es, pero carga la mácula de las cruzadas, la inquisición y los curas que arengaban que matar liberales no era pecado. Algo muy parecido a eso de que es válido “matar para que otros vivan mejor”, en lo que algunos se escudan montealegremente para darles carácter político a actos de terror.

No digan ‘je suis Charlie’, digan ‘¡je suis hypocrite!’; ustedes, los que condenan el terrorismo en Francia y los ataques a la libertad de expresión, pero no hacen lo mismo aquí, con las cosas mucho peores que hacen las Farc. Esos que creen que la sumisión a los violentos traerá la paz y que admiten con indiferencia el acallamiento de las voces críticas. ¿En Francia se ha mencionado que se deba dialogar con los terroristas? No se quejen mañana cuando los anaqueles estén vacíos y haya colas hasta para ir al paredón.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 13 de enero de 2015)

Posted by Saúl Hernández

Deja un comentario