BikeNo hay duda alguna de que la bicicleta es una maravilla de la modernidad, un clásico que no pasará de moda, un artefacto intemporal que parece inherente al ser humano. No es un invento sino un descubrimiento, como la rueda, a la que hizo más noble. Sobre ella se ejecuta uno de los más bellos deportes y su uso habitual constituye una espléndida fuente de salud y bienestar. Pero, ¿es un buen medio de transporte?

Para nuestra clase política, la bici es un salvavidas oportuno. Mientras sus miembros se mueven en cómodas camionetas blindadas con conductor, pagadas con nuestros impuestos, el duro galápago les sirve en bandeja de plata la oportunidad de encubrir su incapacidad de dotar a las principales ciudades de medios de transporte idóneos y eficientes, así como de planear el crecimiento de las urbes con un mínimo de lógica y sensatez.

Es probable que Medellín sea la mejor librada de nuestras incipientes metrópolis. El metro, los cables aéreos, el sistema BRT (Metroplús), el tranvía que trepará hacia el centro-oriente y las rutas integradoras, conforman un conjunto multimodal que responde a la demanda con buenas notas. A ello se suma un gremio de transportistas privados que han sido, por lo general, comedidos con la ciudad, y han ofrecido un servicio bastante aceptable para un país tercermundista. Sin embargo, seguimos lejos de tener un transporte público de excelencia.

Aún así, la falta de vías nos mantiene al borde del colapso. El atraso vial de nuestras ciudades es comparable con el atraso en la infraestructura del país, y eso que nuestro índice de motorización (número de vehiculos por habitante) es de los más bajos del mundo, inferior al de economías mucho menores que la nuestra, como Bolivia. Entonces, ¿hay muchos carros o hay pocas vías? La respuesta es obvia.

Y si bien es cierto que el vehículo particular genera grandes externalidades (contaminación, accidentalidad, congestión, abuso del espacio público, etc.), también tiene inolcultables bondades que redundan, casi todas, en beneficios económicos para la sociedad. No es un secreto que el Día sin carro deja cuantiosas pérdidas en los sectores productivos que no se recuperan. Si eso se volviera cosa de todos los días, tendríamos un desastre socioeconómico de unos alcances que aún están por calcular.

Pero, mientras se alienta el desprestigio del vehículo particular, los adelantos de la tecnología tienen a la vuelta de la esquina la revolución de los carros eléctricos (o de otras fuentes limpias) y la conducción autónoma, verdaderos avances que reducirán, a sus mínimas proporciones, la contaminación, el ruido, la accidentalidad y hasta las congestiones, gracias a un uso más eficiente del espacio. Hacia allá se mueven las ciudades ‘más innovadoras’, donde ya se trabaja en los profundos cambios que esta novedad permite suponer. Un bus eléctrico es más beneficioso que mil personas en bicicleta.

Es posible que para muchas ciudades, la bici sea un medio óptimo de transporte masivo, pero para Medellín no lo es. Se suele poner como ejemplos a ciudades como Ámsterdam y Copenhague, que bordean el millon de habitantes. Se calcula que en la capital danesa, cerca de la mitad de sus pobladores la usan como medio habitual. Pero son ciudades pequeñas, planas, donde hay estabilidad laboral que lleva al ciudadano a vivir cerca del trabajo (los recorridos son cortos), y donde no hay riesgo de ser asesinado por la bicicleta o el celular ni de que le echen al pedalista un bus encima.

La bicicleta es tan solo un medio más; por tanto, que la use el que quiera y pueda. Pero no por impulsarla se pueden descuidar inversiones en la precaria red de aceras, en mejorar el transporte público, en invertir en vías, en seguridad, y hasta en hacer pedagogía. Esta no es la panacea de la movilidad y se requieren soluciones efectivas, no románticas. Lamentablemente, entre los promotores de la cicla se nota cierto afán de vender una fantasiosa idea de igualdad, una utopía. Lo cierto es que hasta en materia de bicicletas hay precios para todos los estratos y hay muchas (eléctricas o de materiales como titanio o carbono) que no estan al alcance de todos los bolsillos.

(Publicado en el periódico El Mundo, el 16 de marzo de 2015)

Posted by Saúl Hernández

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